La semana pasada con los actos de presentación de nuestras publicaciones en el GRAN HOTEL PUENTE COLGANTE, dejamos incompleto un trabajo más amplio de Daniel Docampo, todo él relacionado con diversos aspectos de la figura de Manuel Calvo, en uno de cuyos apartados trataba de la Casa Lhardy de Madrid, cuyo cocinero y camareros, en verano, llevaban el restaurante Inza anexo al servicio de Hotel.
“No podemos imaginar Madrid sin Lhardy” escribió Azorín en El espejo del fondo, capítulo del libro Madrid. Lhardy fue y sigue siendo un famoso restaurante madrileño en la Carrera de San Jerónimo fundado en 1839 por Emilio Lhardy (1806-1887). Se convirtió en el paradigma del lujo y la exquisitez culinaria y Emilio Lhardy “hombre de mundo, listo como pocos y algo socarrón” (El País, 11-02-1907) en uno de los hombres más celebrados de todo Madrid y España, al igual que su hijo Agustín (1847-1918) que le relevó en el negocio a su muerte, además de ser un notable paisajista.
Fastuosos eran los dos mostradores enfrentados flanqueando al famoso espejo isabelino que cantara magistralmente Azorín en el citado El espejo de fondo y los tres salones-comedores de la planta superior: el salón Isabelino, el Blanco y el Japonés. La alta sociedad frecuentaba sus carísimas mesas. Frente al lujo de su escaparate diseñado por Rafael Guerrero y que aún conserva su antigua fisionomía de madera de caoba traída ex profeso de Cuba, solía enfrentarse a la pobreza que miraba su luna con resignación.
Entre líneas serias como las de Juan Valero de Tornos en ABC de 1903: “Tengo mucha hambre, abuelito, y hay en este escaparate tantas cosas…” se alternan las picarescas: hablando de los cursis dice Miguel Moya que “tienen especial gusto en ser centinelas del escaparate de Lhardy, con un palillo en los dientes por fuera, para hacer creer que han comido fuerte” (Miguel Moya, Madrid Cómico, 19-12-1880). Situación que recuerda a la conocida del Buscón de Quevedo en la que el hidalgo se esparce migas de pan en la barba para simular que ha comido.
Son innumerables las referencias a Lhardy a lo largo de sus años de vida. Muchas de ellas, están recogidas en Lhardy, panorama histórico de un restaurante romántico 1839- 1978 de José Altabella. Pero no hace mención, apenas de pasada en el episodio galdosiano Amadeo I, de Manuel Calvo.
Recogemos una crónica sepultada en el olvido de El Día 3-04-1918 que hace justicia a la importancia del portugalujo en el restaurante: “Pretendieron muchos que se les proporcionase hospedaje en la casa restaurante, pero no aceptó las peticiones a no ser en excepcionales casos. El opulento capitalista cubano D. Manuel Calvo, socio de la Transatlántica, gran financiero y representante muchos años del partido español de la Isla, venía con frecuencia a la Península para ventilar asuntos importantísimos en todos los órdenes. Indicó a Lhardy el deseo de habitar en su casa sin poner precio al hospedaje. Dio por excusas aquél no tener local bastante y en condiciones para acceder a la reiterada pretensión; pero el caprichoso banquero solucionó el asunto reformando por su cuenta un piso de la casa, amueblándolo lujosamente y así habitó varias veces la célebre vivienda.
A la mesa de Calvo se sentaron todas las notabilidades de aquella época. Era un banquete diario y fastuoso, buscado y apetecido por el experto naviero para ponerse en íntima relación con los conspicuos de la política, para satisfacer sus fines. Dos eminentes artistas gozaron también de hospedaje en la casa: el eminente Sarasate y el ilustre Mariano Benlliure”.
Añadimos dos más: Según La Iberia (11-06-1886) Manuel Calvo había llegado a Madrid procedente de Cuba siendo “visitado por los señores marqués de Comillas y Romero Robledo en casa de Lhardy” . "Aunque es conocida la amistad íntima de Calvo con el marqués de Comillas, señalar la también íntima amistad con el marqués de Valdeiglesias (Ignacio José de Escobar y López de Hermosa) y Romero Robledo, el cual le visitaba cada verano en la Villa, como señalamos en otro artículo". A tenor de su llegada a Madrid escribe La Época (2-09-1887): “El señor Calvo era uno de los más antiguos y más cariñosos amigos del inolvidable marqués de Valdeiglesias; juntos trabajaron con el fervor de un españolismo sin tacha y de una lealtad sin esperada recompensa por la restauración del Trono legítimo y por la integridad del territorio. Juntos, en los días nefastos de la revolución de setiembre, se reunían con Ayala, con Sotolongo, con Vida, con Elduayen y con otros en aquellas habitaciones que Lhardy tiene siempre preparadas para el Sr. Calvo, y en cuyas conferencias tantas iniciativas fecundas se tomaban y tantas briosas campañas se organizaron” .
Información sobre Manuel Calvo hay en muchos sitios,pero, desde luego, el artículo del restaurante es una información inédita a resaltar. Chapeau!!!
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