viernes, 21 de febrero de 2014

MONSEÑOR CHOPITEA Y LA POSGUERRA EN PORTUGALETE


Seguimos con el análisis que nos hace Tasio Munárriz, del libro que Angel Chopitea escribió con motivo de sus bodas de plata sacerdotales.

¿Cómo describe la época de la guerra?
“LA BONANZA Y LA PAZ.- Después de los años calamitosos vinieron los de la paz. No detengo mi pluma en la descripción de los episodios que pudieran ocurrir y ocurrieron de hecho, mientras la guerra civil tuvo ocupado este Arciprestazgo”.
No dice nada más. Y tiene razón. No sabía directamente lo que pasó porque desapareció. Con otros sacerdotes de la parroquia, excepto Hilario Ugalde, se escondió o se marchó. Me interesaba encontrar este librito para ver si contaba dónde había estado él y cuáles habían sido sus vivencias, pero me encuentro frustrado. Después de alabar a los sacerdotes de su arciprestazgo por no abandonar sus puestos en los años duros 1933 y 1934, no fue consecuente. Y, si lo fue, debía haberlo explicado.
¿Cómo vivió la posguerra?
Chopitea mismo resume lo que muchos portugalujos mayores de 70 años recuerdan y que describiré en otro libro dedicado a la posguerra:
“En estos años que corren desde 1938, el trabajo de los sacerdotes es más fácil, más intenso y mejor comprendido y premiado. La autoridad civil, coadyuvando con el sacerdote, atendiendo a las necesidades del Culto; multiplicando las limosnas; corrigiendo abusos de toda índole; purificando el ambiente moral, legitimando matrimonios, bautizando a centenares de niños …”
Termina haciendo una apología de sus logros: El congreso eucarístico, la escuela parroquial, los quince jóvenes que estudiaban en el seminario, la escolanía de tiples, la catequesis de niños, su certamen anual con premios pagados por la Caja de Ahorros Provincial y las grandes fábricas, las procesiones, la adoración nocturna, la Acción Católica, la Juventud Mariana, etc. Creo que no hay mejor expresión de la autoestima del Dr. Angel de Chopitea y Múgica que estas frases: “¡Nada hay comparable a una solemne función parroquial! Cuando la Madre, la Santa María de Portugalete, se viste de gala; cuando exhibe sus mejores joyas y se cubre con el esplendor y brillo de la luz, y el canto robustece la fe con sus notas imponentes y el órgano de una sonoridad incomparable abre sus amplios registros; y los ministros con ricas vestiduras ofician ante el altar, coronado con un retablo artístico y bello, y el Párroco, Padre de todos los hijos arrodillados levanta en alto la Custodia y bendice  a su pueblo en el nombre de la Santísima Trinidad; no hay cuadro, repito, que pueda superarlo, ni colorido, ni en gracia, ni en suntuosidad”

Pese a todo su esfuerzo por atraer a la gente a sus solemnes cultos y procesiones, reconoce su impotencia: Y, sin embargo, la apatía resiste a todo, y la indiferencia hiela el espíritu y la apostasía atosiga el corazón. ¡Cuándo, Señor, llegará la hora tuya, que aprietes cabe tu amantísimo Corazón a los extraviados: ignorantes, indiferentes y pecadores!”.


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