martes, 25 de marzo de 2025

ANTE EL CENTENARIO DEL COLEGIO MAESTRO ZUBELDIA: LA GUERRA CIVIL DE 1936 A 1939

 


La sublevación militar del general Franco en junio de 1936 y el comienzo de la guerra civil incidió de manera brutal en la vida escolar de la Villa. El claustro del profesorado era mayoritariamente conservador y de derechas, y según dejó escrito Ruperto Medina, en las votaciones de febrero habían acordado todos salvo su director Froilán Alonso Melón, votar contra el Frente Popular que resultó vencedor.

Las nuevas autoridades municipales procedieron a depurar (quedaban suspendidos y debían solicitar del reingreso en sus cargos) a los maestros Francisco Martínez Diaz, Buenaventura Moreno, Tomás Álamo, Antonio Usandizaga, José Sánchez Navajas, Mateo Hernández y a las maestras Paz María Pérez Soto y Esperanza Vicente.

Los fondos fotográficos existentes nos ofrecen dos aulas de niños y niñas en aquel año 1936 en las escuelas de Zubeldia. La superior nos sirve para recordar que en sus aulas aprendieron sus primeras letras personajes que luego llevarían el nombre de la Villa por todo el mundo, como es el caso de Ignacio Ellacuría, filósofo y teólogo asesinado en El Salvador, segundo por la izquierda en la segunda fila, o de Jesús Mª Sasía, benedictino experto en toponimia euskérica, tercero por la izquierda en la primera fila.

Las consecuencias de la guerra la vivieron tanto alumnos como profesores, con bombardeos, evacuaciones, o muertes. El centro sirvió para alojar a uno de los batallones, el anarquista “Malatesta” que recibía el rancho en la tejavana, fue establecido como refugio durante los bombardeos y sus alumnos fueron trasladados a dos plantas de la Casa Gandarias en el final del Muelle Nuevo. (Los hermanos Ellacuría recordaban que durante algunos bombardeos ellos durmieron en el bar El Metro convertido en refugio).

Un año después tras caer la Villa en poder de los sublevados y en las fiestas de San Roque de aquel año de 1937, una manifestación llegó hasta el centro para entronizar el crucifijo en las aulas, colocar la foto de su “caudillo Franco” e izar la verdadera Bandera Nacional. El estado del edificio era deplorable, con tabiques y cristales rotos, por los batallones que lo ocuparon y la onda expansiva de las bombas, pero tras los arreglos pertinentes en las Navidades de 1937 estaba funcionando.

El profesorado que quedaba en la Villa se había reducido porque bastantes habían ido a sus pueblos de origen a pasar las vacaciones de verano y no volvieron ya que estaban en la zona rebelde y además se produjeron depuraciones como fueron los maestros Buenaventura Merino Ortega, Segundo Rollan Bellido, y las maestras María Frutos Galán y Teresa Lucarini. Esta última que había ejercido antes en Villa Nueva en Repelega acompañó a los niños evacuados en Francia con su hija Marina Labayru, de 4 años de edad. Al regreso en 1940 fue sancionada con la separación definitiva del servicio y baja en el escalafón con la acusación de ser comunista y no llevar medias en la escuela.

Las clases se reestablecieron en 1938 y el nuevo régimen confirmó en su cargo, habilitándoles para la enseñanza, a Mateo Hernández, que además sería director, y María Esperanza Vicente Manzano, como directora, además de otros como Tomás Álamo Martin, o las maestras Paz María Pérez Soto, Milagros Reyes Menchaca, María del Camino Ruiz Rivero.

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