Como ya hemos anunciado estamos
recopilando la historia de diversos comercios antiguos portugalujos, algunos ya
desaparecidos, con destino a confeccionar un número de Cuadernos Portugalujos
que sirva de apoyo al comercio tradicional local.
Estamos seleccionando 20 de ellos a
poder ser que abarquen sectores diversos, de entre aquellos de los que tenemos
material, que procuramos completar, pero en ningún caso se trata de realizar un
trabajo de investigación, sino algo divulgativo y que nos traiga a los
portugalujos, comercios y personas recordadas de nuestro pueblo.
Un sector que generalmente nos trae
recuerdos de niñez, es el de las tiendas y puestos de chucherías, que podremos
escoger entre el de Nacho en la calle Santa María o el de Seve en el Ojillo.
Empezamos con el primero, recordando a
“Tomasa, la caramelera” que como vemos en la foto superior vendía sus caramelos
en un humilde puesto en la entrada del cine Ideal. Tomasa Martínez había nacido
en la provincia de Burgos en 1904, y llegó a la Villa hacia 1929. Casada con
Víctor Alvarez, tuvo tres hijas y dos hijos, como aparecen en la foto, uno de
los cuales (en brazos de su padre) fue José Ignacio “Nacho”, nacido en 1937.
Este continuaría el negocio de su madre,
según se nos dice en el libro SANTA MARIA. La historia de una calle, de la que Fernando Rueda su promotor nos facilita
amablemente las fotos para ilustrar este artículo.
Nacho empezó con el negocio que habían
abierto sus padres, al volver de la mili, en 1962 que se trataba de un pequeño
local de unos escasos 30 metros cuadrados, donde vendía de todo, además de
golosinas, aceite, vinagre, alpargatas, clavos, productos de limpieza,
revistas, en fin todo tipo de productos y cada uno recordaremos alguno
distinto, artículos de broma y disfraces, cohetes, jarigüais, o banderas del Athletic.
Por allí pasaron cantidad de niños y
niñas (estaba a la salida del colegio de las monjas), pero en su última etapa
la calle cambió de ambiente... con cantidad de bares o disco bares. Si siempre
había metido muchas horas, ahora mantenía en horario nocturno hasta las seis de
la mañana vendiendo bocadillos.
Además empezaban a surgir los
establecimientos de todo a cien, por lo que en 1977 intentó abrir un local
dedicado a juegos recreativos en el nº 20 de la calle Zubeldia, que contó con
la oposición de los vecinos y la dirección del centro escolar situado enfrente,
y que le fue denegado dado que "en la Villa habían proliferado en exceso los
locales dedicados a este género de actividad y que la existencia de los mismos
incide negativamente en el proceso educativo de los jóvenes".
Muchas de esas horas acompañado de Salomé su mujer.
ResponderEliminarLas horas que hemos metido allí...recuerdo los bocatas que te daba a elegir: con "unte" o sin "unte". El "unte" consistía en mojar el pan del bocata en el liquidillo de las latas de cebolletas y pepinillos, la vinagrilla... :) Nosotros cerrábamos todos los bares, y el último solía ser el ciaboga, junto a la tienda de Nacho. Qué recuerdos.
ResponderEliminarMitico Natxo
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