Releyendo
este verano la obra de Jaime Villaluenga,
“Portugalete (1839-1873). Una época de
asedios” (ver BDP) que nos resulta fundamental para confeccionar la Crónica de la historia de Portugalete. Siglo
XIX, próximo ejemplar de la Colección El Mareómetro, encontramos los datos
de esta entrada de hoy.
En
la Villa existía un organismo llamado “Fábrica parroquial” a cuyo frente
figuraba un mayordomo elegido por el Ayuntamiento encargado de velar por la
marcha económica de la institución.
La
alcaldía de la Villa, patrona de la iglesia parroquial, empezó a atender el
mantenimiento del edificio el año 1849 y fue decidiendo la construcción de un
pórtico, como se ve en las fotos que hemos recogido, que protegiera a los
vecinos de la lluvia y del viento, algo que echaban de menos tanto estos como
los forasteros.
La
obra debió realizarse con bajo presupuesto, porque hubo de reconstruirse años
más tarde. Efectivamente, en 1861, dado su estado ruinoso y lo próximo que
estaba el invierno se vio la conveniencia de rehacerlo para ofrecer cobijo a la
gente. El Ayuntamiento anticipó el dinero hasta que la fábrica tuviera fondos.
Con
la guerra carlista sufrió serios destrozos obligando a reconstruirlo tras la
misma, y en el siglo XX tras la guerra civil desapareció definitivamente.
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