Hace
dos años anunciamos desde este blog la intención de los Amigos del Ojillo de
recuperar fotografías de esta calle emblemática de nuestra Villa, que
ilustraría la historia de la misma escrita por algunos de sus antiguos vecinos,
empezando por el trabajo que escribió Javier
Sádaba (cuando no faltaba a las comidas anuales) con el título OJILLO,
OJILLO… y que ahora 20 años después actualizaría en algunos detalles.
Ha
tenido que ser Pedro Llinares quien
tras el trabajo inicial de Manolo Chacón
ha puesto en marcha en internet un álbum donde se pueden ver y añadir todas las
fotos que se quieran aportar.
Como
muestra recogemos hoy dos fotos de algunos de ellos, separadas por unas cuantas
décadas de años, aunque casi no se les note.
Desde los 2 meses de vida hasta los 23 años viví en el nº 13 del Ojillo, en pleno centro de esa calle; así que tengo un montón de recuerdos de tan movidísimo lugar: las bajadas de las fiestas de San Roque, cuando tirábamos agua a las cuadrillas que nos la pedía a gritos; las madrugadoras campanas del convento de las Siervas de María (qué pesadas!, aunque ahora lo recuerdo con ternura); las carreras con los "sancheskis" y las goitiberas en la acera de números pares, esquivando las piernas de los pacientes viandantes, el eterno Campo de San Roque, donde lo mismo íbamos a jugar al futbol que a ligar con las chicas, los viejos comercios como la tienda de golosinas de Loren, la paragüería, la colchonería, el local de videojuegos de Bienve, la pescadería esquina con calle Áraba... tantas cosas. Ahora la calle es semipeatonal y se supone que con ello ha ganado el comercio local. Pero yo sigo pensando que la calle tenía más vida antes. Unas cosas se han ganado, y otras se han perdido.
ResponderEliminarAitor González Gato
Y la carnicería de mi tía lucita
EliminarViendo esta entrada, a pesar de ser de hace unos años, no he podido contenerme.
ResponderEliminarMi padre se marchó a Madrid muy joven, pero le recuerdo de siempre hablando de sus amigos del Ojillo a los que siempre tuvo en su corazón, sobretodo a su primo Alfredo. Era divertido ver como nos repetía una y otra vez cuando salía en la televisión Javier Sádaba "Mira a mí amigo. Mira a mi amigo".
Yo de niña le pedía que me contara historias de allí y él me empezaba a hablar de sus excursiones al monte, a la playa, algunas gamberradas y en medio paraba historias muerto de risa y me decía que eso no se puede contar; seguía con otra anécdota, hasta que le embargada una tristeza muy grande y tenía que dejarlo.
Ese cariño tan grande lo llevó por siempre en su corazón hasta el final.
Gloria Carrero
Esta foto la realizo Iñaki Roda, por eso no salgo en la foto, como aclaración uno más del Ojillo.
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