domingo, 17 de noviembre de 2019

EL RELATO DEL FIN DE SEMANA: RECUERDOS DE ABUELO (2)



En 1960 y ya desde pequeños, íbamos solos al cole. Algo impensable, ¿no?, pues sí, parece que los riesgos que apreciaban nuestros padres eran pocos y nos permitían esas libertades. Era un baldón que te llevaran al cole. Ah!, y si hacías “pira”, "campana", ¡¡buena te caía!!, cualquiera que te viera, se chivaba rápidamente en casa: por ese entonces, Portugalete era muy pequeño y nos conocíamos casi todos.
Hacia 1962, la misa dominical de mediodía es un acto social masivo. Quien no va, es mal mirado. Hay que ir con manga larga y las señoras, bien cubiertas con velo. Se estaba celebrando el Concilio Vaticano II y, sesenta años después, parece que se vuelve a lo mismo.
En los días a que me refiero, el cartero llamaba por su nombre a los destinatarios de las cartas, y las entregaba en mano. La "avisadora" daba voces en el portal para decir qué funerales se celebraban esa tarde. El lechero repartía su producto por las casas y la barra de pan valía 1,40 pesetas. El mielero hacía su escala una vez al año con sus dulces barrilitos y el afilador hacia una pasada tocando su chiflo que anunciaba sus servicios. Y no olvido al paragüero que al tiempo que hacía arreglos a los paraguas, recogía cacerolas para remendarles el culo.
La escuela empezaba con los parvulitos, a los cuatro años. No había “jardín de infancia”: las mamás apenas trabajaban fuera de casa y, a la hora de comprar un piso, la hipoteca se llevaba, como máximo, una tercera parte de un sueldo y a cuota fija, lo que añadido a la inflación ascendente en aquel momento, aliviaba rápidamente la carga de su pago.
Las chicas de finales de los cincuenta y de los sesenta, no van a los bares. Todo lo más, a cafeterías, las tardes de sábados y domingos, y siempre acompañadas. En cuanto a su ropa, es el momento en que, contra la voluntad del padre, las hijas comienzan a usar pantalones. Las madres tomaron esa costumbre poco tiempo después.
Y una cosa muy importante: el sputnik, de 1961. Esa bolita, cuya luz buscábamos en la noche, fue el detonante de toda la electrónica que ha llegado después, por la necesidad de reducir tamaños e incrementar servicios y utilidades en las naves implicadas en la carrera espacial, ya que, igual que los Fórmula 1 dan pie a muchas mejoras en los coches, la competencia entre los EEUU y la URSS, generó muchos desarrollos: las placas de circuitos impresos, los transistores, los procesadores cada vez más pequeños,...
Una calculadora que haga lo mismo que hacía la primera que tuve, ocupa menos del 2% del tamaño, ahora cabe en el monedero. Y la segunda que tuve, era requisada en los exámenes para revisar los contenidos de las memorias, ya que nos las prestábamos y pudiéramos haber dejado grabados nuestros resultados para conocimiento del prestatario.
Y termino aquí este relato con un recuerdo para los nostálgicos que empiezan a menudear: se podía fumar en todos los sitios, menos en la iglesia y en los cines. Pero en los cines tampoco se podía comer, sólo quedaba "la fila de los mancos" para no mirar las películas.
Sólo en mis 65 años, sí que ha cambiado en mundo, sí. Supongo que esa era la causa del “síndrome del abuelo Pablo”, que me decía que lo de llegar a la luna era un camelo.

MARTINTXU

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