sábado, 29 de enero de 2022

RECOGIDO DE LA PRENSA:EXILIO REPUBLICANO (ESTEBAN HERNANDORENA) (2)

  


A Hernandorena le tocaba la papeleta de convencer a su tripulación de que se quedaran en Chipre a cuidar y mantener el barco en buen estado. Entre los españoles de los "Panes" estaban también Rafael Inda, Salvador Miralles, Alejandro Coto, Víctor Gangoitia, Hilario Erkiaga, Hilario Zarragoitia y Santi Zumaran. Dov Magen, que viajaba en el Pan Crescent, dejó escrito que "el ambiente era hostil, había poco combustible, poca electricidad, poca calefacción y una seguridad difícil de controlar. En esas condiciones las máscaras caían rápido y en el Pan Crescent la tripulación italiana abandonó. Steve en el Pan York ejercía una autoridad incontestable. Los españoles se quedaron". Dicen que, además, los vascos entregaron sus salvoconductos franceses para que fuesen usados en la emigración clandestina.

Convertido en Capitán Steve, Esteban Hernandorena era ya un héroe entre los pasajeros y la tripulación del Pan York. Y no tardaría en serlo en un nuevo Estado. Después de que Israel declarara su independencia en mayo del 48, los "Panes", sin recibir respuesta de las autoridades a las que intentaron contactar, comenzaron a transportar a judíos de los campos de refugiados de Chipre a Haifa.

"Por lo que a mí respecta, nunca había pensado quedarme en Israel, pero no tenía ningún otro hogar", admitiría después Hernandorena. "Conocí a mucha buena gente y la vida de los kibbutz me parecía interesante, así que me quedé".

María Pilar recuerda despedirse de su maestra en México y la pregunta de esta: "Pero, ¿sois judíos?". También que lo único que sabía de esa gente era que escribían al revés. "Para nosotros nuestro padre se había ido a trabajar y era normal vivir con nuestra madre", incide.

Quizá por eso, la utopía socialista de un kibbutz al que se tardaba medio día en llegar desde Haifa no gustó a todos. "Mi madre estaba un poco harta y en contra del criterio de mi padre, nos fuimos del kibbutz. Empezamos a asistir a un colegio de monjas".

 La bandera republicana

De aquella etapa, la mayor de los Hernandorena recuerda que camino de la escuela católica los niños ortodoxos a veces les tiraban piedras, que le costaba mucho que pronunciasen bien sus apellidos vascos (¡hasta doce!), que ella también quiso ser capitán de barco pero no pudo por ser mujer, que la comunicación era fácil gracias al ladino hablado por los sefardíes y que coleccionaba estampitas de santos con dedicatorias de las compañeras de clase. Por desgracia, su padre se aseguraba de que todas estas acabaran en la basura. "Era ateo y rompía todas las estampitas. A mi hermano y a mí nos habían bautizado en España, a escondidas de mi padre. Y cuando nos prepararon para la comunión, tuvimos que mentirle".

Enemigo de la iconografía religiosa, no se olvidaba de sacar al balcón la bandera republicana en cualquier festividad. "Y todo el mundo pensaba que era la de Rumanía". Se la habían regalado en México con las iniciales C. M. de la Compañía Marítima y reunía así sus dos pasiones: su espíritu socialista y el mar. Su hija Rosario (Txari) lo dejaría dicho en BIL: "Era muy vasco y muy republicano español".

María Pilar, sin embargo, recuerda que el compromiso político de su padre se fue apagando con el tiempo. "Después de México no le volví a oír hablar de política y nunca más se afilió a ningún partido. En Israel era muy amigo de una catalana llamada Ramona Frevich, casada con un brigadista internacional y muy involucrada en el partido comunista allí. Intentaron convencerle muchas veces y siempre dijo que no. Nunca dio razones. No sé si estaba defraudado, cansado o mayor. Mantuvo un espíritu socialista, pero le interesó más el mar".

Esteban Hernandorena murió un día de los santos inocentes de 1965. Le hicieron una misa de cuerpo presente en el monasterio del monte Carmelo y durante la ceremonia Ramona le susurró a María Pilar: "Si tu padre se levantara, nos echaría un mecagüendios". Hoy, la hija ríe: "Era su palabra favorita". 
"Mi padre fue muy duro como padre, pero una persona muy humana. Era el mayor de seis hermanos, hijo de una lechera y un marinero. Se hizo a sí mismo porque quiso salir adelante. Tenía esa ambición que pocos tenían entonces. Y ayudó a los judíos porque, como exiliado, a él le habría gustado que le ayudaran a volver a casa", reflexiona.

En esa casa, su nombre circuló por primera vez en el programa de fiestas de Portugalete de 1997 bajo el título de "portugalujos en el olvido". El Ayuntamiento solucionó el agravio con rapidez, dedicándole a Hernandorena una nueva calle ese mismo año. Caprichos del destino, diez años después, un blog local comprobó que al contrario de lo que se había dicho ampliamente hasta entonces, Hernandorena había nacido unos siete kilómetros más allá: en Muskiz.

Y así, a orillas del mar Cantábrico y a los pies del monte Serantes, a 3.500 kilómetros de la calle Capitán Steve de Haifa, se encuentra hoy la Calle Esteban Hernandorena. Pero como dice Rubén Las Hayas, autor del blog que desveló la partida de nacimiento, "también hay una calle de Cristóbal Colón y él tampoco era portugalujo". 

LEIRE ARIZ SARASKETA

Publicado en el periódico Público

 

 


 

2 comentarios:

  1. Claro que sí, hombre. Por eso tenemos también una calle dedicada a Juan de la Cosa. ¡Es que los portugalujos nacen donde quieren!

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  2. Los portugalujos , nacemos en Portugalete .
    Los que nacemos donde queramos , somos los vascos .
    Aunque nazcanos en una reserva siux, seguiremos siendo vascos .

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