jueves, 9 de febrero de 2023

TOROS EN PORTUGALETE. LA CORRIDAS DE AGOSTO 1856 (1)

 


Sobre La fiesta de los toros en Portugalete, encontramos un trabajo en la Biblioteca Digital Portugaluja, firmado por Ricardo Ruiz Menchaca y Roberto Hernández Gallejones. Este último en el libro de la Colección El Mareómetro, Crónica de la Historia de Portugalete. Siglo XIX, nos habla también del tema hasta la construcción de una plaza en 1892.

En cuanto a los años de mitad de aquella centuria, nos cita el oficio del Gobernador autorizando la corrida de 1852, cómo la de 1862 era dedicada a los bañistas de verano y cómo en la de 1863 los novillos eran de Orozco.

Aurelio Gutiérrez, últimamente incansable en sus investigaciones, nos aporta en su blog LA VIDA PASA, las crónicas periodísticas más antiguas de dichas corridas celebradas en la Villa.

El periodico Irurac Bat ya había anunciado el 8 de agosto anterior: “La villa de Portugalete va a celebrar dos famosas novilladas en el mes de agosto, para lo cual están hacinando ya en uno de los extremos de su hermosa plaza los materiales para la construcción de los tendidos”.

La primera reseña se encuentra en el El NERVION del día 25 de agosto d 1856, y el que la hace acudió desde Bilbao en el vapor Ibaizabal, siguiendo el dicho de ¿dónde vas Vicente? dónde va la gente.

No sabemos dónde estaba el redondel de la plaza, que solía ser en El Solar, pero nos guiamos del grabado de 1862, de F. Ruiz, cuando todavía no se había urbanizado el luego llamado Muelle Nuevo.

La hora de comienzo era las tres y media de la tarde y hasta las cuatro y media no se hizo la señal de que podía salir al redondel el primer toro, por problemas con la llave del encargado del toril.

Se lidiaban cuatro toros, facilitándonos los nombres de dos de ellos, Cerero y Lancero, corriendo a cargo de Benito Abasolo “Vinagre”, espada, acompañado de su cuadrilla de picadores.

La reseña acaba diciendo que los toros eran novillos malos, y los lidiadores lo hacían mal a porfa, pero no por esto el público dejó de divertirse porque se vieron cosas nuevas y con gracia.

Así leemos que al primer toro, los aspirantes a picadores le rasgaron el pellejo en vez de picar, los chulos clavaban los palos en la tripa, brazos y donde Dios les dio a entender, ordenando la autoridad que volvieran el toro a su jaula perdonándole la vida.

En cuanto al cuarto de la tarde, Lancero, voluntario, pero sin fuerza, tomó algunas varas y dio varios revolcones a los jinetes consiguiendo matar dos caballos que hasta entonces habían sostenido la lucha de los tres primeros toros sin recibir lesión alguna.

Fue despachado de una y media buena estocada, el público pidió que le dieran el toro y el señor Presidente tuvo por conveniente acceder a ello.

Aurelio termina su artículo ofreciéndonos el perfil de este torero que no deja de ser el primero que conocemos en la historia de las corridas de toros en la Villa: Benito Abasolo "Vinagre", era a veces banderillero y otras matador de toros, jefe de cuadrilla que, hacia excursiones por pueblos y provincias, donde procuraba cumplir lo mejor que podía. Llevaba ya bastantes años toreando, era más conocido en la provincia de Madrid y limítrofes que en otras, y creíamos que había llegado hasta donde podía un hombre de su condiciones, pero dejó la espada por el sable. Se hizo militar, y defendiendo una mala causa llegó a capitán de las contraguerrillas de Vizcaya en la última guerra civil.

 

 


 

 

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