Aunque
hoy día llamamos “La Punta” al extremo del Muelle de Hierro, durante siglos
este topónimo hacía referencia a la que hoy se encuentra semioculta junto a la
entrada de las piscinas municipales. Y ciertamente, es una pena que los
portugalujos tengan tan olvidada una estructura portuaria, que como vamos a
ver, está cargada de historia.
Empecemos por
su datación. Gorka Pérez de la Peña en su “Portugalete. Historia de su
arquitectura y expansión urbana”, nos dice en la p. 48 que el proyecto de
Ensanche de 1857 en el Muelle Nuevo “se levanta en Las Arenas de
Portugalete, que forma una llanura por la construcción de un muelle en el siglo
XVII”. Es posible que esta data esté fundamentada en el plano que Pedro de
Moreau dibujó en 1731, en que se refleja un muelle que podemos identificar con
el actual, y del que Moreau dice: “Muelles antiguos construidos hace
poco más o menos 40 años, los quales se hallan destruidos y casi arruinados”,
lo que nos llevaría a 1690 como fecha de construcción de dicho muelle. Si bien
dado que el actual muelle no está en absoluto “destruido y casi arruinado”,
podemos suponer una remoción del mismo a mediados del siglo XVIII.
Efectivamente, el 30 de abril de 1753 se acuerda la ejecución “de la
obra pared seca, sobre la que se halla, empezando desde El Solar de Portugalete
hasta dar con la que se hizo más abajo en los arenales de dicha villa”.
Andando el tiempo, La Punta se
rodeó de destacadísimos monumentos: hasta aquí podía pasear la oligarquía
vizcaína hasta abril de 1881 cuando se empezó a construir el Muelle de Hierro;
en 1824 el Consulado erigió sobre La Punta la Torre del Piloto Mayor; en 1883
se construyó sobre este sitio el Mareómetro; y por si fuera poco, servía de
límite norte a nuestra flamante playa.
Lamentablemente poco a poco esta
estructura tan histórica fue siendo ocultada por otras edificaciones más
modernas: para empezar, desde 1881 por el tablero superior del Muelle de
Hierro; su parte interior también fue definitivamente ocultada y parcialmente
desmontada por la construcción de las piscinas en 1958. Otros males le aquejan:
irrespetuosos graffitis, las raíces de la vegetación que penetran en los
mampuestos, y los embates del mar, que desgastan lenta pero inexorablemente su
centenaria piedra arenisca.
Esta “Punta” fue la imagen durante siglos del final marítimo de Portugalete, y fue testigo de naufragios en la peligrosa Barra de arena, de guerras, cientos de barcos comerciales procedentes de lejanos países… por lo que apena verla tan olvidada por nuestro pueblo. Vaya a estas nobles piedras nuestro más sentido homenaje.
Aitor González Gato.
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