Día triste, nublado y oscuro,...
llovizna pero no llega a sirimiri y nadie lleva paraguas.
Escribo en una tarde de las que aquí, en
Tarragona, llaman "de carajillo y siesta" ó sea de quedarse en el
refugio doméstico esperando al sol. Los que salen visten de chaquetón y
bufanda.
Sí, sí, leeos bien, quienes ayer iban
casi en manga corta por los veinte grados que tuvimos, hoy, tras ver anoche los
informativos meteorológicos que decían que iba a refrescar, han salido de esa
guisa. Se han envuelto.
Es de locos, hay quince grados sin
viento, vamos como para ir en americana, pero a quien va en jersey, lo miran
pensando que será la última vez.
Tarragona, ah!, cómo somos: calles y
ramblas vacíos, tomar una caña en alguna terraza, las
panaderías-pastelerías-cafeterías (todo junto) para una conversación de tarde,
sin niños jugando al aire libre,...
Ah! Portugalete, cómo éramos: el paseo
dominical por el Muelle y hasta La Punta, los conciertos de la Banda de Música
en la Plaza, el pintxo y el chiquiteo en cuadrilla -lo más importante-, los baños en la playa (sí,
teníamos playa) y, después, en la rampla del Muelle Viejo, los ratos bajando el
retel desde las escaleras del Muelle de Hierro para coger karramarros, las
tertulias en la "fábrica de tubos", ver a los guardias en los cruces
de El Cristo y el de Carlos VII con G. Castaños (¿dónde quedó el tranvía?), Abaro
y la Calle Nueva, la parada para curiosear el poste de gasolina frente a la
Casa de los Tres Portales, la blanca ermita de San Roque y el verde puesto de
Merche, las coles de prospectos de la programación semanal de los cines, las
partidas de canicas delante de la iglesia de la Divina Pastora -ahora
ajardinado-, las mañanas dominicales en bote de remos para pescar panchitos,
algún jibión y hasta alguna lubina "a la cacea", las partidas de
ajedrez donde Oliver (C/Sta. María esquina al cantón), las competiciones de atletismo
en el campo de San Roque, las meriendas de "pan ázimo" de los
recortes que sobraban a las Clarisas, los desafíos con las trompas -sin
coronilla, eh?-, los disparos del balón en el "embarrenazo" contra el
muro de Savín, las aceitunas negras de Justo en El Metro y sus pintxos "de
todo",... seis, siete, ocho, nueve, diez,... años y la calle era nuestra.
Sí, hacíamos antigua vida social de
calle. Sin tablets ni móviles. Conociendo. Saludando.
Aunque cayeran chuzos de punta.
Martintxu
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