jueves, 14 de marzo de 2019

LAS PORTUGALUJAS Y LAS VIOLACIONES: UN CASO EN EL SIGLO XVII





Dentro de estas entradas tendentes a recordar la historia jarrillera en femenino, no podemos olvidar el tema de la violencia sufrida a través de los siglos, por lo que traemos el ejemplo de la violación de una muchacha en el siglo XVII.

La historia nos tiene que servir para comprender y combatir mejor las desigualdades que soporta todavía la mujer en el siglo XXI. Nos lo cuenta Roberto Hernandez Gallejones en uno de sus múltiples artículos entresacados de los archivos municipales con el título de Un caso de violación en Portugalete en 1662, un testimonio muy expresivo de las costumbres de la época en relación a los delitos de carácter sexual, de cómo estaban éstos tipificados por las leyes de dicho período histórico, y de la obligación que tenían estos delincuentes de casarse con sus víctimas.

La victima una joven de 18 años, María Saez, hija de María de Inojeda, viuda de Diego de Cotillo, que residía en la calle de la Barrera en casa de su tío el licenciado Pedro de Cotillo, cura y beneficiado en la Iglesia Parroquial de Santa María de Portugalete, y Vicario de la Villa y su partido “a quien le servía honestamente”.

El agresor, un joven de 16 años Francisco de Villar, de San Julián de Músques, también pariente del cura, que había venido a estudiar gramática en la Villa y llevaba unos meses residiendo en la misma casa.

Los testigos dejan claro que tanto la chica como su madre son mujeres “honestas y recojidas, de buena vida, reputación y fama, hijasdalgo notorias, vizcaínas originarias, de todo buen proceder...” y que el hecho se había producido hacia las 6 de la mañana de un día de setiembre cuando el cura se encontraba ausente, y la criada había ido a comprar a las carnicerías, el joven se metió en la habitación de la joven y se produjo la agresión.

Su madre que oyó los gritos de su hija pues vivía en la casa pegante testificó que acudiendo de inmediato y “llegada que fue al cuarto della la vio desnuda con el dicho Francisco de Villar, desnudo ansi bien, y dando voces diciendo que la había desflorado, y quitado su virginidad, y limpieza, sin haberse podido valer por estar sola y desnuda...”.

Ante otras vecinas que también acudieron la muchacha contó afligida y llorando que la habían forzado, “y quitado su virginidad”, sin que hubiera podido resistirse. A todo esto, en ese instante el acusado salía por la puerta del aposento, después de haberse vestido, y notablemente avergonzado por el delito que había perpetrado siendo posteriormente detenido y encarcelado por el alguacil.

En el juicio que se desarrolló en el mes de enero siguiente, cuando ya se sabía que la muchacha estaba embarazada, aparecen distintos testigos, declarando también el acusado quien aseguró que la joven era honesta y recatada, y que él “la solicitó diversas veces” y por no haber podido gozarla esperó a que el párroco se encontrase fuera del pueblo, afirmando claramente que la había forzado contra su voluntad.

En declaración posterior fechada el 30 de junio de 1663 cambia su declaración alegando que había sido obligada ya que le habían dicho que si narraba los hechos de esa forma le sacarían de la cárcel. Ahora declaraba que no la había obligado en absoluto a hacer el amor con él y que se habían dado mutuamente palabra de casamiento, “conque copulamos...”.

Por tanto, suplicó poder casarse con la muchacha, cuando obtuviese la dispensa papal, ya que eran parientes en cuarto grado y que “en el ínterin se me quiten las prisiones en que estoy de cepo y cadena, hasta tanto que venga la dispensa, estaré en la cárcel preso sin que haga fuga della en ningún tiempo hasta casarme con la dicha María Saiz de Cotillo...”.

Contra estas declaraciones se manifestó, rebelándose, la madre de la chica, solicitando la condena a muerte, y percibir una indemnización de 4.000 ducados, apelando al Corregidor, eligiendo como abogado a Juan de Barraincua, letrado de la Audiencia del Corregimiento. Lamentablemente no podemos conocer el final de esta historia, ya que el documento se interrumpe aquí por hallarse incompleto, pero ya vemos que la solución era casar a la chica con su violador.

1 comentario:

  1. "La solución era casar a la chica con su violador" o "pena de muerte e indemnización" falta decir al autor del artículo. Lo que está claro es que no se contemplaba un termino intermedio. Era el modo de "restablecer la honra": matrimonio con el presunto violador en caso de que fuera cierto lo de las promesas mutuas de matrimonio o muerte en caso de violación.

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