Estamos ante un personaje muy querido y recordado en
Portugalete. Muchos se acordarán de su dedicación al Club Portugalete, del que
fue directivo, colaborando en la venta de entradas, boletos para rifas, etc. o su
filial el Estrella, o colaborando con el Club de Remo, pero sobre todo se le
recuerda por su más de medio siglo sirviendo a la parroquia de Santa María.
Pertenecía a la familia que formaran Alejandro Fernández
Carpintero y María Herrero Simón, naturales de la provincia de Valladolid, que llegaron
en 1918, todavía jóvenes, a la Villa y donde en 1922 nacería el primero de sus 6
chicos y 2 chicas.
Vivían junto al matadero (el cuarto hijo Antonio fue
matarife) y desde muy pequeños todos los hermanos ayudaban en la parroquia,
como monaguillos, al sacristán Ignacio de Izaga, que fue el último que con
sueldo del Ayuntamiento ocupó a tiempo completo este cargo, desde 1915 hasta la
guerra.
En los primeros años de la posguerra su hermano Félix (n.
1925), y también muy recordado como Felitxu, “Sacris”, fue quien ejerció como sacristán,
con Manolo siempre junto a él como monaguillo, para tomar luego las riendas del
cargo, que atendería tras las ocho horas de trabajo en la fábrica.
Fue la mano derecha de monseñor Chopitea en su época de
esplendorosas funciones religiosa y después, en la época postconciliar y de
transición política, fue el verdadero guardián de la Basílica y de su tesoro
artístico, en unos momentos en que los curas, preocupados solo de la función
pastoral, no valoraban su aspecto artístico e histórico. Su acción, cuidando y
guardando algunos objetos, fue decisiva para poder seguir contando hoy en día
con ellos.
Si en aquellas décadas pudieron desaparecer algunos
elementos del patrimonio religioso, a él se debe agradecer que esto no se generalizase,
al haber hecho de la Basílica de Santa María, su verdadera casa, objeto de todo
su celo y preocupación.
Estando de acuerdo con el contenido fundamental del artículo, quero añadir algunos detalles de Manolo. Era el responsable absoluto del mantenimiento material de la Basílica, servicial y nunca servil. Había aprobado un curso de "Maestro de ceremonias" y, cuando venía el obispo a alguna celebración, Manolo le indicaba a él y al clero cuál era su lugar. Se llevó bien con las distintas generaciones de curas que pasaron por la Parroquia.
ResponderEliminarNo estoy de acuerdo en que la única preocupación de mi generación fue la pastoral. Lo expliqué en su momento al criticar la opinión de Txomin Bereciartua que nos acusaba de desidia. Tampoco con la afirmación en que faltasen elementos del patrimonio parroquial, sin especificar cuáles. Me han dicho que en algún txoko se había comentado que Edu Burgos se había se había llevado las águilas que hacían de atriles. Están en el museo parroquial.
De nuevo un recuerdo para el guardián de la Basílica, obrero de "La General", afiliado a CCOO, forofo de los club Portugalete y Remo y amante de su digna familia.Tasio.
Muy buen artículo del blog, y malo del que firma Tasio, que mejor está callado en este tema. Su preocupación pastoral fue totalmente política, y el patrimonio del templo lo despreciaba precisamente porque era rico. Solamente Chopitea y Bereciartua supieron valorar la Basílica, porque al que tenemos ahora, ¡mejor exportarlo a las Misiones diócesanas! Menos mal que tenemos a los de la Asociación de los Amigos de la Basílica.
ResponderEliminarChopitea solo valoraba su ascenso en la jerarquía, como buen jerifalte franquista que era. Eso sí, Bereciartúa era de otro régimen (el actual). Dominus bobiscum.
ResponderEliminarNo es extraño que lo confundas todo. "Dominus vobiscum" se escribe así, con la primera "V" de "vos". Tasio
ResponderEliminarVolviendo a Manolo, ya me gustaría saber porqué la Parroquia se desentendió del homenaje popular que se le hizo, hasta el punto de celebrarse en la iglesia de Nazaret.
ResponderEliminarYa sabía que "vobiscum" es con "v", pero, visto el comentario anterior al mío, me pareció más apropiado ponerlo con "b".
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