Cómo es lógico en cualquier zona portuaria, el
contrabando ha formado parte de la historia social de la Villa. El caso que
tomamos como ejemplo ocurrió el 9 de noviembre de 1845 y que acabaría en juicio, nos lo cuenta Roberto Hernández
Gallejones en uno de sus numerosos artículos sobre la vida jarrillera en
siglos pasados.
Ceferino de Urizar había ido
hacia las 5 de la tarde en la lancha en compañía del celador de arbitrios y del
médico municipal a la goleta “Sotera”, perteneciente a “Mier, Ybarra y Compañía”,
que se hallaba anclada en la Ría a realizar los trámites habituales de aduana.
Al finalizar los mismos el capitán de dicha goleta Tomás Antonio de Goitia, que
era vecino suyo, le pidió que le llevase a su casa bajo la capa un “fardito”, lo que aceptó siempre que no
fuera cosa de contrabando ya que “era un
empleado y como tal no quería comprometerse”. Goitia le dijo que no se
preocupase pues aunque fuera contrabando, “por
tener amistad con el sargento del resguardo”, no le cobraría nada por
pasarlo.
Tras saltar a tierra los dos
y el celador, les dio alto el sargento del resguardo, y “preguntando qué era lo que contenía el fardo que llevaba”, Goitia
respondió que era de su propiedad, y que no llevaba en su interior nada más que
8 ó 10 vestidos para su esposa y sus cuñadas, lo que no sirvió para que el paquete
quedara decomisado en su caseta. Como el asunto se empezó a poner serio,
Goitia, intentó sobornar al guardia con 24 duros y que no llegase a oídos de
los dueños del barco, sin conseguirlo, pues se informó al alcalde que envió al
alguacil quien incoó correspondiente expediente.
De resultas de ello Ceferino
fue condenado a 701 reales de multa lo que le llevó a demandar a Goitia por
sentirse engañado, considerando que había actuado de forma desaprensiva y con
mala fe, reclamándole además daños y perjuicios.
El expediente tras llegar a
Burgos acabó ante el juez de paz, en aquella época el alcalde, quien les
amonestó, ordenando que Goitia le pagase a Urízar 500 reales y medio, a lo que
este último se negó dando por finalizado el acto. Con posterioridad, tras ciertos
tiras y aflojas se convino en que Goitia le pagase a Urízar 320 reales, sin que
este último pudiese argumentar más derecho para otra reclamación, dejando
constancia por escrito de todo el litigio, firmando la totalidad de las
personas intervinientes en dicho juicio.
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