domingo, 14 de septiembre de 2025
RECUERDOS DEL OJILLO: LA MORERA DE RASTRILLA
viernes, 11 de abril de 2025
LAS RAICES DE UN PUEBLO SON SU GENTE: AMIGOS DEL OJILLO
Ayer tuvo lugar una
de las anuales reuniones de gente de una calle o un barrio portugalujo. En este
caso fueron los del Ojillo, la más veterana de todas, que empezaron a hacerlo
hace ya más de medio siglo, en 1969, y que aunque la edad inexorablemente va
haciendo mella, todavía consiguen reunir a una veintena de ellos.
En un mural con la recordada
morera, pintada por F. Sadaba, que ha encargado Marta, recordando a su padre
Alfre Palacios, uno de los miembros habituales ya desaparecido, los presentes
firmaron a su pie recordando que ellos están en las raíces de esa popular
calle jarrillera.
La foto inferior de
hace diez años nos recuerda a algunos que se han ido quedando en el camino y a
otros que han faltado en esta ocasión por diversos motivos que
esperamos que el año próximo no se den y puedan estar entre nosotros.
jueves, 30 de mayo de 2024
RECOGIDO DE LA PRENSA: UNA MIRADA A LA EMBLEMÁTICA CALLE DEL OJILLO
Con este título y el subtitulo, La nueva edición de los Cuadernos Portugalujos repasa la historia de la vía
Gregorio Uzquiano, Diana Martínez en la edición de EL
CORREO del día de hoy, escribe lo siguiente:
El casco histórico y su mítica calle del Medio, centro neurálgico de Portugalete durante siglos; la basílica de Santa María, inaugurada en 1580; el Puente Colgante, construido a finales del siglo XIX... La villa jarrillera cuenta con varios puntos célebres, pero si algo destaca en la zona alta de la localidad, por encima del casco viejo, es la popularmente conocida como el Ojillo, «una de las calles más emblemáticas de Portugalete», recalca Rubén Las Hayas, creador del blog El Mareómetro y fundador de la ya extinta Fundación El Abra, que hasta el año pasado se encargaba de elaborar los Cuadernos Portugalujos, una serie de librillos con historia y fotografías de fotografías de los siete siglos de la villa. Ahora el Ayuntamiento edita y financia el ejemplar, cuya nueva edición homenajea a la calle Gregorio Uzquiano, más popularmente conocida como el Ojillo.
¿Qué tiene de emblemática esta
zona? En su época dorada, en el siglo XX, «era una calle con mucha actividad»,
explica Las Hayas. Albergaba de todo. Una clínica maternal, taller de
calderería, tabernas, ultramarinos, panadería, barbería, fábrica de gaseosa y
la famosa furgoneta de reparto Sirimiri, «todo un símbolo del Ojillo de
aquellos años simbolizado por “su cacharro” de cuatro ruedas». Tal y como reza
el cancionero popular, «a la entrada del Ojillo lo primero que se ve el
cacharro de Sirimiri con las ruedas al revés».
A todo ello se suma que, al
comienzo de la calle, estaba establecida desde la década anterior la
Cooperativa de Altos Hornos. Y no solo eso. Al no existir en esa época Carlos
VII, una de las principales calles de la villa actualmente, «el Ojillo era la salida
de Portugalete. Todo aquel que saliera del pueblo o fuera al cementerio pasaba
por ahí», relata Las Hayas. Hasta contó con un servicio de autobús hasta
Gallarta.
Esta emblemática calle nació en
1881, con el aumento de construcciones de viviendas en una zona que previamente
solo era una camino rodeado de viñas y un arroyo ya entonces canalizado y
cubierto, de ahí el nombre del Ojillo, pues hace referencia a un ojo o agujero
del que mana un caudal de agua. La primera casa, conocida posteriormente como
la casa del número 16, se construyó en 1877 y, debido a la presión demográfica
originada por la industrialización, en 1883 se redactó el primer anteproyecto
de ordenación urbana como calle.
Benefactor
Ya en el siglo XX, las Siervas de
María levantaron el convento, que hoy en día se mantiene en esta emblemática
calle, colocando la primera piedra en 1913. En estas instalaciones la comunidad
religiosa ha cuidado y vacunado a la población, no solo de Portugalete sino de toda la comarca, durante años. Y asistió al
jarrillero Gregorio Uzquiano en sus achaques y enfermedades hasta su muerte en
1914, a los 72 años. En agradecimiento a la atención recibida, Uzquiano donó a
la congregación la mitad de su fortuna, con la que las Siervas de María
pudieron culminar las obras del convento. Por ese gesto, el Ayuntamiento puso
su nombre al Ojillo.
El cuaderno también repasa la
historia de la Asociación de Amigos del Ojillo, creada a finales del siglo XX y
extinta hace una década, con el fin de recuperar la historia de esta arteria.
Un pasado que renace en este librillo de treinta páginas, que se presentará hoy,
jueves, a las 19.30, en el hotel Puente Colgante, en un acto abierto al público
y con un lunch al final.
A partir del viernes el Consistorio
repartirá gratuitamente los ejemplares en Santa Clara.
domingo, 26 de mayo de 2024
EL FUTBOL EN PORTUGALETE EN LOS AÑOS 30
sábado, 25 de mayo de 2024
EL TXAKOLI DE GOYTIA
Estos recuerdos nos vienen a la memoria al descubrir entre los documentos que nos trajo Eduardo Ardanza de su bisabuelo Cecilio de Goytia, la etiqueta de una botella de txakoli con el que obsequiaba a los amigos en su finca de El Ojillo.
Como se puede apreciar, la etiqueta con fondo muy claro, de los años 20 ó 30, lleva el escudo familiar de Goytia. Cuando completemos el perfil de este arquitecto, banquero, industrial y político, procuraremos incidir en este tema, pero de momento solo nos queda la duda de si su madre Josefa Valle, pertenecía a esa familia con tradición txakolinera.
Lo poco que hemos indagado nos dice que se casó con el bilbaino Guillermo Goytia, uno de los componentes de la primera promoción de Ingenieros Industriales de España en 1856, y que aquí en Portugalete donde vivían nacieron sus hijos. Sin embargo, y por eso nos surgen las dudas, ella había nacido en Aguilar de Campoo.
martes, 2 de abril de 2024
EL NOMBRE ORIGINAL DEL OJILLO: OKILLU
José Luis Garaizabal ha realizado un exhaustivo estudio
sobre la construcción de la calle del Ojillo que hemos tenido en cuenta a la
hora de realizar el primero de los videos del mareómetro dedicado a la calle
del OJILLO que presentamos ayer (PINCHAR), que
empieza recopilando las veces que en la documentación municipal aparece el
término OJILLO.
La primera vez es,
según Goio Bañales, en 1701 y es como EL OQUILLU, para convertirse en EL OJILLO
como figura en diversas ocasiones para denominar al camino de carro (según el
grabado) llamándole camino real del Ojillo, (1761) o simplemente camino del
Ojillo que guía a Pando (1773).
En 1764 aparece también
como camino de Loxillo, Lojillo o camino del Ojillo y en 1769 José Manuel López
encuentra que pegante a la huerta del Coronel está “el camino real que sale de
esta villa para el sitio que llaman el OXILLO”.
Ya en el siglo XIX aparece
exclusivamente como OJILLO, ya sea como denominación del término, camino, rio o
calle en 1881.
En el siglo XX en los
documentos municipales la calle cambia de nombre oficial el 18 de febrero de
1914, por Gregorio Uzquiano, aunque en el Registro de la Propiedad encontramos que
el terreno donde se construyó la barriada de La Florida, llamado “Viña de la
Torre”, está situado “EN EL BARRIO DEL OJILLO”, cercano al punto que suponemos
origen del arroyo del mismo nombre.
En 1996 se registró
oficialmente la Asociación Amigos del Ojillo-Okillu Lagunak, con César Estefania
(1945-2015) de presidente y alma mater, disolviéndose en 2015, aunque como
vemos en la foto algunos siguen recordando y reivindicándolo como su patria
chica.
martes, 5 de marzo de 2024
RECUERDOS DEL OJILLO EN LOS AÑOS 40 DEL SIGLO XX

Las imágenes ofrecidas por FOTO SAEZ en 1947, nos sirve para plasmar algunos retazos
de la vida festiva en el Ojillo en los años de posguerra, celebrando San Roquillo.
Todavía algunos recordamos el tablado que se montaba a la entrada de la actual
calle Gipuzkoa, que cuando ésta se abrió al trafico se pasó a la acera de
enfrente, donde tenían lugar los actos festivos. En estas fotos aparecen personajes
muy populares de aquellos años como fueron Troski, Santi el Feo, Escudero y
Manolo Pons
En la casa de enfrente, el nº 11, Félix Fernández en la Revista El
Abra, nos recordaba a “la abuela Dorotea de Perrochico y a los Manzanares; a la
misteriosa maestra “Filo-Tricornio”; a Emilita y Carmenchu Tejada, dos hermanas
muy ordenadas que nos brindaron su buena amistad. En las lonjas se movían los
Sirimiri y Pepa la carbonera; ésta tenía una burra, que estaba picada con el
burro de Margaritetxu Aroma, la de la aldea de Lejona. Esta pareja de asnos
cuando se encontraban, se ponían furiosos y era tal su frenesí, que nos daban
un espectáculo circense.
Aunque de todas las casas del Ojillo, fue sin duda el nº 13, la que albergó
la mayor y más nutrida representación humana; fue un hervidero de gentes, todo
un parlamento de la vida cotidiana. En este teatrillo de variedades, el actor
principal fue Perrote y la vedette su hija Paqui, que era toda una hembra
atractiva y desafiante, que no se libraba nunca de piropos y miradas
indiscretas.
En esta casa, que siempre olía a exceso de habitabilidad, los bajos también
eran viviendas y en el reducido portal, obraba un zapatero artesano, que era el
animador de tertulias y el eco de noticias callejeras. Perrote era el vecino
más popular, un tipo cómico-malhumorado, que todos los atardeceres regresaba a
casa con media castaña y, escorado de beber, era cuando las pandillas de
chavales le hacían rabiar; junto a Perrote vivían otras familias numerosas
como: Los Barrios (Ángel, Elías, Gabriel, el Negus, etc.); Pajares (Félix,
Floren, etc.); Regina la sardinera, cuyas hijas menores Consuelo y Agapi,
representaron una ideal casta femenina, nadie se atrevía a tomarlas el pelo,
fueron dos mujeres de temple y coraje que nunca se acobardaron ante la pobreza
e infortunio, todo un ejemplo de dignidad; Mari Flor la hermana de los
fruteros; Fuensanta, la romántica y delicada novia, que hacía esperar horas a
su amor acotado sobre las paredes de los Aromas; Rosa y sus hijos, entre ellos,
Alfredo Bilbao, un joven divertido que no se privaba del alterne diario por los
bares de Zamorilla, Minuto, Metro y Areso. En los bajos de la casa vivían, Eusebia
de Novella, una auténtica etxekoandre, que siempre esperaba el retorno de los
suyos, sentada en la acera haciendo punto; en otra mano Uvi Ortega, Miguelín y
su hermana la monja vivían con su madre Eugenia, que siempre la vimos de luto
soportando alguna pena inolvidable o drama familiar”.
viernes, 1 de marzo de 2024
INAUGURACION FESTIVA DE LA CALLE DEL OJILLO EL DIA DE SAN ROQUE DE 1889
En el expediente C168-004 del AHMP encontramos cómo distintos vecinos solicitaron realizar festejos el día de San Roque en varios años de finales del siglo XIX.
En agosto
de 1889, lo pidieron José San José, Juan Egusquiaguirre, J. Cavia Gómez, Benigno
Larrañaga, Luis Arambarri, Severo Ribat y Gregorio Apellaniz, vecinos de la calle
llamada del Ojillo exponiendo: “que deseando inaugurar dicha Calle del
Ojillo y señalar como patrono al Glorioso San Roque. Suplican a esa superior
autoridad se digne conceder el permiso necesario con el fin de celebrar varios
festejos en el día diez y seis del corriente mes, santo del citado patrono,
según el programa que al efecto se acompaña”:
A
las 5 de la mañana se tirarán voladores que anunciarán la salida de la Música
tocando diana.
A
las 8, la Música saldrá tocando un bonito y escogido pasa calle, acompañado del
tamboril.
A
las 9, se celebrará una misa en la Ermita del patrono San Roque sita en el
Cristo; una vez concluida ésta, habrá varias fiestas como un Gallo colgado que
lo ganará aquel que lo coja con los ojos vendados y seguidamente la sopa boba y
música hasta las doce.
A
las 4 ½ de la tarde, saldrá de la calle del Ojillo la Música tocando un paso
doble hasta la campa nueva próxima al depósito de aguas, en donde se tocarán
piezas bailables alternando con el tamboril que durará hasta la noche en que se
da por fin al acto.
NOTA:
La Calle del Ojillo estará engalanada con banderas y gallardetes, y los vecinos
pondrán en sus balcones colgaduras.
La
iniciativa debió ser un éxito ya que el año siguiente de 1890 se nos dice que los
vecinos de la Calle del Ojillo con el fin de celebrar la fiesta de su patrono
San Roque han acordado verificar en dicho día las fiestas siguientes:
Al
amanecer, la Música tocará Diana.
A
las 9 de la mañana, misa Diaconada en la Capilla del Cristo.
Concluida
la misa se hará la sopa boba, el juego de la sartén y correr un gallo.
Durante
estas piezas en los intermedios tocará la música y el tamboril bailándose
también un ‘aurresco’ por varios aficionados del pueblo.
A
las 5, se situará en la Campa de San Roque o sea próxima al depósito de aguas
la música en donde se tocarán piezas escogidas de su repertorio.
Dicha
Calle del Ojillo estará engalanada con colgaduras en sus balcones y con
banderas y gallardetes la calle y además durante el día se tirarán voladores.
Y
con el fin de que esa Corporación no interrumpa el celebrar tales fiestas.
Suplican el competente permiso. Firmaron: Fernando Reimúndez, Benigno
Larrañaga, Greporio Apellaniz, Víctor Urriz, Luis Arambarri, Fructuoso
Evaristo, Antonio Casam…, Máximo Allende.
Tras
la fiesta de 1889, Fernando Reimúndez, también se apuntó al desarrollo
turístico de la Villa ya que hizo, en el
momento de solicitar la instalación de una bolera, un alegato a las excelencias
de su proyecto en la Campa de San Roque.
Pretendía construir “una tejavana pegada a la finca de los herederos de
Lejarreta y en la misma línea establecer un juego de bolos, dando con esto y la
venta de artículos de comer y beber, y estableciendo algunos juegos lícitos y
diversiones, tocando instrumentos para que con sus acordes fuera un centro de
diversión y alegría a los moradores de la villa, de sus cercanías y de muchos
forasteros que acudirían a tal centro y punto de espacioso de tal campa”.
José Luis Garaizabal Flaño
jueves, 22 de febrero de 2024
LAS PRIMERAS EDIFICACIONES DEL OJILLO
Tras el interés mostrado por la entrada sobre este tema, recurrimos a José Luis Garaizabal, que ya en su día realizó un interesante trabajo sobre Zubeldia y esta zona (pinchar), quien tiene recogidos numerosos planos del AHMP, y llegamos a las siguientes conclusiones sobre el nacimiento de la calle del Ojillo.
La
primera noticia que encontramos es de 1877 cuando Francisco de Berriozabal proyecta para Manuel
Casado la citada casa que se construye en el camino hacia
Ortuella, en su proyecto denominado “Camino del Ojillo”, y que Manuel de
Otaduy plasmó en su plano general de 1878, en el que aparece también una pequeña
construcción en la finca siguiente hacia arriba, correspondiente a una
glorieta.
Quizás
por esta fecha construiría también Laureana Menchaca, frente a la ermita del
Cristo y al comienzo del camino, una edificación, proyecto de Berriozabal,
para la casa que haría esquina con la subida a San Roque. En 1881 nuestro
prolífico maestro de obras proyecta otra casa muy parecida para Araco y Cía,
casi enfrente de la que había realizado para Casado. Como vemos en el plano
azul de 1882, junto a él existía también otro edificio de una altura, del que desconocemos su fecha, que aparece
en una fotografía de principios del siglo XX tomada desde lo alto de San Roque.
Estas nuevas edificaciones pegante a la estrada de la Pajona que unía el Ojillo
con General Castaños, pertenecientes ya a Mónica Ariño, viuda de Antonio
Gorostiza, darían paso luego al convento de las monjas.
Este
movimiento constructivo, tras el cual estaría la presión demográfica, dio lugar
a la necesidad de realizar una ordenación de lo que constituiría ya un nuevo
ensanche de la Villa, y que sería la calle del Ojillo. Con el anteproyecto de
creación de dicha calle en 1883, el nº 1 se daría a la casa de Laureana
Menchaca y el nº 2 posteriormente a una nueva casa que mandó hacer Gregoria Aguirre bajo
proyecto también de Berriozabal, que con anterioridad habia sido el n 5 del Cristo, correspondiendo el siguiente nº 4 para la casa de Rosa
Lazcano propietaria de los terrenos hasta la estrada de la Pajona junto a
Sotera de la Mier, mientras que gran parte de los de enfrente de la mano
izquierda, donde irían los números impares, eran propiedad de Laureana.
Es
por lo tanto preciso resaltar la figura de esta mujer, Laureana Menchaca
Zuluaga, nacida en 1825 y casada con Agustín Uriarte Urcullu, del que enviudó
con una hija, María Uriarte Menchaca, nacida en 1865 que sería la heredera de sus
numerosos terrenos, viñedos y casas, entre las que estaba la que hacía el nº 1 de General Castaños.
Al
vender sus terrenos del Ojillo para edificar la calle, encontramos que el
vinatero Juan Acha le compró la primera parcela para edificar su casa nº 3,
obra del maestro de obras Manuel de Otaduy, donde destaca el cuidado diseño de
los miradores de madera, al igual que en los números 9 y 11 de Francisco
Berriozabal, aunque éste en una línea clasicista mas austera, finalizando el nº
17 proyectado en 1886 por Emiliano Pagazaurtundua, con lo que según Gorka Pérez
de la Peña, toda esta mano impar aunque no tiene edificaciones de gran porte arquitectónico,
si forman un conjunto urbano armónico en un tono continuo bien ordenado, por la
disposición de miradores en el eje de las fachadas, y que sirvieron para cubrir
las necesidades de vivienda de la creciente masa trabajadora de aquellos años.
viernes, 16 de febrero de 2024
EL OJILLO DEL SIGLO XX: SU PRIMERA TABERNA
Las casas números 1 y 2 del Ojillo son las mas antiguas de
la calle, pues cuando el Ayuntamiento proyecta este ensanche lo hace empezando
desde estas dos casas que ya existían.
En concreto en el lado de sus números pares, la que
rotularon con el nº 2 (en la actualidad tras ser derribada, su solar se
mantiene vacío) pertenecía a Gregoria Aguirre y tenía a continuación, sin ninguna
alineación, la casa de Vicuña con terrenos alrededor, antiguo solar de la Torre
del Coronel, y que así estarían hasta 1924 en que se construye la casa que
actualmente hace esquina con la calle Correos, proyectada por Santos
Zunzunegui.
En la foto superior en un acto festivo en día de San Roque
de 1924, se ve la nueva casa en construcción y separada de la primera por un
espacio en la que se instaló el fielato.
Lo que tenemos claro es que la primera taberna que hubo en
el Ojillo, fue aquí y que en 1910 la tabernera era Eufemia Aqueche, y se
anunciaba “para los forasteros” como “situada a la subida del frontón”, suponemos
que dirigido a los que venían a los partidos del frontón La Estrella.
No disponemos de mas noticias de ella y ya en 1928 se
empadrona en la Villa Secundino de Areso Albizu, natural de Baracaldo, quien a
continuación aparece al frente del mismo.
A lo largo de los años 30 su anuncio se repite en los
programas de fiestas, como Café, Bar y Licores. Café especial exprés. También
se anuncia como fabricante de gaseosas.
Como novedad con otras tabernas de la Villa, nos recuerda
que disponía de teléfono (Locutorio público) y Depósito de gasolina y petróleo.
Efectivamente como vemos en la fotografía, enfrente de su
bar estaba el surtidor de gasolina que era atendido por él.
No sabemos las causas de su desaparición, pero tras la
guerra con la nueva década de los 40, el bar entra en una nueva etapa con el
nombre de EL KILOMETRO, del que nos habló Juan Fermín Lopez Markaida en este
blog. (pinchar).
miércoles, 14 de febrero de 2024
EL OJILLO DEL SIGLO XX: LA ALPARGATERÍA
Sería en 1906 cuando llegaron a Portugalete Raimundo Pérez Fernández,
de 35 años y su esposa Juliana Rojo Nieto, ambos naturales de Ventosa (Logroño)
que se establecerían en la última de las casas de la hilera de números impares
del Ojillo construida en torno al año 1900.
No sabemos si empezaron fabricando sus propias alpargatas,
un calzado muy popular en aquella época, pues uno de sus anuncios decía FABRICA
DE ALPARGATAS, y en la fachada de su casa (actualmente el bar-restaurante Las
Tablas) en una foto de los años 20, también se adivina dicha inscripción. De
todas formas además de alpargatas de todas clases, tamaños y dibujos, anunciaban
cordelería, cañamos y telas para alpargatas y trenzas.
En un anuncio de 1928 especificaba que tenían “Depósito para
Vizcaya de la Alpargata Argentina”.
Entre los fondos fotográficos que en su día puso a nuestra
disposición Marinita Pérez, su nieta, no encontramos foto de su abuelo y si de
Juliana Rojo, popularmente “la alpargatera” en su época, que hemos recogido arriba.
El único hijo que tuvieron, Raimundo Pérez Rojo, que se
casaría con la gallartina Concha Diez Aldama, fue el continuador del negocio,
añadiendo ya el segundo apellido para diferenciarse de su padre. Aficionado al
tiro al plato y a los coches, según recogen las fotografías inferiores, junto
con su mujer de gran espíritu emprendedor, abrió comercio en la calle del Medio
de tejidos y calzados. A su muerte en 1948, Concha “la alpargatera” continuaría con sus hijas Emilia y Marina, a la que a pesar de la edad la seguimos llamando
“Marinita”.
miércoles, 7 de febrero de 2024
APUNTES PARA LA HISTORIA DEL OJILLO: EL TALLER DE JOSE URIARTE
Preparando la historia del Ojillo, su cambio urbanístico, sus comercios, industrias y la vida de sus gentes, nos encontramos con las fotos que hace ya tiempo nos facilitó José Uriarte.
La calle de El Ojillo que nació como ensanche de la Villa al finalizar el siglo XIX (oficialmente se la bautizó así en 1885) fue durante una parte importante del siglo XX algo más que una calle, que abarcaba las campas de su entorno, la de San Roque en su parte superior, o la campa huerta de los Aroma (antigua “campa de los aldeanos” de Miren Vicuña), la huerta de Rastrilla con la morera y detrás el pabellón del taller de los Pradas. Allí cerca estaba también la fábrica de gaseosas Berriatua, que competía con Sirimiri situada en la mitad de la calle.
Perdió su nombre oficial en 1914 al quitárselo el benefactor Gregorio Uzquiano (aunque popularmente siguió siempre siendo El Ojillo) y la construcción de los principales edificios pares de la calle empezaría en los años 20 surgiendo así, siguiendo el plan de futuro ensanche, un cantón sin salida, denominado oficialmente Travesía de Gregorio Uzquiano, (actualmente Correos) en el que había varias tejavanas de Herminio Álvarez, con su leñera, carbonería en el nº 5 del Ojillo, el chatarrero Molinuevo, el del bar de la calle Santa María frente al ayuntamiento, donde en las fiestas de San Roque se guardaban las vaquillas y frente a la estafeta de correos tuvo su taller el tallador José Uriarte, al que se le llamaba el tubero, pues hacía herrajes de lápidas para el cementerio de Pando.
En el programa de fiestas, se anunciaba como taller de mosaicos y construía cruces y sepulturas para el cementerio. La foto de su panteón familiar que nos facilitó la hemos colocado sobre el anuncio. A finales de los años 50 se trasladó junto al cementerio, figurando sus oficinas en la calle Zubeldia.
En la segunda foto que nos ofreció aparece con el palo ente las manos, en una procesión de Semana Santa .
martes, 30 de mayo de 2023
RECORDANDO A AQUELLAS MUJERES DEL OJILLO DE LOS AÑOS 50 Y 60
Recogemos hoy otro fragmento de los recuerdos del Ojillo de Juan Fermín López Markaida recordando a mujeres de esa calle en las décadas de los años 50 y 60 del siglo pasado:
En la calle había dos maestras que daban clases particulares en sus casas. En el nº 2 de Correos, Teresa, maestra en Zubeldia (en el piso superior lo hacía también Ángel Sádaba) y la recordada Filomena Troconiz (doña Filo), con su sonrisa displicente, en el primer piso del nº 11.
Teníamos a tres parejas de mujeres tejedoras, trabajando en sus domicilios. Las hermanas Menés, en la entreplanta del nº 1 de Correos, las modistas Ana Mari y Pili Benito Díaz de Mendivil, en el nº 15, y las también hermanas María Ángeles e Irene, que tejían jerseys de punto, en el primer piso del nº 12.
Igualmente recordamos, en el nº 7, a Pili Millán trabajando en su casa no solo para sus necesidades familiares, sino para amigos y clientes, cogiendo también puntos a las medias y después, acondicionado el primer piso con electricidad, montó su taller Mari Carmen Peñarredonda, que vivía en el nº 17, con una máquina de tricotar, bien ruidosa por cierto, y que queda en el recuerdo de todos los que vivimos en la calle en aquellos años. Allí bajo el titileo de la macilenta luz, hacían jerseys y chaquetas de punto para vender.
Bravas mujeres todos ellas, cuando su contribución al trabajo por cuenta ajena eran tan precario por escaso, poco apreciado y reconocido y que sacando su coraje se establecían por su cuenta como autónomas, emprendedoras las llamaríamos hoy, al adquirir algunas máquinas de tricotar.
Pero también tenemos que mencionar a otras con dedicaciones tan diversas como Martina, la colchonera, Concha Díez, la alpargatera, del nº 17 o Doña Clara, la comadrona o partera del primer piso del nº 6, que acudiendo a las casas durante el parto trajo a este mundo a mucha gente del la calle.
En el nº 3 vivía Paca, la estanquera en la estación de la RENFE, y que a primera hora de la mañana abría la cantina para los obreros de los trenes mañaneros. Su nieta Mari Cruz Soriano, que estudió en el colegio del Carmen y en el Conservatorio de Bilbao, hizo periodismo, destacando como locutora de radio y presentadora de TV.
Y atendiendo tras el mostrador de su establecimiento, de abajo a arriba de la calle, en su kiosko de periódicos del Cristo, Sofi Elosua, en el nº 1 Angelita Suberbiola con su carnicería y Carmen Santacoloma en su pescadería, en la bodeguilla de Acha, en el nº 3, a Gregoria, en el nº 7 a Lucita Soto, con su mandil blanco siempre impecable, expendiendo morcillas que ella preparaba cociendo en caldera, sangre de cerdo y vacuno, grasa o manteca, arroz, sal generalmente y especias (mostaza, pimienta), que la embuchaba en tripa de marrano.
Junto a Lucita, en la panadería La Estrella de Josetxu Palacio, recordamos a Pili Millán, que vivía en el tercer piso, donde su silueta era habitual en la galería acristalada que daba al Ojillo, haciendo sus labores de costurera (ropa infantil y arreglo de puntos en las medias.)
Más arriba en el nº 13, Alicia Novella, con su mercería, mujer hacendosa y buena comerciante, y a continuación la tienda de coloniales de las hermanas Consuelo y Beni Vegas, con su hermoso mostrador del fondo de la lonja atendiendo al público con cercanía y amabilidad. A su derecha en el nº 15, la tienducha de Celes y luego de su sobrina Begoña, un humilde infranegocio, que simultaneaban con vivienda. La cocina separada de la estrecha tienda por una antepuerta y cortina entreabierta tipo visillo. Buena y trabajadora, gente sobria y austera que se granjearon el cariño de sus vecinos.
En la otra acera de la calle, con menos actividad comercial, recordamos a Flora, en el supermercado de Manolo, esquina de la entonces incompleta calle llamada Calvo Sotelo (hoy Gipuzkoa), donde teníamos a María Luisa en el bar Urduliz, junto con su esposo Agustín Saitua y a Araceli Iturralde (Txeli) en el Sopelana, nombre que le pusieron al inaugurarlo porque venían de llevar el bar del frontón casino de Sopelana.
A todas ellas, y a las que nos hayamos dejado, un emocionado recuerdo.
viernes, 19 de mayo de 2023
LA DESAPARECIDA CASA Nº 16 DEL OJILLO
Para los Amigos del Ojillo, que ya peinan canas, la casa nº 16 era la última de los números pares de dicha calle. Desapareció hacia 1969 para posteriormente construir el bloque actual. Hoy entresacamos los recuerdos sobre ella de Juan Fermín López Markaida:
Con este portal nº 16 se acababan los edificios del Ojillo por la acera de la derecha. El nº 14 lo ocupaba el convento de las Siervas de María, que en el detalle del plano municipal de 1950 lo señala como Colegio, separado por un callejón metido que daba acceso al huerto de Gorostiza con un muro, a la izquierda de la entrada al convento. Cuando este propietario se deshizo de la huerta, que el citado plano recoge perfectamente, ese tramo anejo lo adecentó, le cementó, lo cubrió y preparó un garaje donde metía un Seat 600 blanco.
Al otro lado de la casa y a continuación, haciendo esquina, nos encontrábamos con la pared o albarrada de la huerta de Goros por la que nos encantaba trepar, encaramarnos y meternos por aquel lateral discreto de miradas, dejándonos perder por dentro con investigaciones y descubrimientos que nuestras mentes de niños elevaban a la enésima potencia pues en realidad no encontrábamos nada digno de mención, nada relevante.
Este portal nº 16 presentaba la peculiaridad en la calle de carecer de lonjas de negocio que en su lugar eran bajos que estaban habitados. Disponía de un amplio patio delantero, ancho relativamente y todo a lo largo que abarcaba el solar de la casa. El portal, en medio, daba acceso a los dos bajos y a los tres pisos altos.
En el bajo izquierda, vivía Martina la colchonera que deshacía colchones de lana, pues ésta se había apelmazado, encima de una manta en el suelo. Echaba la lana después de haber descosido la funda y por medio de unas varas largas de avellano de unos 2,2 m. de largo y un grueso de 2 cms. varearla continuamente, dejándola suelta, deshaciendo las bolas que se habían formado, dando vueltas ella alrededor de la manta para abarcar mejor la superficie del vareo.
Una vez ahuecada la lana la introducía de nuevo en la funda, cosía ese lateral corto de la descosedura y ya estaba el colchón de lana de oveja.
La costumbre de los críos de chutar el balón contra el muro de la clínica del Dr. Savín enfrente de la calle, cayendo muchas veces en su patio y llegando a romperle alguna vez los cristales, conseguiría sacarla de quicio.
Enfrente en el bajo de la derecha, vivía una seria y resignada mujer que creemos que se ganaba la vida fregando las escaleras de las casas.
En los pisos superiores vivían Maximiliano Galiana, enterrador en el cementerio de Pando y bombero, así como Martintxu, colaborador de este blog, nieto por línea materna de Martina, las familias Gorostiza (dueños de la huerta colindante), Landaburu, Pastor (con sus hijos Iñaki y Juanjo) y las hermanas Carcedo.
miércoles, 8 de febrero de 2023
RECUERDOS DEL OJILLO (8): EL Nº 12
En una entrada anterior Pedro Llinares nos habló de LOS LLINARES DEL OJILLO EN LOS AÑOS 50 DEL SIGLO PASADO, y relataba todos los vecinos que en aquellos años vivían en esta casa
del Ojillo construida junto al convento de las Siervas de María en 1947.
Hoy completamos el tema con los recuerdos de Juanfer López Markaida, quien nos dice
que esta casa fue construida por cuatro socios, tres socios
industriales, un albañil, un electricista y un fontanero y como socios
capitalistas los hermanos Alejandro y Fermín López Najera.
Estos se quedaron con dos pisos y con las
dos lonjas, actualmente ocupadas por Oscar Atillo, de Fisioterapia y el bar
restaurante El Txangurro.
En la de este último metían los Hnos López Nájera el camión de 9,8 tns de color rojo, marca REO y un FOR Thames Trader para reparto de vino a granel como mayoristas que eran, en envases de madera, barriles, (110 L), cuartas (325 L), pipas o bocoy (640 L), pellejos (88 L), garrafones (16 L), y un coche Mercedes descapotable negro con capota de tela negra abatible manualmente. También llegó a meter allí Antonio Puente su moto.
El camión de reparto llevaba conductor y ayudante. El chófer Eustaquio Hormaetxea, alias Gernika, pues era de esa villa y su compañero Alberto Comunión Gómez, cuñado de mi aita Fermín. La maniobra para meterlo en aquella lonja tenía su punto de dificultad por la anchura y largura del vehículo que le hacía tener que meter el morro en la acera de enfrente para coger ángulo de giro y retroceso. El tabique del fondo en la lonja daba al patio trasero de comunidad y una ventana lateral a un patio interior común a otra lonja que en 1951 estaba la academia San Antonio.
En el Ojillo entonces había poco tráfico. Además de dichos vehículos, algún camión como el de trasportes BIOK de Dioni Urrutia de la tienda de coloniales del nº 5, las camionetas de reparto de Sirimiri y Berriatua, o el camión de Carmelo Acha descargando en la bodeguilla y poco más. Aparte de algún burro con su basto, el carro de Herminio el carbonero y eso sí el que no faltaba a la cita de la mañana y de la tarde el autobús de Gallarta
Posteriormente en esta lonja, López Nájera montó el bar restaurante El Ojillo y puso al frente del mismo mediante el pago de un alquiler a Marcelino Macho, hijo de Arsenio que explotaba el bar El Kilómetro.
En la lonja superior Antonio Puente, exfraile
y maestro de primaria, tras múltiples impedimentos del Ayuntamiento presionado
por los frailes menesianos, la escuela pública y el Patronato del Carmen, alquiló
la lonja por 150 pts al mes y al de pocos años cogió el primero izquierda donde
nosotros vivíamos pasando entonces al otro piso, el tercero derecha.
Tras la historia de la Academia San Antonio, y a la muerte de “Don Antonio”, los dueños Hnos López Nájera le vendieron en 1991 la lonja al recordado Prudencio Torres Sertucha.
Pruden continuó el negocio de colchonería de Ambrosio Saitua Sangroniz natural de Sopelana que llegó al Ojillo en 1953, con su mujer Luciana Arteta de Urduliz y sus tres hijos.
A Ambrosio en el nº 10 le recuerdo peleando con la lana de
oveja para su confección y aquellas telas listadas colores
rojas y blancas o azul y blancas, sin que fueran sus hijos Juan o Jesús quienes
lo continuaran sino Pruden.
A Pruden que murió hace dos años y a Ambrosio los incluimos en la foto superior del Ojillo.
miércoles, 25 de enero de 2023
RECUERDOS DEL OJILLO: (7) EL CACHARRO DE SIRIMIRI
Siguiendo con los recuerdos de Juan Fermín López Markaida, se para en la entrada de la actual
calle Gipuzkoa, entonces Calvo Sotelo, que recogemos en la foto superior.
Allí había un banco de piedra que se aprecia en la foto y
en el chaflán de la calle junto al muro del solar vacío, una fuente, ya en
aquellos años sin agua. En dicho solar la fábrica de Gaseosas Sirimi que
cerraría hacia 1965, metía su camioneta de reparto, de la que no encontramos
ninguna fotografía.
En sus recuerdos del Ojillo, Kotetu Sirimiri, que trabajó en dicha fábrica de gaseosas, decía
que en ese lugar tenían unos cobertizos donde guardaban las dos pequeñas
camionetas que tenían para el reparto y también almacenaban los fardos de paja
para el burro.
En ese terreno se construyó en 1956 la casa nº 8, que era
la única en la calle que tenía ascensor y a la cuadrilla de los más pequeños,
los de la década de los años 50, les entusiasmaba entrar en aquel portal,
contemplar y experimentar con aquel artilugio automático mecánico tan novedoso.
Consecuencia de dicha edificación, el desvencijado cacharro de Gaseosas Sirimiri, dejó de tener su sitio de aparcamiento recogido y pasar a tenerlo desprotegido, para regocijo de algunos dúos de arrapiezos que hicieron su juego preferido de el. Juan Angel y Mogollo por un lado, Juanito y Marquitos por otro, eran esas parejas con ánimo de fuertes emociones a cuenta de aquel vehículo de cabina verde y cartolas de madera raída.
En cierta ocasión se les ocurrió quitar el calce, la cuña
de las ruedas de la camioneta, que estaba aparcada enfrente de la fábrica, en
el nº 11, y este suavemente empezó a deslizarse cuesta abajo
Afortunadamente unos brazos ágiles, poniendo la carretilla
que Frias solía tener en la acera delante de su tienda de comestibles del nº 9
y un bordillo de andén generoso consiguieron detener el vehículo.
Sin embargo en otro episodio la otra pareja con más
arrojo, se les ocurrió la experiencia de subir a la camioneta y jugar con el
volante moviéndolo como si condujeran. En esta, pues el copiloto que algo
también debía hacer para colaborar, le quitó no sin esfuerzo el freno de mano.
El vehículo empieza a moverse, el piloto que no llega con el pie a poder
utilizar el freno de pie pues la pierna no le da, no alcanza, y el concomitante
que no tiene suficiente fuerza para apretar la palanca del freno de mano y el
cacharro de Sirimiri que comienza a descender cuesta abajo
El par de críos consiguen saltar del vehículo, pero este
choca contra la acera del supermercado de Manolo, se endereza y sigue su
recorrido que se aprecia en la foto superior y acaba en la siguiente esquina
del Economato , frenando en seco.
Los emuladores de Fangio salen por patas, zumbando pero
sin ningún percance digno de mención.
Amén
jueves, 19 de enero de 2023
EL OJILLO DE POSGUERRA: LOS JUEGOS INFANTILES (6)
Las fotos
superiores nos sirven para encabezar esta entrada recogiendo fragmentos de las Vivencias de la calle barrio de El Ojillo,
de Juan Fermín López Markaida que venimos ofreciendo en este blog.
Estamos en la calle Gipuzkoa, entonces
denominada Calvo Sotelo. Por la derecha donde moría la acera de la casa del
portal número 2 hasta el taller de Pradas eran campas y por la izquierda desde
donde se acababa la acera del número 3, hasta la tapia del convento de las
monjas, casi en Carlos VII, lo mismo pues todo era terreno yermo, sin cultivo,
un erial.
Por estos andurriales era por donde nos desenvolvíamos,
para nuestras múltiples actividades de ocio y recreativas, no exentas de ingenio
y creatividad. En resumen el patio de recreo perfecto para jugar y disfrutar de
diversos juegos:
1) A la güitera.
Con los huesos o güitos de los albérchigos, a meterlos en el agujero o güitera.
2) Al hinque. Con
un hierro en punta, de unos 20 ctms, que nos facilitaba un tal Enrique del
taller de Pradas, cuadriculábamos un espacio en el suelo y desde la salida y
sin poder moverte lo pies, desde allí tenías que ir clavando el hinque en los
distintos cuadrados del suelo. El que fallaba a la cola a esperar tanda.
3) A correr el
aro. Con una guía empujábamos, sin caerse el aro de hierro, dirigiéndonos y
corriendo detrás de él. La guía acababa en una especie de U en el extremo que
era la que equilibrada el aro.
4) Al burro
seguido. Los chaveas según sorteo, unos se agachaban sin flexionar las rodillas
y otros saltaban por encima de un blinco con las piernas abiertas.
5) Al txamplón.
Un pedazo de mármol al que dábamos forma redonda desgastando en el bordillo de
la acera. Se lanzaba y el contrincante tenía que pegarle, por turnos.
(………… y para que cada cual exprima sus
recuerdos, prescindo de la explicación de Juanfer….. )
6) Al tanque la
maza.
7) Al escondite.
8) A tres navíos
en el mar.
9) A la comba.
10) A las gomas.
11) A las tabas.
12) A la trompa.
13) Al palo y
palillo.
14) A espadas.
15) Al
tiratacos.
16) Al
tirachinas o tiragomas.
17) Al futbol.
18) Al arco con
flechas.
19) A la pelota
baska.
20) A la
goitibera.
21) A canicas.
22) A corto y
escucho.
23) Al pillo y
pilla.
24) Al
pañuelito.
25) A la
gallinita ciega.
26) A
guerrillas.
27) Al trúqueme.
28) Al corro de
las patatas.
29) A las
chapas o iturris.
30) A infierno
o campo quemado.
31) Al chorro,
morro, pico, tallo, que.
32) Al soldado
inglés.
lunes, 9 de enero de 2023
EL OJILLO DE POSGUERRA: LA CALLE CORREOS Y SUS CAMPAS (5)
Tras la entrada dedicada a la casa de la panadería de Menes, en el nº 1 de la calle Correos, Juan Fermín López Markaida, extiende sus recuerdos a los siguientes números nones de esa calle en aquellos años:
En esa acera nos encontramos con varias Tejavanas y en una de ellas, el nº 7, Herminio Álvarez, el carbonero, metía allí el burro, el carro y tenía el depósito de leña para prepararla para su posterior venta en la leñería, carbonería, de la lonja derecha del nº 5 del Ojillo.
Junto a él estaba el chatarrero Molinuevo, el del bar de la calle Santa María frente al ayuntamiento, y donde en las fiestas de San Roque en agosto se guardaban las vaquillas que se iban a correr esos días. La foto inferior corresponde al encierro de 1950.
Así mismo frente a la estafeta de correos tenía su sitio el tallador lapidario del pueblo, José Uriarte, al que se le llamaba el tubero, pues hacía herrajes y clivaje de lápidas para el cementerio de Pando.
Pasada esa tejavana teníamos la campa huerta de los Aroma (antigua “campa de los aldeanos” de Miren Vicuña), la huerta de Rastrilla con la morera y detrás el enorme pabellón del taller de los hermanos Pradas y que iba desde la calle Correos a la entonces denominada Calvo Sotelo, actualmente Gipuzkoa.
La morera y la huerta en la que se encontraba, estaba al cuidado de un tal Novella, que era el que, mecachis, reñía a los chavales que se acercaban por allí con sus juegos. En ocasiones nos ponían para dificultar el acceso algunas vallas que al fin las dejaron por aburrimiento e imposibilidad de controlar aquel aluvión de jovencitos juguetones. Abandonaron las huertas como cultivo y aquello quedó despejado todo para nosotros. La morera nos daba también algo muy interesante para algunos de nosotros que no era otra cosa que sus hojas. Sí, sus hojas nos venían de maravilla para los que teníamos gusanos de seda en casa en una caja de zapatos y así darles de comer.
En aquellas campas teníamos unos cientos de metros estupendos para jugar partidos de fútbol, con dos piedras como marco de porterías, o la chaqueta o jersey colocados en el suelo bien doblados, para evitar discusiones si había entrado el balón o pegado en el poste. Ené ama que jaleo se preparaba.
En una palabra, tanto por la calle de arriba o por la de abajo de Correos, estábamos rodeados de huertas y campas que utilizábamos como jolastoki, una bicoca. Todo un recuerdo del pasado, con un ambiente rural en Portugalete, todavía solo hace 70 años.
En la foto que encabeza esta entrada, a la izquierda, de Elosua desde su casa del Ojillo, con la leñera de Herminio, la campa de los Aroma y la huerta de Rastrilla con su morera delante del taller de Pradas. A la derecha con Juan Uría y su esposa Emilia Aroma con su hija Maritxu, en la parte alta de su campa con el cine Ideal detrás y la fábrica de gaseosas Berriatua. Debajo Alfre Palacios, con su abuela y hermanos, y la morera de Rastrilla detrás, y los pequeños Fidel Leza y Juanjo Uría, con sus respectivos balones y la calle Correos abajo.