lunes, 13 de mayo de 2019

EL LENGUAJE POPULAR DEL SIGLO XIX: BLASFEMIAS




La entrada de hoy recoge un caso de blasfemia, según la idiosincrasia religiosa de dicho período histórico, no estando exento de cierto matiz jocoso.

Como los demás casos nos lo cuenta Roberto Hernández Gallejones, y aparece en un expediente de 1858 que contiene un juicio de conciliación y de paz figurando Telesforo de Balparda presbítero y cura beneficiado de la iglesia parroquial de Santa María, en calidad de demandante, y como parte demandada Pedro de Carranza, a causa de las injurias vertidas por este último

Habían tenido lugar en la tienda de Martina de Larrazábal, cuando la criada de esta señora y María Jesús de Suárez, le preguntaron “a ver qué hacía allí” ya que estaban diciendo misa en la ermita del Santo Cristo del Portal “a cuenta de las votaciones”, a lo que respondió que “a ver si no podía estar allí”, “que fuese a la misa quien la desea, repitiendo que se cagaba (sic) en la misa y quien la decía”. Al ser reprendido por las palabras tan gruesas que había proferido, para que tuviese más consideración con las personas que había citado, “que eran los sacerdotes”, replicó que “se cagaba (sic) en todos y en las coronas”.

El declarante que era precisamente quien celebraba el sacramento de la misa en la ermita en tal fecha, consideraba que lo sucedido era un “hecho criminal, sacrílego y escandaloso, que ultrajaba y vituperaba en sumo grado, primero el misterio más tremendo de nuestra sacrosanta religión, como es el incruento sacrificio de la misa, y segundo, a sus dignos ministros...”.  

Se llegó al acuerdo, además de apercibirlo para lo sucesivo, de que Pedro de Carranza debía estar 15 días recluido en la Casa Consistorial y al cabo de los cuales tendría que acudir a presencia los dos únicos párrocos de la localidad, y a la tienda de Martina de Larrazábal y en presencia de la criada de la señora Larrazábal y de María Jesús de Suárez, pedir perdón por su actitud y por las expresiones injuriosas vertidas. 

1 comentario:

  1. Otra tradición muy jarrillera, que afortunadamente no se ha perdido.

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