jueves, 23 de mayo de 2019

EL SERVICIO DEL PASAJE DE BOTES EN EL SIGLO XIX





La existencia de boteros del pasaje de la Ría, se remonta a finales del siglo XV, un servicio que se sacaba a remate y que fue objeto de números pleitos. Del trabajo de Roberto Hernández Gallejones, El pleito a causa de la barca de pasaje de la ría en el siglo XVIII y otros extremos a cuenta de los boteros, nos centramos en un botero llamado José Ignacio de Egusquiza.

En 1847 decía que era residente en Las Arenas y que era el rematante del bote de pasaje de las anteiglesias de Getxo, Berango y Lejona por la cantidad de 800 reales y se quejaba de que algunos vecinos de Portugalete se dedicaban a pasar gente en botes pequeños, opinando que se trataba de una competencia totalmente desleal.

Los portugalujos realizaban dicho cometido de forma no continuada, y sin contribuir económicamente, es decir, sin someterse a ningún tipo de remate. Egusquiza aseguraba que eran embarcaciones que no presentaban unas características adecuadas para desempeñar tal servicio.

El ofrecía abonar a la “caja común de la Villa 900 reales para los tres años que le restan, es decir, trescientos reales en cada uno, pasar la gente de la misma por 4 maravedíes cada persona y otros tantos por cada carga de colada, y dos reales por cada caballería en horas regulares, esto es desde que salga el sol hasta que se ponga, según costumbre anterior, con la circunstancia de que V.S. prive dedicar en tal ejercicio a sus vecinos y residentes”.

Por las condiciones del remate firmado por el alcalde de entonces Pedro de la Bodega, el 6 de abril de 1847, sabemos que cuando se celebraban romerías o festejos en los pueblos de la otra orilla, los boteros podrían, como tenían por costumbre, trasladar a la otra ribera a todas aquellas personas que lo deseasen, además de que también podrían acudir a servir el tránsito del Abra los tripulantes de las lanchas y embarcaciones menores del puerto de Portugalete, sin que se lo pudiese impedir dicho rematante.

Estaba establecido que el servicio no podría dejar transcurrir más de media hora de una “pasada a otra” y a los pasajeros se les debía tratar “con el mayor agrado, ayudando a embarcar y desembarcar a los mismos, igualmente que a los ganados y cargas que conduzcan”.

En las tarifas, además de los 4 maravedíes por persona, encontramos también 2 reales por caballería mayor, 1 real por cabeza de ganado vacuno, 8 maravedíes por ganado lanar o cabrío, 16 por los cerdos, ….

Si como hemos visto entre las condiciones del remate del servicio se recomendaba “tratar a los pasajeros con el mayor agrado” en 1848 se produjo la queja del cónsul británico de Vizcaya, que a la sazón residía en la Villa contra José Ignacio de Egusquiza, ya entonces vecino de la Villa y arrendatario de la barca de pasaje. El súbdito de su Graciosa Majestad manifestaba que había sido continuamente insultado por el referido paisano, y hasta el extremo de amenazarle con ademanes que indicaban quererle pegar, por lo que deseaba se le amonestase por su conducta....”. El demandante añadía además que el injuriante era de “carácter díscolo, pendenciero y provocativo...”. Según se desprende de la lectura de este texto el botero tenía muy mal comportamiento con todos sus clientes, tal como lo corroboró el Comandante de carabineros de Portugalete.



Para conocer la situación de este oficio centenario en la actualidad, recomendamos leer el trabajo http://www.euskomedia.org/PDFAnlt/zainak/33/33159179.pdf
que pretende dar a conocer el modo
 de vida y la visión que los actuales 
y últimos boteros de la Ría de Bilbao 
tienen de su trabajo.
Recoge la relación de todos ellos.










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