José Luis
Garaizabal ha realizado un riguroso trabajo
de investigación sobre las antiguas marismas de Sestao, que publicaremos
integro en la Biblioteca Digital Portugaluja y del que empezamos hoy
adelantando un pequeño resumen:
Las Marismas de Sestao o Sestape, que se extendían hasta el
límite oriental del Concejo de Sestao conocido como La Punta, y que eran
inundadas por las mareas dos veces al día, pertenecían a la jurisdicción de la
Villa, pues los límites fijados por la carta fundacional a lo largo de la ría
llegaban hasta Luchana. En el siglo XVIII, tras fundar los carmelitas en dicho
lugar de La Punta su convento del Santo Desierto de San José de la Isla
comenzaron las labores de desecar una parte de las marismas construyendo un
muro y creando un complejo sistema de riego con agua salobre y con las aguas “llovedizas”.
Aunque hubo algún proyecto trazando el curso de la ría desde
la desembocadura del Galindo, totalmente pegado a Sestao dejando San Nicolás en
la margen derecha, la construcción en 1751 desde el muro del convento de los 2.600
metros del Muelle de la Benedicta o Venerita, y otro en la orilla opuesta,
encauzó de forma rectilínea las aguas de la ría facilitando un calado estable,
mientras el brazo antiguo pegante a Sestao se fue cegando.
En 1816, se produjo el primer ataque a los derechos de
jurisdicción de la Villa, tras haberse segregado de los Tres Concejos del Valle
de Somorrostro y constituido como Ayuntamiento independiente en 1805, la
pequeña aldea de Sestao constituida por 70 caseríos con 340 habitantes.
El hecho fue que el alcalde de Sestao “aprehendió dos buques franceses en el surgidero de San Nicolás o sea
en el Desierto, porque extraían varias sumas de dinero”. O sea, contrabando
de moneda. Tras la protesta de nuestro Ayuntamiento y el posterior juicio, quedó
claro que solo nuestro alcalde tenía la facultad de visitar y registrar los
buques desde la Barra hasta Luchana y así lo comprobamos en ocasiones como en
1847, el día 16 de Julio, festividad de la Virgen del Carmen (Patrona de Sestao
y Barakaldo) precisamente para que las gentes que acudían en romería del Carmen
a La Punta pudieran presenciar el paso de la lancha portugaluja durante la toma
de posesión con las varas en alto. El documento que certificaba la visita
finalizaba con el protocolario “sin la
menor protesta ni contradicción de persona alguna”.
Tras la promulgación de las leyes de desamortización de
Madoz, en 1860 las marismas comprendidas entre el Desierto y Portugalete fueron
declaradas en venta, siendo descritas en el inventario como “unas marismas sitas en jurisdicción de
Portugalete, denominadas de Sestao, procedentes de bienes del Estado,….”.
En la escritura de compra-venta de adjudicación a la Sociedad Castet Hnos. de
Portugalete, en 1866, se vuelve a recalcar que “radican en jurisdicción de Portugalete” y Portugalete apostillaba que “el Ayuntamiento de Sestao no pudo ignorar
una venta pública y sin embargo calló”, inscribiéndose en el Registro de la
Propiedad de Balmaseda, como “sitas en
jurisdicción de Portugalete”,lindando “al
Oeste con la costa de Sestao y Portugalete” y “siendo los puntos citados como límites o angulares, el confín del
muelle viejo, punto próximo a la fuente de la Canilla y el morro de la
Benedicta”.
En estos años a instancias de los Castet, que habían
instalado una importante industria ostrera en estas marismas, el alcalde de
Portugalete nombró, con la aprobación del Gobernador Civil, guardas jurados que
juraron sus cargos ante él y los juicios que tuvieron lugar relacionados con el
robo de ostras y almejas lo fueron ante
el Juez municipal de la Villa, siendo el Juez de Sestao quien cumplimentó los
exhortos con la notificación a los reos, ya que algunos eran vecinos de Sestao.
Consecuencia también de la jurisdicción de la Villa en esta
zona de la ría fue que al realizar en diciembre de 1877 el censo general de
población, todos los tripulantes de los buques surtos en la Ría hasta Luchana
se inscribieron en la Sección 5ª de la Villa de Portugalete.
Toda esta zona, tras el cierre del Convento del Desierto en
1837, empezó a sufrir grandes trasformaciones con la instalación de los
complejos siderúrgicos y de construcción naval, que llevarían consigo la última
pérdida del antaño “pequeño imperio” del que hablaba Ciriquiaín en su
Monografía. Se había perdido la Chicharra en 1866 y con ella se fueron todos
los terrenos entre ese barrio y el arroyo Peñota. El penúltimo golpe había sido
la pérdida de su parte en los Montes Altos de Triano.
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