Estamos ante un médico que destacó en el campo de la cirugía ginecológica, y si muchos portugalujos le recuerdan por su clínica del Ojillo, compañeros que trabajaron con él tanto en la sanidad pública, en Portugalete como el Dr. Ángel Alday o los que lo hicieron en Libia, le consideraron una verdadera eminencia en el quirófano.
Había nacido en Gallarta y como muchos otros portugalujos “bajaron del monte” para establecerse en la Villa. Su abuelo, un ingeniero de minas italiano, Antoni Savinni, había venido a trabajar aquí donde casado con una joven vascofrancesa, creó la familia Savin o Sabin, según el gusto de cada descendiente. Y su padre Federico Savin Echevarne (1885-1968) casado con Ángeles Fernández García (1888-1979) nacida en Santurce, se preocupó de que su hijo pudiera seguir su vocación por la medicina enviándole a estudiar a Valladolid.
Jorge
destacó ya en sus estudios de medicina con notas muy brillantes y fue allí
donde le sorprendió el estallido de la guerra civil, siendo incorporado a los
servicios médicos de batallón de requetés Tercio de Begoña donde fue herido en
el pecho por la metralla de una bomba.
Quizás
al ser hospitalizado en el Hospital de San Juan Bautista conoció a la que luego
sería su mujer Guadalupe Barroso González de Durana (1917-1995) que prestaba
servicios de enfermera. Hija de Rodrigo Barroso Tuduri con tienda de zapatos en
la calle del Medio y luego otras de tejidos, había nacido en La Arboleda poco
antes de que la familia se trasladase a la Villa. En el recuerdo familiar quedó
el hecho de que en los primeros años del siglo Dolores Ibarruri “La Pasionaria”
estuviera sirviendo en su casa.
Tras
casarse, ya con el título de médico, estableció en 1942 su consulta de MEDICO
TOCOLOGO, en su domicilio de la calle San Roque nº2.
En estos años 40, teniendo como
comadrona a la popular Josefa Arostegui, ayudó también a venir al mundo a
muchos portugalujos. Al margen de sus fuertes convicciones religiosas, ayudando
a muchos de sus pacientes que no disponían de medios, pronto destacó por ser un
gran profesional.
Tras
los primeros años de consulta en su citado domicilio, la trasladó al muelle
Nuevo, a la casa que tenía su compañero José Mª de Iturriaga que ejerciendo en
Sestao vivía en el chalet Villa San José del Ojillo
con su madre, y quien a finales de 1949 al jubilarse quiso volver a vivir al
Muelle, pasando Savin al Ojillo donde viviría con su familia y establecería su Clínica
de Maternidad.
En 1950 obtuvo
por concurso la plaza de facultativo especialista del Seguro Obligatorio de
Enfermedad en la especialidad de ginecología y al inaugurarse el Hospital de
Cruces prestaría allí sus servicios. Igualmente fue jefe del hospital de
maternidad de Castro.
Su vocación de ayuda a
todo el mundo, sobre todo a los más necesitados, hizo que junto con su amigo
Angel Alday y el pediatra Zubimendi, promovieran la creación en Ortuella de lo
que empezó siendo Dispensario
antituberculoso, el primer centro de salud de la localidad. Allí se
volcaron de manera altruista, sin cobrar nada a cambio, en atender a la gente
más humilde de la zona minera.
Tras
su etapa en la Clínica del Ojillo, cuyo último parto que asistió fue en 1964
con Mª Carmen Mendizabal esposa de su compañero Angel Alday, su vida dio un
cambio total dedicando su experiencia a salvar vidas en uno de los países
africanos con el sistema de salud más atrasado como fue el entonces reino de Libia,
donde no tenían ni un solo médico de origen libio.
Allí
luchando contra una cultura atrasada y en ocasiones inhumana, comenzó en la
Clínica INAS realizando un trabajo serio. Enseguida destacó en su entorno profesional
siendo nombrado director del Hospital Central de Tripoli, teniendo a su cargo
médicos egipcios, yugoslavos y españoles.
En
aquel cargo, con su prestigio profesional, sus conocimientos de idiomas, árabe,
inglés e italiano y su personalidad humana, se relacionó con las primeras
autoridades del país (en una carta a su hija les hablaba del rey como muy
amable aunque enfermo), que le concedieron la nacionalidad libia obligándole a
profesar el islam, un verdadero castigo para un hombre católico como él, devoto
de la virgen de Begoña, de rezo diario del rosario, obligado a no poder entrar
en la iglesia y a hacer el ramadán en el trabajo. Aceptó la situación
recordando lo que le decía su madre: “Un hombre debe saber sufrir en silencio”.
En
1969 se produjo la revolución militar de Gadafi, con fuerte represión y
expulsión de los numerosos extranjeros que había en el país, manteniéndole a él
al frente de la sanidad como base para establecer un eficiente sistema de salud
público y gratuito.
Ya
para entonces había empezado a sufrir problemas de salud que paulatinamente fueron
a más y a pesar de que era consciente de que debía dejar de trabajar, lo siguió
haciendo hasta que al final ya era tarde.
En 1973 fue trasladado en un avión oficial a Madrid, al actual Hospital Marañón, donde le atendió el Dr. Salas que había sido compañero suyo en Tripoli, ingresando casi en coma. Consciente de su situación les anunció muy bajito, en italiano, “domani muoro” y al día siguiente murió. Tenía 59 años.
a Pedro Llinares, Mª Angeles Savin y a Jesús Colet
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