miércoles, 10 de junio de 2020

LA VIEJA TRADICIÓN ORAL DE LA EXISTENCIA DE PASADIZOS ENTRE LA TORRE DE SALAZAR Y LA IGLESIA

Uno de los grandes misterios que ha tenido la historia de nuestra Villa, ha sido el de la existencia de pasadizos subterráneos que construidos en la Edad Media por la familia Salazar unían su torre con el interior de la iglesia o con el Muelle Viejo.

Tras la destrucción de la torre durante la revolución de octubre de 1934, fueron muchos los niños portugalujos, como se ve en la foto superior, que se adentraron entre sus muros y constataron que existía un agujero por el que los más atrevidos se metían unos cuantos metros. Nuestro difunto amigo Gaizka Arostegui recordaba como en los años 40 había jugado con sus amigos entre los derruidos muros de la torre y cómo desde el interior de la misma bajaban por un túnel o pasadizo estrechísimo hasta el jardín de la 2ª torre de Salazar ocupado hoy por la terraza de un bar.

Este tipo de recuerdos todavía lo tienen algunos portugalujos actuales que relatan como siendo chavales se metían por un agujero que se había desplomado pegante a la pared de la torre y que, según se decía, pertenecía a los pasadizos.

Pero quizás estas leyendas donde mejor reflejadas quedaron fue en la novela “Las cenizas del esplendor. Memorias de la marquesa de Avendaño” (1987) de Antonio Menchaca, persona muy relacionada por parentesco con la familia Salazar e íntimo amigo del portugalujo José Mª de Areilza, que le animó a escribir el libro. En él la protagonista recuerda cómo: “aprovechábamos para jugar al escondite en el sótano, que tenía dos pasadizos subterráneos, uno derecho a casa del cura y Santa María, el otro hacia el río, por el que nos daba miedo bajar más de unos primeros pasos.

Los tíos contaban que lo habían explorado con candiles antes de que se derrumbara la bóveda, encontrando dos salidas, una a este lado de la ría, la otra en la margen derecha; antiguamente bajaban por allí a sus puestos los servidores encargados de echar la cadena sobre las aguas para impedir el paso a los navíos que se resistían a pagarnos el tributo. Eso sí sería emocionante, pensábamos, sin atrevernos a perforar la oscuridad.”. 

En la actualidad disponemos también de la declaración de un portugalujo que describe con todo tipo de detalles el recorrido que hizo por dichos pasadizos en 1984 y que mañana recogeremos aquí.

 

 

 


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