Hace 130 años, en el verano de 1895, Portugalete vivía sus años de máximo esplendor como estación turistica. El trasiego de bañistas, la elegancia de su playa y la actividad social eran el motor de la Villa. Al otro lado, apenas unidas desde hacía dos años por la estructura metálica del Puente Colgante, Las Arenas comenzaba a configurarse como un núcleo residencial y veraniego.
Hoy rescatamos una curiosa noticia publicada en el Noticiero Bilbaíno del
3 de julio de 1895 que nos ha facilitado Karla Llanos. No es solo el anuncio de
una apertura comercial, sino una prueba temprana de la estrecha relación
económica que el Puente fomentó entre ambas orillas y de una estrategia de
marketing que hoy nos parecería de lo más moderna y que retrata perfectamente
la dinámica social y económica de finales del siglo XIX entre las dos orillas.
La noticia decía así: “Mañana se abrirá en Las
Arenas la tienda de ultramarinos titulada «Puerto Rico». Es un establecimiento
que honra á su dueño; y dada su pericia en este ramo del comercio, no dudamos
que reportará grandes beneficios á los habitantes de aquella pintoresca estación
veraniega.
La referida tienda está situada en uno de los mejores puntos, ó sea en la
Plaza, donde paran los tranvías, próxima al puente de Vizcaya. Como quiera que
su propietario está dispuesto á hacer todo cuanto le sea posible en beneficio
del público, dicho se está que los precios serán arregladísimos.
A todos los de Portugalete que hagan compras por valor de dos pesetas se les
abonará el pasaje del puente.”
Resulta curioso observar cómo el dueño del
«Puerto Rico» (lo de Costa Rica llegaría más tarde) identificó rápidamente su
mercado potencial: los vecinos y veraneantes de Portugalete. Para atraerlos a
cruzar la Ría, ofrecía lo que hoy llamaríamos "envío gratuito" o
"parking bonificado": pagarles el billete del Transbordador.
En una época en la que dos pesetas
representaban una compra de cierta entidad, el incentivo de ahorrarse el pasaje
era el empujón definitivo para que los jarrilleros se animaran a visitar la
"pintoresca estación" de enfrente.
La fotografía que acompaña estas
líneas nos sitúa exactamente en ese escenario. Podemos ver la Plaza de Las
Arenas con el tranvía en primer plano, donde se ubicaba el comercio, frente al Puente y al fondo la Villa con su Iglesia parroquial con el fuerte militar de San Roque en lo mas alto. Es la estampa viva de un tiempo en el que nuestras dos
orillas empezaban a entenderse como un solo destino gracias a la audacia de Alberto
Palacio y, como vemos, también a la de los comerciantes.

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