viernes, 12 de diciembre de 2025

RECONSTRUCCION DEL PUENTE COLGANTE TRAS LA GUERRA EN 1941

 


Estas fotografías, procedentes de los fondos de la Fundación Popular de Estudios Vascos y cedidas por Manu Orbe, son un testimonio gráfico de una época de necesidad y esfuerzo. Nos trasladan al año 1941, en plena posguerra, cuando el esfuerzo se centraba en devolver la vida a la infraestructura más emblemática de la Ría: el Puente Colgante.
     Herido de muerte el 16 de junio de 1937, volado durante la Guerra Civil para frenar el avance de las tropas fascistas, afortunadamente, no fue una destrucción total, pero sí una mutilación dramática que lo dejó inoperativo, afectando su tramo central y vital.
     Estas imágenes son una ventana a la posguerra, al esfuerzo por recuperar las infraestructuras vitales y, sobre todo, al trabajo de los obreros que hicieron posible el milagro.
     El detalle más impactante lo encontramos en el primer plano de la foto inferior, donde vemos el trabajo de los remachadores. En 1941, la técnica utilizada no era la soldadura, sino el remachado, una labor que exigía una coordinación y una fuerza física mucho mayores. Cada viga no se unía con el calor de un soplete, sino a martillazos, con un proceso tan preciso como peligroso.
     Un equipo se encargaba de calentar los remaches al rojo vivo en un horno portátil. Un "pasador" lo lanzaba al remachador, quien lo insertaba rápidamente en el agujero de las vigas. Y finalmente, con el uso de martillos neumáticos (como el que se aprecia en la foto) y la asistencia de un "sostenedor" que aguantaba el otro extremo, el remache era golpeado para formar la cabeza, fijando las vigas de forma permanente.
     Este era un trabajo artesanal. Cada remache, miles de ellos, era un punto de unión individual y manual, la clave estructural para asegurar la solidez del puente.
     El otro gran desafío que ilustran estas fotografías es el trabajo en las alturas. Este era un esfuerzo, realizado a cientos de metros sobre la Ría, sobre plataformas y andamios con unas medidas de seguridad que hoy consideraríamos mínimas.
     Eran los "hombres pájaros" o "arañas de hierro" que debían poseer una habilidad y un valor excepcional para trabajar lidiando con el viento, el frío y el vacío.
     La logística de la obra era inmensa. Observamos la presencia de grúas y montacargas en las torres, esenciales para izar y colocar las pesadas piezas metálicas (vigas y tirantes). Mover miles de toneladas de acero a esas alturas era un desafío que combinaba la ingeniería con la fuerza bruta.
     La reconstrucción culminó en 1943, devolviendo al Puente Colgante su función vital.

     Terminamos esta entrada rindiendo un merecido homenaje a aquellos hombres anónimos, cuyo esfuerzo físico y audacia quedaron literalmente ligados a la estructura que sigue en pie, en funcionamiento y declarada Patrimonio de la Humanidad hoy en día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario