domingo, 26 de diciembre de 2021

RELATOS DEL FIN DE SEMANA: LAS CALLES SONORAS (4)

 


Las sardineras anunciaban por las calles la frescura del género: “¡Anchoas del Abra, como la plata!”, “¡Txitxarriiiitos de bote que se retuercen!”,“¡Sardiiiiina frescué!”. A ellas se unía Juana la “avisadora” que se encargaba de pregonar por las casas los entierros y funerales. Su perorata la soltaba de memoria una vez hecho sonar la aldaba con un repique continuo y el consabido “¡la avisadooooora!”. Las mujeres salían a la escalera y preguntaban: “¡para quieeeeeeén!”. Entonces empezaba la red social de la escalera a intercambiar mensajes: “Pues no me acuerdo quien era”, “Si mujer, era fulano, que se casó con Mengana…”. Juana desde el portal se encargaba de moderar y aclarar las dudas antes de seguir su recorrido. Para los que piensen que los timbres son de siempre, un golpe seco de aldaba significaba 1º derecha, dos bien separados si era el 2º, etc. Si era la mano izquierda, a los golpes del piso se añadía el repique, que eran unos golpes seguidos. El sistema solo contemplaba derecha-izquierda. Ayer, hoy les denunciarían, los butaneros golpeaban con estrépito las bombonas unas contra otras, provocando un sonoro “¡clonclon clonclon!” y no hacía falta pregón para saber que había llegado el “butaneeeero”. El pedido se hacía a gritos por la ventana o balcón y hacia arriba iban las bombonas al hombro.

Y ya para terminar, bajemos a la Plaza. Allí acudían con sus productos las aldeanas venidas de los pueblos cercanos y el euskera se mezclaba con el castellano a la hora del sonoro regateo. “¿A cómo tienes los tomates? A tres sincuenta. ¡Calla, calla, que caros!, que dos puestos más allá los tiene a tres…”. Antes, instalados ya sus puestos, los chavales pugnábamos por llevar los burros, primero andando y luego, los más osados, al galope hasta el dique donde quedaban amarrados en la tapia del tren hasta la hora de desmontar el puesto. Entonces, nueva cabalgada del encargado hasta la estatua y a esperar la propina de la aldeana que siempre preguntaba: “¿No le habrás montado, no?”. Sus rebuznos de aburrimiento habían competido en sonoridad con los gritos lastimeros de los cerdos que se sacrificaban en el matadero.

Junto a los arcos de la plaza se ponían los charlatanes, especialistas en el engaño de incautos a base de labia. Uno de los más recordados fue León Salvador quepregonaba las excelencias de sus cuchillas de afeitar de la marca exclusiva “Piel roja”. ¡Sin comentarios!. Pero el rey era Ramonet, vendedor de mantas en una oferta que empezaba con una unidad a 1.500 ptas. A esa se iban añadiendo otras que iba sacando el “secretario” del camión, hasta completar una torre. Para ello, comenzaba diciendo: «¡En el mismo lote lleva usted ésta manta —dirigiéndose de abajo hacia arriba— esta otra que son dos, otra que yo le regalo que son tres, la manta mulera que son cuatro!». Y así, iba enumerando una tras otra hasta llegar a la última, tras lo cual, terminaba proclamando: «¡Señoras y caballeros, hoy vengo a tirar la casa por la ventana, por este lote no les voy a cobrar mil quinientas pesetas, ni mil cuatrocientas, ni mil trescientas, ni mil doscientas, ni mil cien, aquella señora o caballero que diga para mí, solo le cobro mil pesetas y además le regalo un neceser con cien piezas, ¿quién lo quiere?!». No mentía, el neceser contenía dos peines con 50 púas cada uno.

Cuando algún cliente picaba, el charlatán pedía secretarios discípulos de Babalí, el negrito del TBO, para realizar el porte sobre sus cabezas a cambio de la propina del comprador. A mí, me tocó una vez subir hasta Buenavista con las mantas sobre la cabeza y cuando llegamos a su casa, ante la sorpresa y bronca de la mujer, ¡si te he visto, no me acuerdo!. Lo mismo se vendían mantas que torres de pucheros, relojes, peines o los mágicos ungüentos que arreglaban torceduras, el acné, urticaria o las patas de gallo.

Dos días a la semana, jueves y domingos, se celebraba el txitxarrillo, animado por las orquestinas o la Banda si estábamos en fiestas. Antaño, también se colocaban a los pies de Víctor Chávarri los organilleros y sus “corros de ciegos”. En esa zona se colocaban los fotógrafos minuteros que pregonaban “¡Acérquense, sus fotos en un minuto!”y realizaban la foto con el mágico: “¡A ver, que va a salir el pajarito!” o los pintores de cuadros al pastel que luego subastaban a gritos entre los curiosos.

 Que voy a decir de las sonoras tómbolas que congregaban a los pacientes parroquianos. Cantaba el artista: “¡Estamos premiando y sorteando, son tiraditas cortas y económicas, no hay que esperar ni aguardar, hagan juego señores!”. “¡A ver secretario, unas tablillas al fondo para el gentil caballero y su guapa señora!”. “¡Aparta chaval, que te pica la culebra!”.

Santi “el feo” y familia, convocabanruidosamente a la clientela con una lata llena de piedras a modo de sonajero, a participar en el puesto de derribo de latas de conservacon una pelota de trapo o la barraca de chimberas con el impacto de los perdigones en los palillos o en la diana, que provocaba el disparo de una foto para la posteridad.

Y como acaban o acababan los cuentos: “Colorín, colorao, por ahora, esta historia se ha acabao”.

       JOSE LUIS GARAIZABAL FLAÑO

Dedicado a mi buen amigo, Valentín Arana “Tinín”
pues muchos de estos dichos y “susedidos”
 nos los transmitió con su gracia sin igual.
 

 

P.D.
Si recuerdas algún “negocio” sonoro más de Portugalete y
 su cantinela, cuéntalo en un comentario. 


Fotografías:
 Colección El mareómetro, Internet, Todocolección,
Sevilla misterios y leyendas, Cadena Ser

Blogs
Juan García Tristante (mantas Ramonet),
Tinta de hemeroteca (Ramonet) y
 Pablo F. Bodega (toques de campanas)

1 comentario:

  1. En el Ojillo de Portu, siendo yo pequeño con diez años, juana la avisadora me pedia de cuando en cuando que le leyera la nota que despues repetia por las calles a la voz la avisadora y repetia el mensaje leido por mi........que tiempos.

    ResponderEliminar