D. Indalecio Prieto
San Juan de Luz
“Mi más querido amigo: hace pocos minutos he llegado a
Portugalete donde hoy se ha bendecido e inaugurado el nuevo altar de la iglesia
parroquial; el hermoso retablo antiguo, subsiste; pero se ha hecho de nuevo la
mesa de mármol, el Sagrario, el Expositor del santísimo y el nicho para la
vieja imagen de la Virgen María a quien está consagrado el templo.
La ceremonia ha sido muy larga, con arreglo al ritual;
ha durado desde las 8 hasta las 13 y yo he llegado al final, asistiendo después
al almuerzo de “las autoridades” que ha tenido lugar en el Hotel de Portugalete
que lo tiene en arriendo nuestro viejo amigo Francisco Mendiguren, que fue mi
sobrestante en las obras del Banco de Bilbao en Madrid, en las del Instituto y
Escuela de Comercio de Bilbao, etc. etc.; el pobre está gravísimo, con un
cáncer en el pecho, sin remedio posible.
Nos hemos sentado a la mesa una veintena de señores,
presididos por el Prelado, que es la afabilidad y la sencillez personificadas.
No habíamos terminado el plato de entremeses cuando uno de los circunstantes,
concejal portugalujo, dijo, dirigiéndose al Sr. Obispo: “Yo no comprendo cómo
la Misericordia de Dios puede alcanzar a aquellos que habiendo llevado una vida
depravada y habiendo causado grandes males, se arrepienten al final; ya se
figurará V.E. que me refiero a Don Indalecio Prieto”. Me parece que ese
concejal ha obrado por natural impulso, ignorando probablemente nuestra
amistad.
Al terminar él esa frase, dentro del tono cordial en
que el modesto ágape iba desarrollándose, he dicho yo al Prelado: “Ruego a la
Presidencia, que, terminado de hablar el Ministerio fiscal, conceda la palabra
a la Defensa”. A lo cual ha contestado el Sr. Obispo, “tiene la palabra la
Defensa”.
Lo que ha venido después no lo podría yo contar en
detalle; pero mi charla ha durado hasta que nos han servido el café, sin decaer
la animación ni el interés un solo momento. Al terminarla, el Prelado con mucha
gracia y amabilidad, ha hecho el resumen, agradeciendo su intervención al
Fiscal y aceptando por completo el criterio de la defensa.
Acto seguido, todos los circunstantes, “enterados del
caso” han demostrado su complacencia por mi charla, y, empezando POR El FISCAL,
me han prometido formalmente, interesadísimos, unir diariamente sus oraciones a
la mías. En realidad, mi conversación ha asombrado a todos… menos a Don León
Martínez (Vicario de la Diócesis) y a Don Ángel Chopitea, (Arcipreste de
Portugalete) que conocían ya a Vd. por mí hacía tiempo.
Ya una vez levantados de la mesa, Don León me ha
felicitado con entusiasmo diciéndome: “Así se habla y así se procede; además ha
estado usted amenísimo e inspirado; ha hecho usted una gran obra de justicia y
de caridad.
No quiero dejar enfriar el recuerdo de este acto tan
simpático, que comienza con la bendición de un nuevo altar, y termina
engrosando las filas de “conspiradores” en bien de tan querido amigo.
Ignoro donde estará Ud. hoy, pero es lo mismo donde
quiera que esté, está también con usted y los suyos este invariable y sincero
amigo, que le abraza”.
Ricardo Bastida
12 de noviembre de 1950
Referencia:
LA VIDA PASA
Blog de Aurelio Gutiérrez Martín de Vidales
Correspondencia Bastida-Prieto
Fundación Indalecio Prieto
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