La foto superior de 1969 nos recuerda el alto de Campanzar y
su depósito de aguas tras el arbolado sobre las casas del barrio de Los Llanos,
mientras las inferiores que nos facilitó Julián
Antuñaño corresponden a la década siguiente en que desaparecería tras
haberse construido la residencia de Aspaldiko, con una vista actual.
Para documentarnos sobre el tema recurrimos al libro de la
Colección el Mareómetro PORTUGALETE. Desarrollo urbano, 1937-1970, de María del Mar Domingo,
donde se dice que “el abastecimiento de agua a la Villa ha sido desde finales
del siglo XIX una de las principales preocupaciones de las autoridades municipales.
En un principio hicieron uso de las fuentes de agua potable repartidas por todo
el término municipal. Fuentes como las El Cristo, El Medio, La Canilla, La Barrera,
El Salto o la situada antiguamente en la calle Coscojales satisficieron las
necesidades de la población.” Pero a finales del siglo XIX la llegada del turismo
y la industrialización de la región con la llegada masiva de trabajadores, pusieron
en entredicho la capacidad de un enclave con recursos acuíferos insuficientes.
A principios del siglo pasado se empieza a echar mano de manantiales
situados en Trapagaran, Galdames, Muzkiz y Sopuerta y la construcción de un
depósito junto al alto de Campanzar proyectado por el arquitecto Alfredo Acebal
entre 1907 y 1909. De este modo, la Villa destacó por contar con el sistema de
abastecimiento más completo de la zona, siendo más o menos capaz de satisfacer
los consumos siempre en aumento.
Tras la guerra civil el problema del agua aumentó debido como
señalaba Franco “a las pertinaces sequias” con lo que se generalizó el
racionamiento del agua sobre todo en verano de los años 1944 y siguientes hasta
la década de los 50, con la consiguiente amenaza de enfermedades.
Se reactivaron los proyectos de traída de agua de los
citados manantiales y en 1949 se amplia el citado depósito de Campanzar con la
construcción de otro depósito complementario de recogida de aguas potables, proyectado
por el arquitecto municipal, José Ignacio Gorostiza y Orma.
A pesar de los esfuerzos de la corporación proyectando un
nuevo depósito descubierto en el alto de San Roque e incrementando la capacidad
del de Campanzar, Portugalete sufrió nuevamente a principios de la década de
los 60 importantes deficiencias en el suministro de agua potable. Cuando se
abrían todos los grifos a la vez, la presión de agua era casi nula. El
extraordinario crecimiento demográfico que había pasado de 12.000 habitantes en
1950 a 45.000 repercutió negativamente en el abastecimiento.
Un problema agudizado con la aparición de alguna avería o
con la demanda de un gran volumen de agua determinados días de la semana de las
industrias instaladas en Repélega, dejando a muchos vecinos sin suministro.
La solución al problema comenzó a fraguarse a mediados de
los 60, con la constitución del Consorcio de Aguas en 1967 y la llegada del agua
procedente del sistema del Zadorra.
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