Tras la intervención del párroco Eduardo
Escarzaga recuperando la Andra Mari original de la parroquia, surge la figura
de su sucesor en el cargo Ángel Chopitea, en 1932, a quien se debería el mérito
de su restauración.
Chopitea dándose cuenta de su valor no solo proyectó su restauración
sino también su incorporación al altar mayor. Para ello en 1948 convenció al Ayuntamiento
y a la Diputación para que financiaran a medias su restauración, que realizó el
Museo Arqueológico y Etnográfico de Vizcaya bajo la orientación de su director
Jesús Larrea. Hubo que hacer también una nueva hornacina en el altar mayor a la
que se añadieron a cada lado dos ángeles con los escudos de Bizkaia y
Portugalete que habían sido sus financiadores.
El equipo que afrontó la tarea de restaurar la deteriorada
imagen, tras tantos años de abandono, le añadió a la mano vacía de la Virgen
una especie de ramo de flores, y bajo el escote le colocaron un broche redondo
con relieve y en cuanto al niño que estaba sin mano le reconstruyeron una nueva
y entre los retoques que le tuvieron que hacer destaca también el cuello de su
túnica.
En 1950 se produjo la entronización de la
imagen en el retablo mayor y Chopitea mandó hacer una copia de la misma en
piedra para la puerta principal.
Ángel Chopitea fue párroco de Santa María y arcipreste de
Portugalete hasta 1961. Bajo Pío XII, organizó el Congreso Eucarístico del
arciprestazgo y obtuvo dos títulos: el basilical para dicha iglesia y el de
prelado doméstico (que implica el tratamiento de monseñor). Al ser cesado,
recibió la medalla de plata de la Villa y le nombraron canónigo chantre de la
catedral bilbaína. Una calle en la Villa lleva su nombre.