Una de las programaciones que en los últimos años no falta
en las fiestas de San Roque es el mercado medieval que se asienta en el Casco Viejo
en torno a la iglesia.
El tema surgió el día de la Patrona en El Cristo en torno a
la mesa donde Tasio Munárriz vendía
y firmaba su último libro.
Desde la Edad Media cuando el mercado se celebraba
en la plaza existente entonces en el centro de la calle del medio, el mercado
portugalujo gozaba de un gran prestigio.
Ya en la “Historia general de Vizcaya”
de Juan Ramón de Yturrizar Zabala, escrita en 1785, constaba que: “Los jueves y domingos se celebra en
Portugalete un concurrido mercado, al que afluyen gentes de todos los
pueblecitos del contorno, que sostienen el comercio al por menor de los diversos
establecimientos de todo género”.
Tasio nos remitió a su libro que aunque centrado en la república y la guerra, toca otros
temas de la historia portugaluja como es este.
Efectivamente, ahora que está en
debate la apertura de los comercios en días festivos, descubrimos que
Portugalete ya se adelantó hace más de un siglo.
Según nos dice, en el siglo XIX al
mercado tradicional de la Villa se le conocía como “Mercado Dominical”, que
consistía en que todos los comercios estaban abiertos los domingos de nueve de
la mañana a dos de la tarde acudiendo vecinos de todos los pueblos de
alrededor, incluso de Bilbao, para hacer sus compras.
En 1909 surgió el primer
conflicto. El gobernador le impuso al alcalde Fernando Carranza una multa de
500 pesetas por permitir la apertura de los comercios en domingo. El alcalde le
dijo que acataba la multa pero que iba a seguir permitiendo el mercado
dominical porque era la única riqueza de la Villa y le anunció que dimitiría de
su cargo si no era aceptada su decisión.
El 20 de agosto de 1910 el rey
Alfonso XIII, asiduo visitante todos los veranos a la Villa, dictó una Real
Orden declarando “tradicional” el mercado dominical portugalujo y
considerándolo comprendido en la excepción legal para no cumplir el descanso
semanal. Entre las razones que justificaban su decisión estaban los testimonios
de todas las instituciones de la Villa, el certificado del director del
ferrocarril que afirmaba que venía tanta gente que tenía que poner trenes
especiales desde Bilbao y las cuentas de los recaudadores de impuestos en las
que lo recaudado un domingo era superior a la suma de los otros seis días de la
semana.
En 1913 le fue otorgada a la
Villa la concesión del mercado dominical atendiendo a que en los pueblos de la
periferia, especialmente los de la cuenca minera (“del monte”, como decían los
portugalujos), carecían de comercios propios importantes y sus habitantes
podían desplazarse en domingo a Portugalete para realizar sus compras.