Continuando
con el tema de la heráldica portugaluja, vamos a seguir con la denuncia del
maltrato que han sufrido varios escudos nobiliarios de la Villa.
Toca
el turno de analizar el de los Barrenetxea, sito en la calle Salcedo y que
muestra su belleza incompleta a todos los transeúntes que bajan por la calle
del Medio. A pesar de que la casa original donde se encontraba, fue derruida en
1982 para dar paso al edificio del Centro Cívico, el escudo se salvó de ir al
vertedero, como sucedió con el muro que apareció en el interior de la zona baja y que
posiblemente eran los restos de la muralla. ¡Qué desatino!, que una obra
municipal se cargase un trocito de la historia de la Villa, pues bien pudiera
haber lucido en el hall del edificio, transmitiendo la recia belleza de su
portal y saeteras.
La ilustración superior muestra en el centro el escudo, dibujado a
plumilla por Echarte, el original a la derecha y el actual a la
izquierda, mientras cerrando esta entrada recogemos el edificio, según el
cuadro de 1740 y durante su destrucción con la posible antigua entrada de las
murallas, con dos pequeños apuntes de sus fachadas de Echarte y Kepa Maestre.
Esta casa, de gran superficie, iba desde la calle Carnicería
(Salcedo), donde tuvo su entrada, hasta la orilla de la ría, a la que se
accedía a través de los tres arcos de los soportales mediante unos escalones
que desaparecieron al rellenar la plaza. Ya era visible en el citado cuadro de
1740, aunque más baja ya que en el siglo XX cuando se le añadió un piso y una
buhardilla corrida. A su lado se encontraba el matadero, que entonces llamaban
Carnicería.
Volviendo al escudo, debemos apuntar que la condecoración de
la Real Orden de los Serafines de Suecia, que lo rodea, le fue concedida al
bilbaino Joaquín Ignacio de Barrenetxea y Erkiñigo (1681-1753), primer Marqués
del Puerto (1741). Esta condecoración creada en 1748, le fue concedida por
Suecia, por su trabajo como Ministro Plenipotenciario de Fernando VI, entre
1741 y 1746. A
partir de 1975, solo se otorga a jefes de estado extranjeros y a los miembros
de la familia real sueca. Juan Carlos I es uno de sus titulares. La estrella de
la Orden con el IHS (Iesus Hominum Salvator), pende de un collar formado por
once cruces patriarcales y otros tantos serafines alados, que es una categoría
de ángeles.
Como ya apuntábamos al hablar de los escudos colocados en el
Centro Santa Clara, las condecoraciones, yelmos, leyendas, etc. forman un
conjunto indivisible y no se deben separar del escudo original. Este muestra en
lo más alto la corona de Marqués, que durante muchos años ha servido de
colgador de cables de la luz y teléfono y el borde inferior presenta varios
daños, seguramente producidos durante el derribo.
Siete de los nueve serafines rodean el escudo formado por
cuatro torres, habiendo desaparecido el rostro de uno de ellos y completamente
los dos superiores, de ahí el título de este artículo. Uno de ellos, reposa en
el trastero heráldico en que se ha convertido el hall de Santa Clara y muestra
los orificios de los soportes de los tendidos. Como en las otras piezas
expuestas, nada se indica de su origen.
Una de las cuatro torres, al coincidir con la separación de
los dos bloques, ha sufrido la rotura del tejado. Otra pérdida ha sido una de
las dos orlas de la parte superior del borde del escudo. El escudo presenta en
segundo plano, una cruz acolada como Caballero de Calatrava desde 1711,
superpuesta a otra cruz de Malta de la que solo se aprecian en parte los
brazos.
JOSE LUIS GARAIZABAL