Recogido del blog de César
Estornés, dedicado a JUAN ANTONIO ZUNZUNEGUI:
Murió en Madrid en el Hospital de
la Cruz Roja, el 31 de mayo de 1982 a los 81 años, por la agravación de una
arterioesclerosis que padecía desde 1973.
Su deseo fue morir y ser enterrado
en su querido Portugalete, era lo que dijo entre sollozos su mujer Teresa
Marugan, tampoco pudo ver publicadas sus últimas novelas que había entregado a
la editorial y que eran su gran ilusión.
Ya últimamente escribía poco debido
a su edad y caminaba con sigilo y hubiera cumplido los 82 años en el próximo
diciembre, su enfermedad se había agravado, sus novelas prohibidas durante el
régimen anterior "Entre la vida y la muerte" y "Una vida
drogadicta" ahora se publicaron a título póstumo.
Aunque residiendo en Madrid desde
1939, siempre recordó su lugar de origen, que junto a Bilbao y su ría eran sus
lugares donde plasmó sus novelas.
Visitaba con frecuencia Portugalete
y son muchos los que le recuerdan paseando con su esbelta figura y su pelo
cano, por el muelle de Churruca y la plaza de la villa en los veranos.
Junto a las tapias del cementerio
una calle lleva su nombre
No tenía una obra preferida, aunque
le gustaban "La vida como es", "El barco de la muerte" y
"Ay...estos hijos".
Le gustaba escribir en la terraza
de la casa del Muelle, por la noche hasta altas horas, bajo ese "Cielo
metalúrgico" como él lo llamaba.
A las dos y media de la tarde del 1
de junio de 1982, llegaron al cementerio municipal de Portugalete sus restos
mortales cumpliéndose su reiterado deseo.
"Que me entierren en el
camposanto de mi pueblo, oyendo el rumor del Abra, porque no sé porqué, se me
ha metido a mí en la cabeza, que los muertos oyen."
Un padre agustino de la parroquia
de Santo Tomás de Villanueva rezó un responso en presencia de la viuda del
escritor.
En el momento de la despedida
final, se produjeron sentimientos de dolor de la viuda a la que tuvieron que
separar del féretro sus sobrinas. Como recogió la foto del CORREO, Teresa tomó
en sus manos el crucifijo del féretro y lo besó en un acto de gran emotividad.
Quiso ver por última vez el cadáver, pero no fue posible ya que el ataúd estaba
sellado y precintado.
Sobre el ataúd quedaron dos coronas
la de la viuda y la otra de la Real Academia Española de la Lengua.
A los funerales asistieron los
escritores, Luis de Castresana, Alfonso Sainz de Valdivielso, Mario Ángel
Marrodan, Iñaki Ezquerra, el jesuita padre Alfonso Moreno, el editor José María
Martín de Retana y familiares, también muchos amigos del finado.
Al de poco de morir Zunzunegui,
murió su esposa Teresa, no dejando descendencia, en el testamento de ambos
dejaba la biblioteca, que se componía de medio millar de libros, la condición
era que la biblioteca permaneciese unida y no se disperse.
Los libros estaban en Madrid y
depositados en la Sala Durán, para ser subastados por decisión de los herederos
de la mujer de Zunzunegui.
La subasta fue suspendida a
instancias del Ayuntamiento de Portugalete, se fundamentaba la suspensión en un
legado bibliográfico a su favor, dejado por Zunzunegui y su esposa y la
voluntad de los dos de que la biblioteca permaneciese unida, esto fue en el año
1986.
Los herederos de la mujer alegaron
que el testamento databa del año 1960 y que los libros comprados con
posterioridad a esa fecha no forman parte del legado y que además eran los de
más valor.