Durante muchos años José
Benito López Okariz, fue el guardián de los legajos y cronista del Hospital
de San Juan Bautista. Algunos de sus escritos caracterizados por su fino humor
los utilicé al confeccionar el libro MEMORIA DE 100 AÑOS (1907-2007) de nuestra
querida institución.
Como homenaje a mi
querido amigo voy a reproducir algunos de ellos, empezando por este de la rifa
del cerdo:
En nuestro archivo
existe copia de una carta que, cumpliendo lo legislado en aquella época, la
Junta dirigió aquel año a la Reina Isabel II, solicitando permiso para llevar a
cabo una rifa benéfica de un juego de cubiertos de mesa de fina plata. Era el
año 1858, y no he podido averiguar cuantas veces se celebró el sorteo con
cubiertos como premio pero sí que, a pesar de comienzos tan finolis, la cosa
pronto cambió a lo tradicional y popular, es decir: al sabroso cerdo, porque
aquí nunca hemos tenido prejuicios judaicos o musulmanes para comer txarri.
Este antiguo dicho lo demuestra: "Siete platos hubo en la boda de Antón:
Cerdo y Cochino, Puerco y Marrano, Guarro, Lechón y Tostón".
¿Y porqué se hizo el cambio de premio? No lo
sé, pero pienso que quizás aquellos antiguos ganadores, que recibieron los
aristocráticos cubiertos, dijeron: ¿Para qué quiero tenedor y cuchillo de plata
si no tengo carne que pinchar ni chicha que cortar? ¡Mejor que hubieran rifado
un cerdo! Y como el pueblo es soberano y manda, dejamos las finuras y pasamos
al cochinillo, que es más vulgar pero en la sartén hace chirri chirri y da
mucho unte para fortalecer el cuerpo y alegrar el espíritu.
Y al igual que hacía
en Bilbao la Casa de Misericordia, debemos decir que en nuestros sorteos,
teníamos unos ganadores de puercos que la Misericordia se hubiera dado con una
piedra en los dientes por tenerlos ella. Van dos ejemplos que constan
documentalmente: En la rifa del marrano, que se celebró el 20 de diciembre de
1919, (las fotos de La Ranchería serán de unos años antes) el afortunado
poseedor del número premiado, con un hermoso txarri, fue D. Lino Gutiérrez, que
había comprado 100 papeletas y, además, tuvo el detalle generoso de regalar el
gocho al Hospital. Veinticinco años después, en 1944, en la rifa celebrada con
motivo de la Tómbola de ese año, el cerdo le tocó a Dª Carmen Gandarias, que
seguramente habría cogido más boletos que los demás dada su proverbial generosidad,
y también tuvo el detalle de donarlo al Hospital. Como la Junta siempre ha
tenido muy desarrollado el sentido del aprovechamiento y del ahorro, es seguro
que al año siguiente volvería a rifar el mismo cerdo (con perdón), pero ¡eso
sí! Esta vez más gordo y con el deseo de que cayera otra vez en suerte a estas
personas.
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