Seguimos hoy recordando los baños de la
Punta en las escaleras de los chicos y de las chicas, que recogemos en las dos
fotos que encabezan esta entrada. A la derecha, de 1950, con los hombres y la
de la izquierda de unos años antes de mujeres, con Mertxe Adán a la derecha sobre las rocas con un traje de baño
blanco hecho de un vestido que se le inflaba en el agua según nos confiesa. Al
final tras el texto la foto de los chicos entera.
Aquellos baños veraniegos, separados por
sexos, dejaban bien a las claras lo brutos que éramos siempre que acudíamos en
busca de las chicas para “dejarnos ver”.
Recordando con Juanjo del Horno “Trole”,
Josetxu Fdez. Larrondo, Paco Martín, Javitxa Martínez, Josemi Palacios, Javi
López Isla y otros bañistas de distintas épocas, todos coincidimos en la
relación amistosa y la protección, que a pesar de la distancia (110 m), les
proporcionábamos. ¡Hay amores que matan!
De vez en cuando, los chicos hacíamos un
“safari acuático” en fila india desde nuestras escaleras hasta las de las
chicas, la mayoría de las veces con el “trajebaño” tipo Meyba en la cabeza. Ya
no estaba “Tin-tán” con su silbo. Al son de ¡Obenuno!, íbamos nadando y una vez
allí, o bien las invitábamos a bañarse con un “de aquí para abajo, todas al
agua” o las salpicábamos con técnica depurada. ¡Vaya forma de ligar!
Según otro informante, había otra
excursión en forma de “entierro”. Primero iban los monaguillos, luego el
cadáver, flotando haciendo el muerto entre cuatro porteadores y luego toda la
gente llorando pero al “motrollón”. Si venía el “chiva” a la escalera y
preguntaba de quién era determinada ropa, para coger al culpable, entonces
cualquiera de los que no había ido al “entierro” decía que era suya. Mientras
tanto la procesión, ya disuelta, nadaba hasta la rampa de Santurtzi, donde se
esperaba pacientemente a que pasara la tormenta para regresar en pequeños
grupos.
Otro de los numeritos era hacer en
pelotas “la pluma y el tintero”. Os podéis imaginar que era la pluma y que el tintero. Cuando las
chavalas se iban al morro, los “safaris” tenían el recorrido más largo, pero
merecía la pena.
Pero, en las escaleras de los chicos la
cosa ya era otro cantar. “Trole” ejercía de capo y junto a otros veteranos
(“Tinín”, los Madariaga, Cobos…) que habían sufrido en su día con los de la
generación anterior, nos hacían mil perrerías. La más famosa era “el paseíllo”,
que consistía en coger entre cuatro por las muñecas y tobillos a la víctima
elegida y desde las escaleras lanzarle al agua con el consiguiente espaldarazo
o tripada. A veces, un empujón a los abusones les hacía caer junto a su
víctima. A los de Sestao se les distinguía enseguida por su extraña forma de
nadar de costado “a lo chica” y solían ser los “elegidos”. Qué decir de los
“txunbos” que los finolis llamaban aguadillas o las guerras con fango desde el
agua. Aquel fango debía tener propiedades dermatológicas, porque de vez en cuando
nos embadurnábamos el cuerpo con él y colgándonos del suelo de los pasos
“hacíamos el higo”, descolgándonos por el cansancio al grito de
¡estooooymaduuuuuuro!. Desde ese mismo lugar, nos lanzábamos al agua realizando
numeritos, como “la carpa”. ¡Y no nos ha pasado nada!. Las chicas desde sus
escaleras presenciaban de reojo los saltos y gansadas.
Otra costumbre que tuvo arraigo en
diferentes épocas, fue el ir con unas monedas en el bolsillo oculto que tenían
los Meybas, hasta Santurtzi (400 m) o hasta la playa de Las Arenas (700 m),
para una vez allí, tomarnos un blanquito reparador. Alguno tenía allí la novia
y animaba a realizar la travesía. Previamente habíamos calculado la corriente y
el punto desde el que salir para poder doblar sin problemas la Mojijonera.
Me han contado, como una vez en Las
Arenas, una cuadrilla se vio sorprendida por una galerna y debieron volver
andando hasta el Puente y pasar la Ría. Cómo el espectáculo llamaba la
atención, a uno de ellos se le ocurrió decir en voz alta: ¡Ya os decía yo que
dejar la ropa al cuidado de aquella vieja no me parecía seguro y mira como
hemos acabado! .La cosa acabó con una caminata desde el Puente hasta la Punta y
además con galerna.
Las escaleras y las rocas estaban
plagadas de zapateros, escaramujos, mojijones y ostrones, y con uno de ellos me
corté el pie días antes de tener que bailar en Vitoria (1966). Tuve que ir a la
pata coja y sangrando, hasta el consultorio de Felipe Llorca, encima del Metro,
para que me hiciera un zurcido en frío. ¡Qué daño!.
De vez en cuando, los invadidos éramos
los chicos, pero por las chavalas de Santurtzi que solían venir en bote desde
su puerto. La mayoría de las veces (seguro que les gustaba) balanceábamos el
bote entre sus gritos de pánico. ¡Nunca les pasó nada!.
Entre los habituales había muy buenos
nadadores que formaban parte o pasaron a engrosar las filas de la Deportiva
Náutica de Portugalete. La piscina municipal que se había abierto en 1959, con
agua salada de la ría, fue restando efectivos poco a poco a las cuadrillas de
la Punta y al final fuimos pasando por el aro. “Trole” seguía haciendo de las
suyas desde el trampolín, admirando a propios y extraños con su famoso y
temerario “avión”.
Cuando el tiempo no invitaba al baño, el
recurso para pasarlo bien era coger los kiskillerosque había en casi todas las
casas y una vez pasados por el mercado a por carnada, dedicábamos la mañana o
la tarde, según la marea, a karramarros o kiskillas, sin
olvidar a los “velludos” (eskarrak) de los que se contaban historias truculentas,
como la de aquel al que un velludo le había cortado el dedo de un mordisco.
Había que pescarlas en la plataforma del morro en los agujeros que tenían los
bloques, con una varilla con un gancho en la punta. ¡Cómo costaba sacarlas!.
Bueno, estas son algunas batallitas que
os mencionaba. ¡Espero que os hayan traído buenos recuerdos y lo hayáis disfrutado!.
JOSE
LUIS GARAIZABAL