Seguimos con los maestros de obras del siglo XIX, que fueron los artífices en
parte del cambio urbanístico que sufrió la Villa, apoyándonos en las
investigaciones de Roberto Hernandez
Gallejones, que dada su admiración por el personaje que hoy recogemos,
consiguió que se le dedicara una calle.
Francisco Xavier de Berriozabal y Garmendia, nació el 6 de febrero de 1848. Su padre que era maestro de obra en
la Villa, y que también fue concejal, murió cuando él tenía 3 años por lo que tuvo
como tutor a su abuelo Francisco Berriozabal Berrio, también maestro de obra al
igual que lo era su abuelo materno Juan Ignacio Garmendia.
Condicionado por esta tradición familiar
estudió la carrera de Maestro de Obras, en la Academia de Bellas Artes de
Valladolid obteniendo el título en 1868. Se casó en Bilbao en 1871, y en 1873
proyectó su primer edificio de viviendas en la Villa, donde tendría una enorme
actividad con numerosísimos proyectos, tanto en el ámbito privado como en el
municipal, siendo el profesional más prolífico de todos los que trabajaron en la
Villa en el último cuarto del siglo XIX ya que hasta que se nombró arquitecto
municipal a Emiliano Pagazaurtundua en 1903, todas las funciones propias de
este cargo recayeron en él actuando en la práctica como un verdadero arquitecto
municipal.
De los 57 proyectos que en esos años se presentaron al
ayuntamiento realizados por maestros de obras, 50 llevan su firma. Así que
sería muy prolijo citar sus edificaciones tanto de inmuebles de viviendas o
chalets y palacetes urbanos.
Para el ayuntamiento realizó todo tipo
de informes, peritajes, proyectos de planificación urbana, enjuiciando incluso
lo proyectos de importantes arquitectos que realizaron obras en la Villa, con
los que en general mantuvo una pacífica convivencia.
Junto con Anduiza participó en la
reforma del edificio de Escuelas públicas, proyectó los lavaderos de San Roque
y Azeta (1889) y el matadero municipal (1890), y la primera la Casa-cuartel
para la Guardia Civil (1892), o el barracón para soldados en el fuerte de San
Roque.
Como miembro de la Junta de Caridad del
Hospital Asilo firmó el primer proyecto de nuevo edificio en 1895, que
finalmente se llevaría a cabo en su actual ubicación, llevando también la
dirección de obra. Una denuncia de la Asociación e Arquitectos de Vizcaya en
1902, hizo que tuviera que intervenir Leonardo Rucabado, recién acabada la
carrera, quien lo firmó en 1901 tras realizar algunos retoques en la fachada y
distribución interna.
También actuó en el ámbito eclesiástico
siendo designado por Sotera de la Mier para el proyecto del Colegio del Carmen,
que tras un incendió fue reedificado por Julio de Saracibar en 1891, se le
encargó la reconstrucción de la torre de la Parroquia tras la guerra carlista,
o en 1892 en el convento de Santa Clara realizó el acceso principal, la espadaña
o el edificio anexo de viviendas.
Fue además concejal y primer síndico en 1877
a 1881, director del cuerpo de bomberos, y miembro de la Junta de Sanidad.
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