Continuamos hoy con el aspecto de
la censura en las películas de cine durante la posguerra, según Tasio Munárriz:
Si en la entrada anterior
recordamos la censura en las cartas o en la radio, hoy recordamos la que
afectaba al cine.
No se distribuyó ninguna película
extranjera en la que apareciesen elecciones, partidos políticos, huelgas, etc.
Para que no se infiltrase ninguna costumbre “inmoral”, los censores obligaban a
cambiar los diálogos de algunas películas, como en el caso de “Mogambo”. Los
amantes Grace Kelly y Donald Sinden fueron convertidos en hermanos que se
acostaban en una tienda de campaña en posturas muy íntimas. Los censores no se
dieron cuenta de que habían convertido un amor adúltero en otro incestuoso.
En los cines parroquiales y de
los colegios, cuando salía un beso, el cura o el operador de turno ponía una
mano delante del objetivo para que no se viese, lo cual era motivo de protestas
y silbidos por parte del público infantil. Para evitarlo, el censor doméstico
cortaba la cinta unos metros y luego la tenía que pegar con acetona para
devolverla al distribuidor que solía ser “San Pablo Films”. Ya sabía por dónde
tenía que cortar: por donde habían pegado los censores anteriores. Pero la
chavalería veía acercarse a los protagonistas y luego separarse con un salto de
la cinta por medio.
En las publicaciones de la
“Galería teatral Salesiana para jóvenes”, Romeo y Julieta eran amigos del mismo
sexo porque los colegios eran unisexuales y los actores eran sólo chicos o sólo
chicas. Tampoco se daban cuenta que este cambio podía propagar la
homosexualidad, condenada por la ley de vagos y maleantes.
El 21 de marzo de 1952 se creó la
Junta de Calificación y Censura de películas. Las películas permitidas eran
clasificadas con criterios de moral fundamentalmente sexual de esta manera:
1.- Apta para todos los públicos, como “Marcelino, pan y vino”
2.- Apta para jóvenes de 14
a 18 años, como “Mujercitas”
3.- Apta para mayores de 18 años, como “Cantando bajo la lluvia”
3R.- Apta para mayores con
sólida formación moral, como “Cuando ruge la marabunta”
4.- Gravemente peligrosa (no
debe verse), como “Gilda”
Por cierto, “Gilda” no tenía
ninguna escena escabrosa sino que contaba la historia de un adulterio, que,
además de pecado desde el punto de vista religioso, era un delito perseguido
por la ley civil. A Franco le gustó y la permitió. En cambio, los obispos
levantaron el grito en el cielo y los curas consideraban que el verla era
pecado.
Según me cuentan, había una pelea
entre el párroco Angel Chopitea y Luis de la Fuente, propietario del Cine
Ideal. Este traía películas calificadas como 3R y 4 para atraer al público de
los pueblos vecinos y el párroco ponía en la puerta lateral de la basílica un
cartel con la ficha técnica de las películas, un resumen del argumento y la
calificación moral. Los portugalujos iban a otros pueblos a ver esas películas
“inmorales”.
Hablando de cine, en los años 50
se inauguró el NODO, noticiario que era obligatorio proyectar en las salas
antes de la película. Cuando salía Franco inaugurando pantanos, recibiendo a
los embajadores con sus credenciales, presidiendo desfiles o en sus cacerías,
los espectadores tenían que ponerse de pie y levantar el brazo. Se encargaban
de ello los acomodadores, que eran policías o guardias civiles jubilados, según
creencia popular. Algunos dicen que cantaban “Ay, ¡cómo vive fulano! ¡A lo
loco!” Y, cuando terminaba el NODO, había gente que se atrevía a cantar “Se va
el caimán, se va el caimán”, según cuentan otros. Ignoro si estas canciones
eran deseos o realidad.