Han sido muchos
los que ante la foto del Cristo, ganadora del premio 2013 de Fotografías
Antiguas de Portugalete, nos han trasladado su extrañeza ante la misma. Por
ello hemos pedido a José Luis Garaizabal que analice y explique la misma, colocando por nuestra parte a la derecha de la foto otra de los años 60 de la Casa de Chapa, que sirva de comparación
Nos dice lo
siguiente:

Mirando la foto
con detenimiento, podemos destacar en primer lugar la composición. A la
izquierda tonos claros debidos al sol que incide en la casa de Borreguero y el
“cuartelón”, que son atenuados por el zócalo oscuro que llega hasta las
ventanas. Al fondo el palacio de Mier con luces y sombras debidas a la posición
del sol y el suelo totalmente soleado de la Plazuela del Cristo. Todo ello
contrasta con las zonas oscuras del suelo terroso de la carretera, surcadas por
los dos raíles brillantes del tranvía y la casa de Laureana Mentxaka. Para que
todo tenga su punto de misterio vemos al fondo los terrenos de Félix Chávarri
con esos soportales o lonjas.

Desde el punto de
vista humano, vemos en el centro y en primer plano, a dos mujeres con un coche
de niños. Ambas visten de largo-largo, con dos faldas oscuras hasta los pies y
la de la derecha, con delantal blanco al viento, acicala a uno de los dos niños
que están en el interior del capazo. La de la izquierda, con su moño, mira
cariñosamente al mayor de los niños, que parece una niña con tirabuzones.
Destaca el cochecito, totalmente metálico, con armazón profusamente decorado.
Su sombra se proyecta contra el suelo de losas y la fachada de la botica, que
ocupaba el local de esas dos ventanas. Y ya que hablamos de la
botica, sobre la puerta
vemos el pomposo cartel con la leyenda “FARMACIA DE GARCÍA-BORREGUERO”.
Tras
estos cuatro personajes, hay otra mujer con un niño colocado sobre su cadera
izquierda, lo que provoca su postura inclinada hacia la fachada. Su sombra se
proyecta sobre una valla que separaba esta casa de la del “cuartelón”, espacio
que hoy ocupan las escaleras de bajada a la Plaza de la Ranchería y al
recordado Metro.
Como
curiosidad, diré, que en mi casa tenía oído que el apelativo de El Metro se
lo dio el tío de mi aita, Andrés Miguel, por su intrincado acceso desde la
terracita a la que se accedía desde el descansillo de esas escaleras y que
recordaba al acceso al metropolitano madrileño que él había visitado en uno de
sus viajes a la capital.
En
la zona límite de la sombra, posan cuatro críos con sus pantalones cortos y
otras dos o tres misteriosas personas parece que se dirigen vías arriba.
Es
curioso como aun hoy seguimos poniéndonos el apelativo de “las vías p’arriba” o
“de las vías p’abajo’ cuando queremos fardar de nuestro barrio de nacimiento.
Justo
en la esquina del que fue el Bar Aurelio, tres hombres charlan descuidadamente
sobre un rail y un cuarto asoma tras el altísimo poste, con una postura que
parece indicar que se dirige hacia el Casco Viejo.
El
palacio del fondo lo dice casi todo, por la majestuosidad de su fachada de
piedra de sillería, con su torre en la parte derecha que está coronada por un
tejado piramidal cubierto de pizarra que fue sustituido en 1912 por el que
todos conocimos (los viejos).
También
destacan los escudos de su fachada. El superior, que no se salvó de la piqueta
en 1968, mostraba en un recuadro una ballesta y carcasa con flechas acoladas a
un escudo circular con jinete con capa al viento montado en airoso corcel,
portando espada en su diestra. Además mostraba piezas sueltas como un yelmo,
mascarón, filacteria, tambor y una posible trompeta. (Ybarra)
En
el plano 1886 que acompaña a una solicitud de modificaciones, deja entrever
bajo lo que parece otro escudo diferente, con cuatro cuarteles, la cifra de
1818, que podría corresponder al año de construcción o a otra reforma.
Sobre
la puerta de entrada, el escudo de los Asturias-Muñatones flanqueado por dos
pergaminos pétreos con la leyenda AVE MARIA y que se pueden ver en la fachada
sur del Centro Cultural Santa Clara.
Esta
entrada tenía un antuzano protegido por altas verjas y dos columnas de piedra
coronadas por sendos tiestos, sujetaban imponente puerta de forja. Dos bancos
de piedra y respaldo de forja unían estas columnas con la fachada del palacio.
Llama
la atención en la fotografía, el que el primer piso esté con las cuatro puertas
de los balcones abiertas de par en par, así como el garaje. Las del segundo
piso están cerradas a cal y canto, lo que hace suponer que no estaría habitado.
Como
ya he dicho antes, al fondo se ve la finca propiedad de Félix Chávarri, o Féliz
como escribían en la época, que supone un misterio para mí, ya que sobre la verja
de entrada que hoy en día sigue dando acceso a “las javerianas”, figuran las
siglas F. CH., siglas que pueden indicar que Chávarri tenía algún edificio en
la finca o disposición a construirlo antes de vendérselo a la familia Carranza.
No sé si sobre ese área, de nivel más bajo que el resto de la finca, existió
alguna construcción sobre los soportales o lonjas que se ven a la derecha de
las escaleras de acceso.
Y
para terminar, queda la carretera que es de tierra, en la que están plantados
cuatro árboles con sus tutores. Una cuneta de adoquines la separa de la acera.
Como
ya he dicho antes, la cruza la línea del tranvía y que al no tener catenaria,
nos indica que corresponde a la primera línea de motor de sangre, de la
Compañía del Tranvía de Bilbao a Santurce y que en Noviembre de 1882 negociaba
con el Ayuntamiento y Diputación el reparto de costes de las obras que eran
necesarias para el adoquinado y levantamiento del terreno en la zona del
Cristo. No es hasta 1885, cuando se realizan las obras y la empresa mostraba su
inquietud por que el servicio no se viera interrumpido por las mismas,
exigiendo que se colocaran tablones entre los raíles para facilitar el tránsito
de las caballerías que tiraban de los carruajes-tranvías. En 1894 se pasaría al
sistema de motores eléctricos.