Ahora que estamos de aniversario, me sumo a él, desde Tarragona y puedo decir
que fue el mes de setiembre de 1960 cuando me incorporé a la clase de 2° de
Estudios Primarios en la Escuela Maestro Zubeldia, con D. Eufronio Vidal, como
maestro.
Unos días antes, mis padres se
habían entrevistado con él, en su despacho de director, tras confirmar en el
Ayuntamiento mi admisión como alumno de la Escuela. De esa entrevista, resultó
mi asignación a ese grado, sin pasar por el Preparatorio, con D. Juan, ni por
el aula de Primero con D. Víctor.
Y llegué en el primer día del curso
60/61 a través del PORTALÓN, lo que marcó un antes y un después. Antes, mi día
era todo mío. Después, mi horario quedaba marcado casi a fuego: había que
llegar antes de las 9:00, pues a esa hora se cerraba ese portalón. Nunca llegué
tarde, y no supe qué castigo sería abatido sobre los impuntuales, por miedo.
A mis casi siete años, a ese
respecto, tomé mis primeras decisiones individuales: simplemente, si veía el
portón cerrado, daba la media vuelta y hacía pira, novillos, campana... y no
llegaba tarde. Al volver a clase, después de comer, "me había encontrado
mal, con diarrea".
Lo malo de esas trampas, es que
debía irme lejos del alcance familiar y escolar: yo era conocido, se sabía que
era nieto de Martina e hijo de Alicia, su hija mayor. Sólo una vez, alguien
conocido de casa me vio y se chivó. Como consecuencia, tras volver a casa, el
culo "colorao", por los zapatillazos, me olía a cebolla.
Yo llegaba a la clase de 2°,
sabiendo leer y escribir, por un lado, y sumando y restando por otro, lo que me
nivelaba con el resto del grupo de alumnos en esa aula.
El primer día, tras formar y
ponernos en "saludo, brazo en alto", a la bandera nacional,
desfilábamos ordenadamente hacia el aula, la tercera a la derecha, al canto de "Prietas
las filas, recias, marciales, nuestras escuadras van...", el himno del
Frente de Juventudes, que los sucesivos maestros irían promocionando en
nuestras mentes.
El maestro nos fue colocando en
función de los huecos disponibles, si los hubiere y, si no, haciendo sitio. El
mío, fue un pupitre de dos plazas en el que fui intercalado entre J.M. Bustín
Iglesias y A. Amo Villada, en la fila del lado de las ventanas del aula de 2°,
tras J.L. Rodríguez Vázquez y J.C. Trinidad Paz. Detrás, estaba Lara.
En esa clase estuvo también Agapito
Calero (+), Raúl Ceballos, Javi Izquierdo, ... y otros. Vaya aquí mi recuerdo
para todos ellos.
El maestro no era una persona
afable, daba miedo, era de pocas palabras. El libro que usábamos, la
ENCICLOPEDIA ALVAREZ de 2° grado con tapas duras, contenía los conocimientos
exigidos por el Plan de Estudios de Enseñanza Primaria de 1945 que nos impartió
D. Eufronio. Dividida por capítulos, empezaba en la Doctrina Cristiana y la
Historia Sagrada; seguía por Lengua Española, Geografía, Aritmética, Geometría,
Historia de España, Ciencias de la Naturaleza, Formación Política e Higiene,
que, por entonces, ¿sabéis ?, era motivo de calificación individual.
En paralelo, en los dos años
previos a la Primera Comunión, como enseñanza cristiana, estudiábamos el
Catecismo, pero no en la Escuela Maestro Zubeldia sino en los grupos
parroquiales, entonces en el primer piso de las antiguas escuelas municipales
de El Campo de la Iglesia. Allí íbamos cada domingo por la mañana.
Realizaban una rifa con números a
dos reales cada uno, y en mi primera presencia, ese sorteo me hizo agraciado
con una pelota de plástico, verde, dura como piedra, pero botaba. Cursé
Catecismo en las matinales de los domingos de los cursos 60-61 y 61-62 en el
que, después de pasar un pequeño examen con el sacerdote, recibí mi primera
Forma unos domingos después.
MARTINTXU