Cuando este portugalujo murió allá en un pueblecito de
Ecuador, el obispo Víctor Garaygordobil que presidió la misa funeral dijo: “José,
ni tu mismo pueblo te hubiera despedido como te despide hoy este pueblo”.
Si estas palabras indican el respeto, prestigio y cariño que
le tenían en aquel lugar, Jama (Manabi), queremos con estas líneas que aquí se
recuerde también su nombre. Había dejado nuestra Villa, su familia, amigos y
cómodo trabajo en una oficina, cuando contaba 37 años, para ayudar a los sacerdotes
que habían fundado la misión vasca de Los Ríos en Ecuador en 1948.
Dedicado de lleno a aquella gente, empezó diseñando y
construyendo la casa parroquial así como la iglesia que era de caña, dotándola
de torre, reloj y campanas, pidiendo solo ayuda en la obra y tratando él de
buscar el dinero. Volcado en la educación infantil se encargó de la escuela,
donde los alumnos trabajaban ayudando a los albañiles, y en la que fue profesor
dotándola de un gran prestigio. Atendían a unos 250 alumnos y su modelo de
escuela en la que no se veía la prepotencia de la educación católica sino la humildad
del pobre, movió a que a su muerte se hiciera pública y cambiara su nombre por
el actual, Escuela José Vellés González.
Integrando diversos comités cívicos estuvo siempre en cabeza
de las acciones para mejorar la calidad de vida de sus vecinos, luz, carretera,
agua, salud, o canchas de juego, recabando ayuda de todos los frentes, para lo
que viajó en diversas ocasiones a Euskadi, algunas por problemas de salud propios. Sus logros fueron evidentes, consiguiendo
metas como construir la carretera de acceso al pueblo, o dado su afición al
futbol y apoyo al deporte dejó a punto lo que hoy lleva también su nombre: Coliseo de
Usos Múltiples José Vellés González.
En la foto superior el día de su entierro en que los
jugadores de su equipo, el Santo Tomás, portaban una pancarta: “Don José, tu
has muerto, pero vivirás para siempre en el alma de todos los jameños”, el
mismo lema que figura en su tumba.