Continuamos hoy
con otra portugaluja muy recordada y querida en la Villa por sus virtudes y
categoría humana, y lo hacemos de la mano de uno de sus sobrinos Florencio Soto Palacios.
Julia
Palacios Pereda, nació en Carranza viniendo con 15 años a “server” a Getxo. Al
casarse, en 1916, se empadronó en Portugalete en el nº 10 de la calle San Roque
donde estuvo hasta 1964.
Mujer
sencilla, con un gran corazón y espíritu de servicio
al prójimo, y sobre todo a la familia, fue extraordinariamente generosa, y por
sus obras mereció agradecimiento y admiración de
quienes la conocieron y disfrutaron de su cariño y amistad.
Tras
un embarazo fallido, sin hijos y su marido empleado en A.H.V. puso una pequeña
tienda de comestibles en una parte de su vivienda con lo que consiguió unos
pequeños ahorros.
Con
ella vinieron a vivir también una hermana, que se casaría en 1919 y tendría
tres hijos, año en que se trajo también a su hermana pequeña, Gumersinda.
Ante
la necesidad de vivienda para albergar a todos ellos, incluyendo a sus padres, haciendo
uso de sus ahorros y algún préstamo, decidió adquirir una casa con tres
viviendas en el nº 30 de la calle San Roque, construida en 1923,así como una
nave anexa, equipada con un horno panadero para elaborar panes y productos de pastelería.
A
esta casa fue, recien casada, Gumersinda con su marido Eugenio Soto Lopez natural
de Gallarta y de oficio pastelero y donde nacieron sus siete hijos. El primero,
en 1924 y el septimo, Florencio, en 1938.
Fueron
años muy duros. Hacia 1.930, abrió otra tienda de comestibles en Cabieces, la
cual cerró al comenzar la guerra en 1936, año en que sufrieron la desaparición
del segundo hijo de su hermana, Eugenio de 10 años, sin conocer su paradero. En
1938 muere su padre y en 1939 su cuñado para unos años después, en 1946,
después de larga enfermedad morir su hermana haciéndose cargo ella de
los seis huérfanos, y poco después se entera de que el septimo se encontraba en
Rusia, a donde había ido en uno de los barcos que evacuaron a “los niños de la
guerra”.
Tras
la guerra decide realizar otra actividad comercial, para lo que consigue un
local en el piso primero del reconstruido edificio del Mercado de Abastos. Allí
vendía carnes de porcino y lanares y sus derivados como salchichas, morcillas,
pancetas, etc..., siendo esta actividad la que dio lugar al sobrenombre de
"Julia la Tocinera" que ella lo admitía con naturalidad.
En
1950, la "Tía Julia” como la llamaban no sólo los sobrinos sino la
vecindad,
se quedó también viuda, asumiendo plenamente la responsabilidad de llevar ella
sola adelante la vida y educación de toda la familia.
Compró
en esa década de los años 50, dos viviendas, una en San Roque 32 y otra en la
subida a Repelega, que dedicó para alquilar a inmigrantes que llegarban en masa procedentes de diversas regiones
españolas, habiendo servido de gran ayuda para muchos de ellos de los
cuales, seguramente algunos todavía viven, quienes también le llamaban la Sra.
Julia o la "tía Julia" y que la recuerden con cariño y con
agradecimiento por el trato o la ayuda que de ella recibieron, cuando lo necesitaron.
La misión asumida por ella fue cumplida con mucho esfuerzo
pero con éxito.
Con la mejor voluntad, con la firmeza y
cariño que fuera necesario en cada momento, consiguió que los jóvenes crecieran
sin crear ningún tipo de conflicto y se formasen para poder ganarse la vida
dignamente con sus profesiones y actividades correspondientes.
Así
resulta que después de cumplir con el servicio militar, todos se casaron
formando sus propias familias; el mayor lo hizo en 1950 y el menor en 1966.
Con
el deber cumplido y a pesar de que siempre trató de ayudar en lo posible, se
retiró a su nuevo domicilio en la
calle Martin Fernandez Villarán, en el que vivió hasta 1989 que falleció a los
97 años de edad.
En
las fotografías que acompañan a esta entrada se ve a toda la familia con motivo
de los homenajes que le hicieron en sus 80 y 90 aniversarios.
El
relato integro de Florencio Soto
Palacios