En una entrada
anterior referente a la gente del Ojillo que vivió en el nº 1, aparecía José
Benito López Ocariz, nieto del famoso txistulari Benito Ocariz,
lo que ha removido los recuerdos de muchos de nuestros seguidores.
José Benito que fue el suscriptor nº 1 de la Colección El
Mareómetro, era aficionado a escribir pequeños artículos de los más diversos
temas que repartía entre sus amistades o se publicaron en la Revista El Abra,
de la que fue miembro, o en las memorias anuales del Hospital Asilo, de cuya
Junta de Caridad formó parte durante muchos años.
En su recuerdo recogemos uno de aquellos temas bien
documentados y escritos con su gracejo habitual:
En 1858 la Casa de Misericordia de Bilbao inició un sorteo,
a beneficio de su orfanato, que se llamaba LA RIFA DEL CERDO (dicho sea con
perdón) y durante muchos años fue tan popular como la Lotería de Navidad. El
sorteo cerdicular desapareció en 1981 y en 1992 los comerciantes del Mercado de
la Ribera lo resucitaron a beneficio de sus clientes.
Nuestro Hospital de
San Juan Bautista, que no era menos que la Misericordia de Bilbao, también
comenzó su Rifa en 1858. No sé quien copió a quien, pero como siempre hay
diferencias, resultó que nosotros no iniciamos el sorteo poniendo como premio
un vulgar y prosaico cerdo sino que, como elegantes que somos, decidimos que el
objeto a sortear fuera un distinguido juego de cubiertos de mesa, realizados en
fina plata.
En el archivo de nuestra Institución existe copia de una
carta que, cumpliendo lo legislado en aquella época, la Junta dirigió aquel año
a la Reina Isabel II, solicitando permiso para llevar a cabo dicha benéfica y
platera Rifa. No he podido averiguar cuantas veces se celebró el sorteo con
cubiertos como premio pero sí que, a pesar de comienzos tan finolis, la cosa
pronto cambió a lo tradicional y popular, es decir: al sabroso cerdo, porque
aquí nunca hemos tenido prejuicios judaicos o musulmanes para comer txarri.
Este antiguo dicho lo demuestra: "Siete
platos hubo en la boda de Antón: Cerdo y Cochino, Puerco y Marrano, Guarro,
Lechón y Tostón".
¿Y porqué se hizo el cambio de premio? No lo sé, pero pienso
que quizás aquellos antiguos ganadores, que recibieron los aristocráticos
cubiertos, dijeron: ¿Para qué quiero tenedor y cuchillo de plata si no tengo
carne que pinchar ni chicha que cortar? ¡Mejor que hubieran rifado un cerdo!
Y como el pueblo es soberano y manda, dejamos las finuras y
pasamos al cochinillo, que es más vulgar pero en la sartén hace chirri chirri y
da mucho unte para fortalecer el cuerpo y alegrar el espíritu.
Y volviendo a la comparación con los bilbaínos, debemos
decir que en nuestros sorteos, teníamos unos ganadores de puercos que la
Misericordia se hubiera dado con una piedra en los dientes por tenerlos ella.
Van dos ejemplos que constan documentalmente: En la rifa del
marrano, que se celebró el 20 de diciembre de 1919, (las fotos superiores de La
Ranchería son de aquellas primeras décadas del siglo XX) el afortunado poseedor
del número premiado, con un hermoso txarri, fue D. Lino Gutiérrez, que había
comprado 100 papeletas y, además, tuvo el detalle generoso de regalar el gocho
al Hospital.
Veinticinco años después, en 1944, en la rifa celebrada con
motivo de la Tómbola de ese año, el cerdo le tocó a Dª Carmen Gandarias, que
seguramente habría cogido más boletos que los demás dada su proverbial
generosidad, y también tuvo el detalle de donarlo al Hospital.
Como la Junta siempre ha tenido muy desarrollado el sentido
del aprovechamiento y del ahorro, es seguro que al año siguiente volvería a
rifar el mismo cerdo (con perdón), pero ¡eso sí! esta vez más gordo y con el
deseo de que cayera otra vez en suerte a estas personas.