Nos pidieron escribir sobre Los Barbis para
su libro del 50 aniversario que acaba de publicarse, y que es como recordar
medio siglo de la Historia de Portugalete.
Ante esta tesitura, estuve a punto de
caer en la tentación de empezar remontándome a aquellos años de niñez en que compartía
pupitre en la escuela de las monjas con Txema Lorente, cuando de lo que se me
pedía era escribir sobre el Grupo y no, como me podía haber pasado, de su
alma mater, y que sin duda son inseparables.
Empecé por lo tanto, por un primer recuerdo
que me sitúa en aquellos años 60 del siglo pasado cuando los portugalujos
comenzaron a sentir la necesidad de recuperar sus señas de identidad y sus
tradiciones, dignificando las fiestas que estaban totalmente en crisis. Y ante
el ejemplo del Elai Alai o Lora Barri que competían bailando, o grupos como el
Jatunak, Bizi Alai, o la Banda de Cartón, un grupo de amigos, "la
cuadrilla de Lorente", se animan a participar en el concurso de cuadrillas
dirigido, como decíamos, a mejorar nuestras fiestas.
Era el año 1966, lo componían 17 jóvenes
con cuatro guitarras y una melódica, que provenientes del mundo scout se dieron
el nombre de Barbis consiguiendo el segundo puesto que repetirían el año
siguiente. Lo suyo era solo cantar y sus canciones las que cantábamos todos en
aquella época, "tengo un novio chiquitín", "aquí venimos los barbis",
“antero txaparrotia”, “el día que se case Dorotea”, ...
El segundo recuerdo me sitúa en la
iglesia y en la época posconciliar, desaparecido ya Monseñor Chopitea y con
nuevos curas que propiciaban el participar en las misas a jóvenes con
guitarras, para desconcierto de algunos fieles. Allí estaban ellos
introduciendo una nota de modernidad y de cambio. De hecho en aquellos primeros
tiempos, en que su número de componentes creció rápidamente, se centraron sobre
todo en la canción religiosa, con referencia a canciones americanas o a
compositores como Miguel Manzano, o a la Misa Joven que estaba de moda.
El tercer recuerdo me sitúa en el parque
del doctor Areilza, y aquellos recitales suyos que tanto éxito tuvieron, como
los dedicados a la Música en la vida,
la Música vasca a través del año, la Música y Latinoamérica, o la Música y
los derechos del Hombre, que solo se permitiría titular, la Música y el hombre, ya que la censura en aquellos últimos años
del franquismo estaba encima y tenían que hacer verdaderos malabares para
sortearla.
Fueron años en que su nivel artístico
alcanzó un alto grado, con composiciones propias que nos traen a la memoria
nombres importantes dentro de su trayectoria, algunos ya desaparecidos, como
Josean Lozano, Rafa Pérez, José Ignacio Bilbao, “Txefe”, o Javi López Isla.
Aquellos conciertos sobre un tema
concreto, donde se enlazaban canciones, poemas o imágenes proyectadas sobre una
gran pantalla (la aparición en una de ellas de la foto del Che Guevara causó
verdadera sensación), forman parte ya de la historia portugaluja.
Estos recitales continuaron tras la
muerte del dictador, y quizás llegaron a su cénit con una producción de música
propia, recogiendo aquel momento histórico, como fue Herria naiz ni, estrenada en 1977 que se representó unos cuantos
años y que incluía ya la guitarra eléctrica.
El cuarto recuerdo me viene de mi época
en la ikastola Errikoa, y aquellos años luchando para conseguir una ikastola
pública que se remataría con Ibilaldia 82, teniendo junto a mí en la Junta de
la Cooperativa a Txema. Ya no éramos tan jóvenes, teníamos hijos, compromisos
familiares y laborales, los cuales también repercutían en la vida de su grupo
en la que se habían producido bajas por distintos motivos, ya fueran traslados
de domicilios, o algo que fue común a muchas sociedades portugalujas, las
divisiones políticas o la dedicación de algunos miembros a los nuevos
compromisos de tipo político que absorbían su tiempo. El Grupo Los Barbis
estaba pasando un profundo bache.
Dejándome llevar por mis recuerdos, estos
me llevan a 1985, cuando tras unos años intentando salir del bache y seguir
adelante, habían empezado de nuevo a participar en fiestas concretas, cantando
canciones locales ya fueran de Santa Agueda, el entierro de la sardina, la
Diana portugaluja (por cierto que el que las mujeres cantaran no se consideraba
muy correcto), o el Olentzero, y se decidieron a recuperar los antiguos recitales,
con Fulgor y muerte de Joaquín Murrieta, (la
música sudamericana siempre les ha atraído), así como también el dedicado a la
Ecología, donde incorporados ya jóvenes, aparecían dos violines.
De esta época me queda la sensación de
que ya la gente no vibraba como antes con los temas, estaba más dividida,
aunque la imagen que daban era novedosa y prometedora: Los años habían hecho
que desaparecieran aquellas parejas de jóvenes, muchos de ellos novios, y ahora
se presentaban ya carrozas que, eso sí, habían sabido inculcar a su hijos el
amor a la música, y muchos de aquellos pequeños se incorporaban al grupo
cantando por primera vez con sus padres.
El siguiente recuerdo me sitúa el día de
la Virgen de la Guía de 1990. Pedro Heredia, había fallecido tres años antes
tras haber trabajado durante toda su vida por recuperar el cancionero popular
portugalujo que no pudo nunca ver publicado, en parte porque Cesar Saavedra se
le adelantó publicando una parte importante del mismo en su Cancionero Musical
Portugalujo. Este libro de César iba a servir para que las generaciones
venideras no se olvidaran de las canciones tradicionales, pero quedaba una
tarea pendiente como era recuperar en discos dichas canciones cantadas.
Y ese día de 1990 Los Barbis ponían en
marcha una iniciativa que los portugalujos hemos agradecido sobremanera, como
fue recoger aquellas canciones típicas portugalujas y grabarlas para que no se
perdieran y para que sirvieran para las siguientes generaciones. Aquel primer
CD al que siguieron otras recopilaciones fue todo un éxito. En el Grupo, ya
todos adultos, surgió ese mirar hacia atrás, a nuestra historia jarrillera,
(como nos
ha pasado a muchos), y a ejercer de portugalujos, haciendo desde entonces más patente
si cabe su presencia en todo tipo de actos festivos locales y fundamentalmente con
nuestras canciones tradicionales. Se habían centrado en uno de los fines que se
propusieron cuando empezaron: Crear en
los momentos oportunos ese “ambiente popular” que haga revivir en todo el
pueblo esa unidad tan agradable, enmarcada en una “fecha” o en un
“acontecimiento”.
En estas líneas que me han pedido, no he
hablado de la personalidad de Txema Lorente, de su amor a la música, a la
poesía, a su Maribel querida, de su capacidad para arrastrar voluntades, de sus
innumerables composiciones, de la cantidad de discos grabados, ni de otras
personas que con él han trabajado para llegar a esta fecha (no puedo dejar de
citar a Nati Fuentes que nos dejó hace todavía poco), pues creo que lo harán
otros mucho mejor que yo a los que Agustina ha pedido colaboración.
Pero como yo, desde la Fundación El Abra
y los libros del mareómetro, me he aprovechado siempre de él, quiero dejar
finalmente constancia de este aspecto. Los Barbis han colaborado durante todos
estos años desinteresadamente con todas las Instituciones portugalujas que se
lo han solicitado, cuando no se han ofrecido ellos voluntariamente, o con todas
aquellas campañas a favor de causas justas que se han dado y se siguen dando.
Solamente voy a citar a dos, por lo que a mí me afectan, como es su presencia
en el Hospital de San Juan Bautista, para trasladar su alegría a todos los
residentes portugalujos que allí se encuentran en diversas ocasiones festivas,
y por otro lado en los actos de homenaje organizados a portugalujos a lo largo
de las dos últimas décadas de existencia de la Colección El Mareómetro,
empezando por el homenaje a Pedro Heredia y terminando el pasado año con el
homenaje al doctor Alday en los salones del Hotel.
No me queda por lo tanto mas que trasladar
mis felicidades y agradecimiento a todos los que en cada momento de su historia
han puesto su esfuerzo y dedicación para que este proyecto haya cumplido medio
siglo.