Aurelio Gutiérrez Martín de Vidales, nos ha recordado en su blog la adquisición del terreno de Las Canteras en
1809 para construir el primer cementerio exterior que tuvo la Villa. Eran los
tiempos de la invasión francesa y fuimos pioneros en el Estado en prohibir los
enterramientos en el suelo de la iglesia por ser perjudiciales para la salud.
En aquella época dicho terreno era la huerta del Marqués de Villareal, que
perteneció antiguamente al vínculo de Martín y Francisco de Vallecilla, pasando
luego a Alfonsa Jacinta de Vallecilla, Marquesa de Villareal, y siendo entonces
sus dueños José Díaz Pimienta, Marqués de Villarreal y Doña Ramona de la Llosa
y Zuazo.
La descripción del terreno trasero de la iglesia era “contiguo a ella por el costado sur, bajo el camino llamado del carro.
Confinando por la parte del este con el mismo camino que baja a la ribera y
muelle viejo, y por el oeste con otro terreno de Doña Ramona de la Llosa
mediando entre ambos un carrejo angosto que sirve de paso”.
Al citado Marqués se le acompañaba en las escrituras los títulos de “Señor de las Villas de Villarreal de
Burriel, Albilla y Renuncio en la Merindad de Burgos, Teniente Coronel de los
Reales ejércitos de su Majestad, agregado del capitán de la plaza de Madrid”.
Hasta entonces los muertos se enterraban dentro de la iglesia cuyo suelo
era de tierra, cubierta con juncos, lo cual presentaba “graves inconvenientes y perjuicios a la salud pública por las
exhalaciones cadavéricas” que se producían, que hacía que dentro del templo
hubiera un “edor pestífero” insoportable.
Consideraban que el terreno tras la iglesia, por su elevación y ventilación, era el mas adecuado para dedicarlo a Campo Santo, motivo por el que el Ayuntamiento
representado por su alcalde y miembros de la corporación y el Cabildo
eclesiástico por dos de sus curas beneficiados firmaron las escrituras de
compra del terreno ante el “Escribano Real de la Villa de Portugalete”, Don
Clemente Urioste.
La operación la consideraban de gran utilidad y ventajosa ya que la “Fábrica gasta anualmente más de doscientos
reales en la conducción del junco que se trae y se extiende en la Iglesia
quitando el viejo, y que de ponerse el suelo de ella enlosado o entablado de
firme, para la mayor decencia y adorno, como está proyectado por ambos Cabildos y
encargado por autos de Santas Visitas, se evitará el adoquinado que en falta
del cementerio era forzoso hacer para la colocación de cadáveres, cuya obra
será mucho más costosa en lo material de la manufactura y ofrecería un gravamen
los más de los años con la rotura de las losas y tablas, como se experimenta en
otros templos”.
El 28 de octubre de
1809 se enterró en el interior a la última persona, que resultó ser una niña de
seis meses llamada Gregoria, hija legítima de Juan Francisco de Lois y Juana de
Ibarguen y el día 31 se bendijo el Campo Santo tras una solemne función
religiosa con asistencia de gran parte de vecindario.
La inauguración del
nuevo Campo Santo tuvo lugar el 31 de octubre y el mes siguiente se realizaron
los primeros enterramientos que fueron, los días 11 y 15, dos niños hijos de
Mariano Allende.
En 1814 se acordó
entarimar el suelo de la iglesia aunque no debió ser en su totalidad.
Los documentos completos:
LA VIDA PASA