La
noticia la he encontrado en la prensa: Se han programado visitas guiadas
nocturnas para conocer la historia y el patrimonio de la Villa, dirigido
principalmente a estudiantes y abiertas a la ciudadanía y a los visitantes.
Con
ese titular la idea me pareció acertada, aunque a continuación al seguir el artículo
periodístico, sentí como una patada en las tripas, al describir el recorrido desde
el edificio de la antigua estación hasta el convento de Santa Clara, (para mas
comodidad utilizando las escaleras mecánicas), se cita…el palacio de Manuel
Calvo, la Casa natal de Juan Antonio Zunzunegui, y la Casa Ramón Real de Asúa.
30
años divulgando la historia jarrillera desde la Fundación El Abra y la
Colección el Mareómetro, para esto. Sin que nadie, ni en las instituciones, grupos feministas, o en la gente de la cultura, se inmuten.
Aunque
sea predicar en el desierto, no me resisto a volver a recordar brevemente la figura de Casilda
Iturrizar una mujer de origen humilde, hija del cochero de la familia Epalza,
que se casó con el capitalista Tomás de Epalza, el del palacete con capilla en
el Muelle Nuevo, y al quedarse viuda sin hijos decidió repartir su fortuna en
obras sociales.
Para
favorecer al pueblo cedió parte de su finca para abrir una calle que uniera la
parte baja con General Castaños. Una calle Nueva que al morirse en 1900 y volver a tener en cuenta a la Villa en su testamento, se rotuló como
agradecimiento, con su nombre de Casilda Iturrizar (que en la actualidad muchos
se lo sustituyen por calle o cuesta de las maderas).
Pues
bien en su testamento dejó cantidades para el Asilo de San Juan Bautista, la
parroquia de Santa María y otros, además de su deseo de que se construyera a
sus expensas en sus terrenos que están contiguos a la citada calle, “un
edificio para escuelas de niños y que la enseñanza sea gratuita para todos los
pobres y también para los obreros”, bajo la dirección de los agustinos, así
como cierto capital para el sostenimiento de dichas escuelas.
En
1902, se constituyó la “Fundación Escuelas de doña Casilda Iturrizar,
viuda de don Tomás José de Epalza” y el edificio que se levantó fue un gran
complejo conventual y docente, con aulas, vivienda para los religiosos,
capilla, …
Las
escuelas conocidas siempre como de Doña Casilda o de los agustinos, hicieron
una gran labor social durante décadas, hasta que tras su destrucción en la
guerra civil y su reconstrucción posterior, a mitad del siglo XX los nuevos
rumbos sociales la hicieron cambiar de función con usos polivalentes.
En
1972, al final de la dictadura, se cede el uso de las aulas al Ayuntamiento dando clases en ellas maestros
nacionales, con un requisito de “que en todo caso deberá mantenerse siempre el
actual nombre oficial de ESCUELAS DE DOÑA CASILDA ITURRIZAR” y que en
1986 un decreto del Gobierno Vasco dispuso su desaparición.
En
1966, el alcalde Esparza y el Instituto Nacional de Previsión de Vizcaya firman
un contrato de arriendo y en sus dependencias encontramos desde un ambulatorio de la
Seguridad Social, cuarto de socorro, guardería infantil o una “Escuela de
Subnormales” que atendía problemas de deficiencia psíquica y
físicos.
Esta
escuela que estuvo funcionando durante unos años, empezó a denominarse, sin
ninguna declaración oficial que sepamos, como Ramón Real de Asúa, quizás por la
amistad que el alcalde había tenido con él, cuando era Delegado Provincial de
Auxilio Social por F.E.T. y de las J.O.N.S. aunque en su casa según me comentó
su hijo “Juanito” a quien reconocimos por su donación de fotografías
familiares, nunca se supo de esta “distinción”. Algo parecido a la deferencia de
Esparza con la alcaldesa de Bilbao, Pilar Careaga dando su nombre a
un nuevo centro escolar en Zubeldia en 1973.
Por
todo lo anterior volvemos a repetir que el edificio, que se utiliza en estos
momentos para EPA, Kzgunea y otros menesteres, se debe recordar por respeto y
agradecimiento a nuestra benefactora, no como casa de Ramón Real de Asúa, sino como
edificio de Casilda Iturrizar.
Finalmente
aprovechamos para señalar que las cuatro estatuas que en la actualidad adornan
el Paseo de la Canilla, fueron un encargo suyo al escultor Adolfo Areizaga
(1848- 1918), representando las cuatro estaciones del año en forma de tres
figuras masculinas y una femenina, con sus trajes tradicionales vizcaínos y estaban
destinadas al mausoleo del matrimonio.
Por
si las guías que hagan las visitas quieren más información sobre el
tema, les recomendamos consultar en la Biblioteca Digital Portugaluja, los
trabajos siguientes:
EL EDIFICIO RAMON REAL DE ASUA DE PORTUGALETE. Roberto
Hernández Gallejones.
NOMBRES PERSONALES EN CENTROS PÚBLICOS DE PORTUGALETE, José Manuel López Díez.