Se me ha pedido que escriba unas líneas sobre esta entrañable foto que nos hicieron sobre los últimos restos de la leñera familiar de la Panadería Garaizabal en Maestro Zubeldia. La foto no es muy buena, pero los recuerdos, sí.
He
escrito, entrañable, pues aquel solar donde se almacenaba la leña para los
hornos, fue un lugar de juegos, risas y proyectos de todo tipo. Estuvo situada
entre las casas del Ojillo, el callejón de la panadería, la calle y el otro
callejón lateral de la casa de los Arrugaeta, también conocida como “de la
barrera” por estar protegida por una verja. Toda la leñera estaba cercada, bien
por tablas o por una tapia de ladrillo y en una esquina del callejón, se
encontraba el garaje con sus puertas correderas de madera donde se guardaban
las camionetas del reparto del pan que conducía mi aita y años después, por mi
primo Pedro o por mi otro primo, Txema. En otra esquina, hubo un gallinero
donde las “reclusas” engordaban con el pan sobrante de la panadería y ponían
unos huevos de campeonato.
Como
hemos dicho, allí se almacenaba la leña de encina que periódicamente traían
unos camiones y era descargada a mano, una a una, formando un gran montón. Mientras
la zona protegida estaba casi vacía era el momento de montar un espectáculo de
circo, el “mundialmente” famoso Circo Zubel, que realizábamos emulando lo que
habíamos visto en las comedias de la tejavana o en la visita anual al circo
Atlas en La Casilla de Bilbao, al que nos llevaban mi ama Sere y mi tía Isabel.
Una cabalgata publicitaria formada por “los artistas” debidamente disfrazados, pregonaba
por las calles los horarios, avisando que la función no era gratis y que cobrábamos
“una gorda” o “una chiquita” (10 céntimos o 5 céntimos de peseta). La pista
tapizada con el serrín del taller de cepillos de Araco estaba rodeada de
“localidades” que no eran otras que bancos corridos formados por largos troncos
para los de preferencia y de pie para los de general.
Los
números de trapecio eran realizados en una de las tres gigantescas y
traicioneras higueras existentes, por el inigualable “hombre de goma”, el
difunto Javitxa. El resto de los números eran de payasos, equilibristas,
gimnastas sobre la carretilla de la leña, forzudos, cantantes, magos, etc. eran
repartidos entre chavales y chavalas. Mi amama Gregoria, mi ama y mi tía
seguían el espectáculo desde los palcos principales que no eran otros que los balcones
de la casa familiar.
En
temporada de higos, toda la calle nos poníamos morados y con unas pirrileras de
aupa. En sus últimos años, construimos una bolera de bolos a cachete, emulando
lo visto en Urioste. Allí aprendieron a bailar nuestros primeros discípulos del
Elai Alai y hacíamos, también, casetas en la trasera del garaje o entre los
troncos del montón de leña y alguno y alguna, empezó a dar a escondidas sus
primeras “caladas” o se aplicó leche de higos verdes en el pubis para adelantar
la salida de vello.
Había
un palomar adosado a la pared del garaje y en época de pichones, los de la
cuadrilla de mi tío José Mari se ponían tibios merendando en la panadería sobre
las cestas del pan dados la vuelta.
Pues
bien, aquel paraíso llegó a su fin en 1963, cuando vendieron el solar para que
Cotera construyera el número 4 de la calle Maestro Zubeldia.
Comenzó
el derribo y desescombro de las tapias y cobertizo y alguien (¿Miguel
Santacoloma?) tuvo la feliz idea de subir a casa a por la máquina y congregar a
todos los chavales que andábamos por la calle y mi aita con su txapela y su
habitual vestimenta de mahón, se unió al grupo. Nos colocamos junto a la pared
donde antes vivieron las palomas, resultando la foto que encabeza estas líneas.
Semanas
después, calló el garaje bajo la piqueta y el antaño idílico lugar de juegos,
pasó a la historia en 1964 bajo el nuevo edificio al que fueron a vivir un par
de los fotografiados.
He
pedido ayuda a mis primas y a Mari Luz para refrescar la memoria y no meter la
pata al nombrar a los fotografiados. Éste es el
resultado de nuestra memoria y completado con las fotos del archivo de los Amigos
de Zubeldia y La Cruz, con el dibujo de Juan Andres Garaizabal y su ama Isabel
Santibañez en el palomar.
De izquierda a derecha. Arriba: Paco Garaizabal (+), Fernan Carvajosa (+), Amado González, Javitxa Martínez (+), Maribel Garaizabal, Juan Carlos López y Fede Martínez. Centro: José Luis Garaizabal con Juan Andrés Garaizabal a hombros, José Ángel León (+). En la siguiente fila, de pie: Edu Garaizabal, Mariluz León, dos hermanos (“Pito” y “Cagalera”), xx, Jesús Beristain y Paco Urzay. Arrodillados: XX, Ángel, “Casito” y XX.
JOSE LUIS GARAIZABAL
FLAÑO
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