Para publicar el Diccionario Biográfico Portugalujo, tuve
que rastrear todo lo escrito sobre nuestra historia, constatando una verdadera
dificultad para encontrar la presencia femenina por la total escasez de fuentes. Su presencia y sus experiencias en el pasado han sido habitualmente
olvidadas o silenciadas, por lo que su reconocimiento y recuperación es una cuestión
de justicia social.
En nuestra Villa, con
los hombres dedicados principalmente a la actividad marinera comercial o
guerrera y buena parte de su vida fuera del hogar, las mujeres sobre todo las
casadas o viudas, cumplieron un papel importante al asumir un rol muy activo gestionando
el patrimonio o asumiendo el rol de mediadoras entre los distintos miembros.
Gran parte de la
historiografía ha creado la falsa imagen de las mujeres del pasado como amas de
casa dedicadas en exclusiva a las tareas de mantenimiento, a la reproducción y
a la crianza, despojándolas de protagonismo y poder en el relato histórico y
relegándolas a posiciones secundarias y ocultando sus aportaciones.
En estas ideas insiste el trabajo
publicado por EMAKUNDE, Memoria histórica con perspectiva de género. Una
guía práctica para incluir a las mujeres en el relato histórico, en la que
se constata que pese a los esfuerzos que se realizan por la igualdad de hombres
y mujeres, en un terreno como la historia, entendida como un relato sobre
nuestro pasado común que nos constituye en el presente, su presencia es todavía
escasa.
Traigo este tema a colación tras el
trabajo de Aurelio Gutiérrez en su blog LA VIDA PASA,
recogiendo numerosos legados en el Archivo Histórico Diocesano de mediados del
siglo XVIII en la que la actividad del corso estaba en su apogeo. Solo hace
falta recordar a algunos de nuestros marinos de esa época a los que les dimos
protagonismo como fueron Manuel Álvarez, Bartolomé Mendivil,
o Franciscode Berriaga.
Pues bien era costumbre entre los que se
apuntaban al corso y antes de embarcar, otorgar poderes a otras personas para en caso de caer preso por los ingleses u otra circunstancia, cobrara en su nombre la parte y porción que le fuese destinada de las
presas realizadas. El que las personas que embarcaban no eran solo de la
Villa sino de distintas procedencias, evidencia que a la persona que eligieran
para darle poder debería tener cierto prestigio y reconocimiento social.
Aurelio recoge distintos casos, y
nosotros nos detenemos en su percepción cuando dice: Curiosos son los datos
referentes a Agustina Rozadas Llosa, viuda
de Lucas Basagoiti Larrazabal, domiciliada en Portugalete, y a cuya persona dan
poderes varios navegantes antes de salir al corso. Citando entre los
apoderamientos de marinos que estaban a punto de embarcar, los siguientes:
El 6 de diciembre 1742, Juan
Antonio Fernández, residente en villa que le correspondía parte de las seis
presas inglesas hechas por Don Pedro de Balparda, capitán de la galera llamada
“El santo Cristo del Portal".
El 1 de febrero 1744, Prudencio de Careaga, natural de Baracaldo y Francisco de Manso natural de la villa de Luarca, para que permita y cobre la parte y porción que les corresponda en la presa hecha por el capitán Juan Miranda con el corsario nombrado “Nuestra Señora de la Piedad”.
6 de febrero
1744, Felipe Blanco natural de Asturias, para que permita y cobre la parte
y porción de la que fuese destinada de las cuatro presas inglesas hechas por el
capitán de José de Borganes en el corsario “Nuestra Señora de Begoña, Patrona de
Vizcaya”.
El 30 de marzo
1744, Francisco del Collado, vecino de Asturias para que pueda percibir la
parte que le pueda tocar de la presa cargada de tabaco por José Borganes con la
fragata nombrada “la Begoña”.
Vemos que la actividad en la Villa con
tantos vecinos dedicando sus naves a la práctica del corso, con el consiguiente
movimiento económico que se originaba al traer las presas a nuestro puerto, era
grande y la autoridad de nuestra protagonista Agustina Rozadas debía ser
importante, aunque solo se señala que era viuda de Lucas Basagoiti Larrazabal.
No conocemos ningún trabajo que se
refiera a esta mujer o esta dedicación y la única referencia que podemos
aportar es el hecho de que unas décadas antes, en 1717, con motivo de la
revolución por la implantación de las aduanas, que originaría la ejecución por
garrote vil del sindico Francisco de Otañez, en el amotinamiento del vecindario se
asaltaron diversas viviendas destrozando los ajuares entre las que se
encontraba la de Lucas de Basagoiti, que bien pudiera ser la de nuestra
protagonista.
Aurelio ha seguido investigando la vida de esta mujer y en su blog nos dice lo siguiente:
ResponderEliminarAgustina Rozadas Llosa, sobre la que desconocemos su fecha de nacimiento, aunque encontramos a tres hermanos, María (n.1686), Antonio (n.1696) y Francisca (n. 1698) (quizás algo de los tres sea ella misma) se casó con Lucas Basagoiti Larrazabal en 1730, a la sazón viudo y con tres hijos, el pequeño de 12 años, a quien en 1724 lo encontramos como maestre del barco “San Juan y Animas”.
Agustina tuvo con él cinco hijos, el último en 1739, tras el cual se quedó viuda, viéndose abocada a recibir poderes matrimoniales “in facie Ecclesiae” de varios navegantes antes de salir estos al corso. Se nos ocurre que un motivo fuera las penurias de una viuda con hijos menores.
Agustina fallecería en Portugalete el 9 de noviembre de 1759.