Estas dos escaleras que hemos visto en
la entrada anterior estaban destinadas a cada sexo y un guardia municipal, que
no conocí, al que apodaban “Tin-tán” controlaba desde el muelle con su traje
blanco y casco del mismo color que nadie pasase de una zona a la otra. Su silbo
sonaba con cada infracción.
Conocemos la existencia de tres bandos
de diferentes alcaldes (1935, 1936 y 1941) en los que se muestra la moral de la
época:“no se consentirá en modo alguno
que se utilice para bañarse el Muelle de Hierro, en ninguno de sus dos paseos
(arriba y abajo), ni permanecer ni transitar por ellos vestido con traje de
baño”, “ni el uso de prendas de baño que no cubran el cuerpo de forma decorosa,
ni llevarlos recogidos a la cintura, a pretexto de baños de sol, por medida no
solo de moral sino de buen gusto”, incurriendo en delito de “gamberrismo”.
(E. Retuerto-1935). “No se consentirá a
nadie que se bañe desde el Muelle o sus escalas. Se habilitará para el baño la
playa, el dique y el último espigón del Muelle de Hierro”, “los mayores de 12
años, en la playa, deberán usar, para vestirse o desnudarse, las casetas de
baño, a no ser que vayan vestidos desde sus domicilios y cubiertos de un
albornoz”. (C. Busteros - 1936). Valeriano Martín recordaba en 1941 las
citadas prohibiciones y recomendaciones. Lo más gordo era que incurrirían en
“gamberrismo”, quienes “circulen por los
paseos públicos sin chaqueta o vestidos de forma inadecuada para la población”.
Los portugalujos fueron poco a poco
sorteando estas prohibiciones o las autoridades fueron relajando su
puritanismo.
En las fotografías superiores, en los
años 40, de Mertxe Adán la vemos
sobre las rocas junto a sus amigas de cuadrilla: Josefina Olano, Cipri Solaetxe
(mostrando la pantorrilla), Amali R. Madariaga, Ortiz, Emili ... Como dato
curioso, me apunta Mertxe, que en fiestas se solían bañar por la noche, previa
inspección de que no hubiese parejas “amorosas” en el paseo inferior, en las
cercanías de la escalera. Luego era ella el volver con el “trajebaño” mojado.
El bote de la imagen era portugalujo,
pero no recuerda la propietaria.
Cómo las “escaleras de las chicas” no
tenían “solárium”, salvo las rocas y la pasarela, éstas se desplazaban también hasta
el faro para poner las toallas en los adoquines del paseo, bajando a bañarse a
la planchada que rodeaba el morro, fundamentalmente en la parte que daba a
Santurtzi.
La creciente contaminación de la Ría nos
fue expulsando de estos lugares de baño, en los que habíamos aprendido a nadar,
fundamentalmente del “dique”, ya que entre la sangre y tripas del matadero, el
petróleo de los desguaces de la Benedicta, el lavado de mineral y la
contaminación industrial y humana, el baño allí se había convertido en una
tortura, pero principalmente nos desplazamos al ir en cuadrilla muchos de los
miembros del Elai Alai.
Pero bueno, el paso a la Punta era como
un rito de mayoría de edad. Si te bañabas allí… ya eras un hombre.
Seguiremos mañana recordando estas
“batallitas”…
José
Luis Garaizabal
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