Frente al ‘Dios-patria-rey’
de los tradicionalistas españoles y el ‘Dios-patria’
de los neocatólicos, en la segunda mitad del XIX surgió un ‘carlismo vasco’ con
el lema ‘Jaungoicoa eta Foruac’. Luis
y Sabino Arana crecieron imbuidos en estas ideas, según cuenta XABIER ORMAETXEA en DEIA (20 de
Junio de 2015):
Se
suele dar por sentado, de forma un tanto simplificada, que los hermanos
Arana-Goiri eran dos jóvenes carlistas que protagonizaron una fractura del
carlismo vasco, iniciando la corriente nacionalista vasca de corte
secesionista.
Recientemente,
se ha planteado una interesante tesis en la que se apunta la posibilidad de que
llegasen al independentismo antes que al “Jaungoikoa eta Lagizarra” y de
que su paso por el ambiente universitario e intelectual barcelonés pudo
influenciar en la conformación de su pensamiento.
Generalmente,
cuando se habla del Carlismo se tiende a pensar que es un fenómeno uniforme,
una ideología definida y, sin embargo, fue algo bastante más complejo, más aún
si estudiamos el fenómeno histórico de la última Guerra Carlista (tercera en la
historiografía española, segunda en la historiografía vasca).
Al
comenzar la década de 1860, el movimiento Carlista apenas tiene fuerza y
seguidores. En el caso del País Vasco la defensa foral y la elaboración de una teorización
foral, que entendía los fueros como soberanía originaria, corrió a cargo de
los liberales fueristas. Personajes como Delmas, Gaminde, Lemonauria, Pedro
Egaña, Barroeta Aldamar, Ortiz de Zárate, Moraza, Sagarminaga, etc, fueron los
paladines de la defensa foral y elaboraron toda una rica e interesante teorización
que heredó el nacionalismo vasco en sus postulados.
Por
extraño que nos pueda parecer hoy en día, un hecho internacional vino a
trastocar el curso de la historia y de los acontecimientos. En 1861 se proclamó
el Reino de Italia que aspiraba a integrar los estados pontificios y acabar con
el poder terrenal del papado. El papa de Roma se autoproclamó “el rehén del
Vaticano” (si bien Roma no fue tomada hasta 1870). El año 1863 tuvo lugar en
las Cortes españolas un intenso debate sobre el reconocimiento del Reino de
Italia y, a partir de ese momento, se produjo una fractura en el mundo liberal,
surgiendo el partido de los llamados neocatólicos. La cuestión
religiosa, que hasta entonces había tenido una importancia relativa, cobró una
relevancia fundamental en la política. El País Vasco no fue ajeno a esta
disputa y eminentes hombres del liberalismo moderado tales como el alavés Ramón
Ortiz de Zárate o el portugalujo Miguel de Loredo pasaron de las filas liberales
moderadas al neocatolicismo. La cuestión religiosa, la prevalencia de los
principios católicos y del poder terrenal de la Iglesia, pasó a ocupar un
primer lugar en paralelo con la causa foral, y se produjo un acercamiento, que
con el tiempo pasó a ser una fusión con el Carlismo. Será en 1864 cuando por
primera vez nos consta que apareció esa proclama en un discurso del apoderado
por Portugalete Miguel de Loredo
ante las Juntas Generales de Bizkaia: “Son dos palabras sagradas que
subyugan el ánimo y que están grabadas en el corazón de los hijos de estas
provincias; son dos palabras que hacen el encanto de nuestras almas; (...)
¡JAUNGOICOA ETA FORUAC!”
Este
nuevo lema “fue adoptado inmediatamente
por neocatólicos y por carlistas vascos”, creando una cohesión tal en torno
al lema, que desde ese momento no existió prácticamente distinción entre ambos.
Un efecto que podemos calificar de positivo en este acercamiento es la alianza
con los navarros que preconizaban una unión vasco-navarra y el paso del Irurak
bat al Laurak bat, liderado por el alavés Ortiz de Zarate y los
navarros Nicasio Zabalza y Cancio Mena. Se creó el influyente Semanario
católico vasco navarro (1866) y posteriormente el periódico semanal El
País Vasco Navarro (1869) con el lema Jaungoicoa eta Fueroac que en
su primer número abogaba por que absolutistas o republicanos, moderados y
progresistas se unan fraternalmente para defender los fueros a toda costa.
El
advenimiento del sexenio democrático (también llamado revolucionario) entre
1868-1874, el debate de la Ley de libertad de cultos, la proclamación de un
Saboya como rey de España (tachado de liberal-masón y enemigo del papado)
exacerbó aún más los ánimos y las tendencias y todo ello desembocó en una
guerra carlista que, aunque no deseada por los neocatólicos, no se pudo evitar.
En la presentada nueva alianza se impusieron las tesis de los carlistas anti-parlamentaristas,
como el marqués de Valdespina, que abogaban por la rebelión armada.
Cabe
destacar el papel de liderazgo que ejerció el sacerdote y diputado a Cortes por
Gipuzkoa Vicente Manterola, de cuyo
famoso discurso contra la Ley de libertad de cultos en el Congreso de los
diputados el cronista parlamentario Cañamaque llegó a escribir: La Cámara
comprendió, desde luego, que el adversario era temible y que Castelar tendría
que hacer un esfuerzo.
Debe
de apuntarse también que en las primeras elecciones por sufragio universal
(masculino) de la historia, en 1869, la candidatura carlista/neocatólica obtuvo
en Bizkaia más de 90.000 votos, mientras que la suma de las dos candidaturas
liberales apenas superó los 18.000 votos.
Si bien se ha dicho anteriormente que desde el bando
carlista apenas existe una teorización
sobre la Foralidad, hay que hacer salvaguarda de la obra de Pedro Novia Salcedo
“Defensa histórica, legislativa y económica del Señorío de Vizcaya y
provincias de Álava y Guipúzcoa”, obra en cuatro volúmenes, brillante y
monumental donde las haya, pero de difícil lectura y a la que Miguel de Unamuno
calificaba irónicamente como “un ladrillo”.
Es
de destacar la fuerte amistad que unió a tres personajes que resultará de suma
importancia para nuestra historia: Alejo Novia de Salcedo (hijo de Pedro Novia
de Salcedo), Santiago de Arana (padre de Luis y Sabino) y Aristides de
Artiñano, este último publicará en 1868 su obra, breve pero concisa, La
causa Vascongada (Jaungoicoa eta Foruac), en la que resume y sintetiza las
ideas de Novia de Salcedo y las elaboraciones doctrinales sobre la foralidad de
los liberales y que se convertirá en una especie de libro de cabecera para toda
una generación.
Se
formará pues un carlismo vasco que no tiene como lema el “Dios-patria-rey”
de los tradicionalistas españoles, ni el “Dios-patria” de los neocatólicos.
El
carlismo vasco será una tercera fuerza (de hecho la única significativamente
fuerte en su ámbito) que tiene como único lema “Jaungoicoa eta Foruac”
(el cura Santacruz dice claramente que él no luchaba por Don Carlos sino por
Dios y los Fueros), y éste es el carlismo per accidens de Sabino Arana.
Se entiende perfectamente que acabada la guerra carlista una gran parte de los
seguidores carlistas vascos rompieron con el legitimismo que representa Carlos
VII y pasaron al nuevo Partido Integrista, para abrazar poco después el
nacionalismo vasco.
Sabino
y Luis Arana, nacieron y vivieron su juventud imbuidos de pleno en estas ideas,
de las que su propio padre había sido, no solo militante sino adalid activo, y
que llevó a toda la familia a vivir un exilio en Iparralde. Eran herederos de
la teorización foral carlista y liberal, y aquí cabe preguntarse: ¿Cuándo
decidieron transcender desde el foralismo radical al nacionalismo? Para mí la
respuesta es sencilla, en el último cuarto del siglo XIX todos los
nacionalismos en Europa pasaron a tener una base etnicista. Durante su etapa
universitaria en Barcelona tuvieron contacto con dos realidades modernas y en
boga en toda Europa: una es el principio de las nacionalidades, la otra es la
moderna organización de los partidos políticos.
En
1877 Pi y Margall publica su obra “Las nacionalidades”, la cuestión
vasca que hasta entonces había tenido únicamente un debate legal o historicista,
pasa a tener una dimensión de nacionalidad.
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Este
reportaje recogido por Javier
García-Borreguero Ondiz y Loredo, biznieto de Miguel, dedicado a Iñaki Ortiz y sus amigos del batzoki,
nos lo completa con el siguiente anexo:
Sabemos
que Pedro Antonio de Loredo y Josefa de Allende (naturales y vecinos de
Portugalete) eran los padres de JOSE Mª LOREDO Y ALLENDE, nacido
accidentalmente en Santander. También
conocemos que Juan Bautista Rola (natural de Sopelana) y Mª Ventura Aqueche
(natural de Lejona) eran los padres de JOSEFA ROLA Y AQUECHE, nacida ya en
Portugalete.
José
Mª Loredo y Josefa Rola se casaron en Portugalete el 25/09/1837 (libro
05-01/9-474, folio 98 de Santa María), y que fueron hijos suyos Miguel (1838),
Trifón (1839), Francisca (1843), Elisa Vicenta (1845), Casilda (1847), José Mª
(1850), y Amparo (1852). Fallecieron todos menos Miguel que se casó con Manuela
Vicuña Lazcano, y Elisa que entró monja
en el convento de Santa Clara de Portugalete, donde falleció en 1903 siendo
enterrado en el cementerio que disponía el monasterio.
En
el libro de la iglesia de Santa María de ref. 05-01 / 9-474, se encuentra la
Partida de Bautismo de “Miguel de Loredo y de Rola”, que literalmente dice así:
“Día 30 de
Septiembre de 1838, yo Dn Andrés Francisco de Elorriaga, presbítero de esta
Iglesia parroquial de Santa María de la Noble Villa de Portugalete, bauticé a
un niño que me dijeron había nacido en la mañana de ese mismo día, a cosa de
las 3 y media, hijo legítimo y de legítimo matrimonio de Don José María de
Loredo, natural de la ciudad de Santander, y de Doña Josefa de Rola, natural de
esta Villa de Portugalete y vecinos de la misma,
Nieto por línea
paterna de Don Pedro Antón de Loredo y de Doña Josefa de Allende (naturales y
vecinos que fueron de la citada Villa de Portugalete) ya difuntos ; y por la
materna de don Juan Bautista de Rola, ya difunto, natural que fue de la
anteiglesia de Sopelana y de doña María Ventura de Aqueche, natural de Lejona y
vecina de ésta de Portugalete; fueron sus padrinos Don Miguel de Escuza y Doña
Felipa de Laca, naturales y vecinos de la Villa de Bilbao; tocó la madrina al
niño en el acto sacramental. Les advertí el parentesco espiritual y demás
obligaciones que prescribe el Ritual Romano; siendo testigos José de Soriano y
otros: doy fe y lo firmo fecha ut supra.”
Miguel
Loredo Rola y Manuela Vicuña Lazcano, se casaron en Portugalete el 10 defebrero
del año 1869. Ofició don José Ramón de Aranguren, y fueron testigos Gumersindo
de Vicuña (natural de La Habana y residente en Madrid) y Ana de La Llosa
(natural de Bilbao y residente en Portugalete, tía de Miguel). Sus cuatro hijos
fueron:
Manuela,
nacida en la Plaza Nueva de Bilbao el 20 de enero de 1870, y casada con
Francisco Careaga Gorostiza (suegros de Mariano Ciriquiaín).
Rosa,
nacida en Portugalete el 8 de mayo de 1872, en la calle Santa María 3., y
casada con Casimiro Zunzunegui (padres de Juan Antonio Zunzunegui).
Lola,
nacida en la Plaza Nueva de Bilbao el 20 de marzo de 1873, y casada con Alfredo
García-Borreguero (abuelos de la rama García-Borreguero y Ondiz).
Miguel,
nacido en Madrid el 26 de mayo del año
1875, y casado con Irene Viguera (padres de Miguel Loredo Viguera que luego fue
alcalde de la Villa).
Miguel
Loredo y Rola murió desterrado por Cánovas del Castillo en Madrid, el 10 de
enero de 1879, y Manuela Vicuña y Lazcano falleció en Portugalete el 19 de
febrero de 1892.
El
viejo silogismo de los foralistas como Artiñano o Sagarminaga (Foruak) que se
formulaba como:
Premisa
Mayor: Bizkaia es un estado Independiente que pacta de igual a igual con
Castilla, manteniendo su soberanía.
Premisa
Menor: Castilla (España) ha roto el pacto de unión o de cosoberanía de forma
unilateral y sin tener capacidad legal para hacerlo.
Conclusión:
El pacto entre Bizkaia y Castilla (España) debe de ser reestablecido en su
integridad.
Pasa
a ser reformulado por Sabino y Luis (Lagizarra), incorporando el principio de
nacionalidades de la siguiente manera:
Premisa
Mayor: Los vascos forman una nación, y como estados Independientes pactaron de
igual a igual con Castilla, manteniendo su soberanía.
Premisa
Menor: Castilla (España) ha roto el pacto de unión o de cosoberanía de forma
unilateral y sin tener capacidad legal para hacerlo.
Conclusión:
La nación vasca queda desligada de pactos anteriores y debe de proclamar su
independencia.
No
obstante este nuevo enfoque nacional y etnicista propio de todos los
nacionalismos de finales del XIX, Sabino y Luis mantendrán el entronque con la
tradición del país, y de sus mayores, y así se entiende al analizar el artículo
publicado por Sabino Arana en El Correo Vasco el 22 de agosto de 1899
titulado Reaccionarios y neos y que en el mismo llegua a afirmar: Somos,
pues, reaccionarios y neos por la bondad y certeza de nuestra reacción y neísmo
se sigue de la calidad y número de los que como tales nos señalan. Pero
también, y esto sé que es más difícil de aceptar por alguna corriente
historicista, incorporarán a sus postulados toda la teorización foral que
anteriormente había sido elaborada por los liberales fueristas.
Ello
permitirá que gentes de ambas procedencias ideológicas abracen los postulados nacionalistas
vascos y se incorporen a un partido de corte moderno que habría de transformar
la historia de los vascos en adelante, dando un nuevo
rumbo a nuestro pueblo.
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