Esta foto nos la hizo José Miguel Santacoloma a
comienzos de los años 60, días antes de la destrucción del solar que hasta
entonces había sido lugar de juegos de la chavalería de las calles y que quedó reflejado
en el dibujo de Juan Andrés Garaizabal.
Como
ya comenté en otra entrada, en él celebrábamos las sesiones del “mundialmente”
famoso CIRCO ZUBEL. Para su preparación era necesaria la ausencia de la leña
que alimentaba los hornos de la panadería, así que cuando se daba esta
circunstancia y hasta la llegada de un nuevo camión, íbamos al taller de
cepillos de Araco, en la trasera de la casa de Arrugaeta y cargábamos todo el serrín posible y con él
formábamos la pista. A su alrededor colocábamos los graderíos hechos con maderas
y troncos. Cuando todo estaba dispuesto, adjudicábamos los papeles: La Mujer
Barbuda, El Hombre de Goma, Los payasos, los intrépidos trapecistas que hacían
piruetas en las frágiles y traicioneras quimas de las frondosas higueras, los
equilibristas, los malabaristas, el Mago, los porteros y acomodadores, etc.
Todos estos números, los copiábamos del Circo Atlas de los Hnos. Toneti, que
anualmente visitaba La Casilla, ya que mi ama nos llevaba a todos los críos en
el autobús hasta Bilbao. El vestuario corría por cuenta de nuestras madres, que
siempre tenían algún vestido o trapo viejo con que disfrazarnos y que luego se
lo pasaban bomba desde la disimulada
posición tras una cortina en casa de mi tía. El maquillaje con algún
pinta-labios, un corcho ahumado, tiza o el ladrillo de la parte trasera del
garaje que se deshacía por la humedad.
Llegado
el día del estreno, recorríamos las calles realizando un desfile que animábamos
con el sonar de las cañas y el papel de fumar. Así captábamos una nutrida
clientela que debía abonar una perra gorda (0,10 ptas.) o una txikita (0,05
ptas.), según la localidad.
Allí
pasamos infinidad de horas ocupados en múltiples juegos y proyectos, ritos
iniciáticos con la leche de los higos verdes y al final del verano, nos
empachábamos con los ricos higos de las tres higueras citadas. ¡Qué
cagaleras..!.
Pero,
todo se acabó cuando un día nos anunciaron que en la leñera iban a construir
una casa. ¡No podía ser!, pero fue. Luego en el 67 desapareció la casa de
Arrugaeta con "la barrera", así que aquello fue un suma y sigue.
"Miguelín"
fue a su casa corriendo a por la máquina de fotos e inmortalizó a mi aita, Paco
Garaizabal, y a todos los chavales que en aquel momento andábamos por allí y
que tristes posamos con el garaje de las furgonetas de la panadería como telón
de fondo.
Paco,
Fernan, Amado, Javitxa, Mertxe, Juan Andrés, Jose Luis, Juan Carlos, Jose
Angel, Edu, Jesús Mª, Mari Luz, Ángel, Paco... y unos cuantos más, cuyos
nombres ha borrado el tiempo de mi memoria.
Jose Luis
Garaizabal
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