Alguna vez hemos recordado que en el siglo XIX en
Bizkaia había dos sitios famosos por su ostras: Kanala y Portugalete.
Hoy que se ven la orilla de nuestra ría cubierta de
conchas de este codiciado marisco, sin la existencia de los antiguos
mariscadores, Jose Luis Garaizabal nos recuerda el tema:
Como
un buen síntoma de la recuperación de las aguas del Abra y de la Ría, se puede
observar a la altura de la Villa gran cantidad de ostras salvajes que van
medrando en muelles, pilostres, escaleras y rocas. Pero si esta proliferación
de moluscos es notoria, también lo es la cantidad de conchas que han formado
pequeñas playas y que son visibles en bajamar.
Los
boteros no supieron darme una respuesta a la pregunta sobre esta mortandad y
alguno me habló de recolectores asiáticos y también europeos del este.
Dada
la peligrosidad del consumo de estos bivalvos sin depurar, me picó la
curiosidad y trasladé una consulta a AZTI a través de mi buen amigo Josean
Montoya y su respuesta despeja cualquier intervención humana, achacando la
muerte a “un proceso natural que se puede observar en cualquier parte de nuestra costa
(incluso en zonas donde las aguas están muy limpias). La ría está en buenas
condiciones, aunque quedan restos de contaminación, por lo que no es
aconsejable el consumo de estos moluscos”.
Al investigar la localización de la Fuente de La Canilla, ya aparecieron
referencias a los criaderos de ostras que tenía Máximo Castet, allá por 1875,
frente a los terrenos donde se asentaron los nuevos cargaderos de mineral en la
playa de Sestao (aguas de jurisdicción portugaluja).
Pero si la cría y consumo de estas ostras tuvo su importancia, no lo fue
menos la extracción de estos moluscos salvajes que poblaban los muelles desde
El Castillo hasta la Punta del Muelle y que ante la gran extracción que
realizaban muchos mariscadores, había provocado la desaparición de las de gran
tamaño y peligraban las pequeñas y medianas. Por este motivo, en 1881, el
Ayuntamiento elevó una petición a la Comisión Provincial de Pesca para que se
prohibiese la pesca y se estableciese una veda hasta recuperar la especie.
Igualmente, aunque no localizo la fecha, se prohibió el que los mariscadores
moviesen las rocas ya que se deterioraban los cimientos de los muelles.
Todos los detalles de estos pasajes de nuestra historia, nos los narró,
tan acertadamente como siempre, nuestro
Archivero Municipal, Roberto Hernández Gallejones, en un artículo que se puede
disfrutar en la Biblioteca Digital Portugaluja (pinchar).
No hay comentarios:
Publicar un comentario