En una entrada de facebook con
la foto que recogemos en el ángulo superior derecho, se preguntaban sobre el
origen del nombre de callejón del muerto, a lo que ahora es la calle Martín F. Villarán. Como no conocemos documentos que avalen las tesis que se han utilizado hasta ahora,
la aparición de un muerto en dicho lugar, o constituir el camino por donde antiguamente
los muertos de Repélega eran conducidos a Santurce a cuyo concejo pertenecían, Tasio Munárriz, nos envía unos datos sobre los entierros terciando
en el tema:
Antiguamente
se enterraba a los difuntos dentro de la iglesia de Santa María. Como
demostración, en 1962, al quitar la tarima y poner terrazo, aparecieron muchos
huesos que fueron llevados al osario de Pando. En 1809 se inauguró el
cementerio en la parte trasera del templo, que llamamos “Las Canteras”, tras
haber sido el médico titular Angel Abad, quien mentalizó al ayuntamiento de la
necesidad de construir un camposanto exterior y propuso ese lugar como el más
adecuado “por su elevación, ventilación y alejamiento”. Así Portugalete fue una
de las primeras poblaciones en cumplir la Real Orden que establecía la
obligatoriedad de tener cementerios al aire libre por razones sanitarias. El de
Pando se inauguró en 1878.
Con el
Concilio Vaticano II (1961-1965) se instauró la posibilidad de celebrar la
misa-funeral del difunto con su cuerpo presente. Desde ese momento el cura ya
no iba al cementerio. Anteriormente las honras fúnebres se dividían en dos
actos. Uno era el entierro o conducción del cadáver desde el domicilio hasta el
cementerio. La avisadora anunciaba en las escaleras de las casas la hora. La
funeraria enmarcaba el portal de la vivienda del difunto con el portiel, una
estructura de madera de la que colgaban unos paños negros. La familia, después
de velar al fallecido rezando rosarios, introducía en la caja una “bula de
difuntos” para que pasase menos tiempo en el Purgatorio. Si tenía dinero,
contrataba a la Hermandad de San José para acompañar con sus hachas “de
respeto” al féretro desde la casa hasta el cementerio, sin pasar por la
iglesia. Encabezaba la conducción una cruz procesional, el cura, la caja
llevada a hombros (siempre con los pies por delante), en algunos casos las autoridades
municipales, la familia y los vecinos. En el cementerio el cura rezaba un Padre
nuestro y un responso y el enterrador inhumaba el cadáver.
En la foto
inferior de 1955, el entierro del médico Felipe Martínez desde su domicilio de
la casa de los tres portales, y su portal con el citado portiel, que se dirigía
por Carlos VII al cementerio.
El otro acto
era el la misa funeral sin el cuerpo presente, a otra hora, antes o después del
entierro. Se ponía una mesa con un “catafalco”, imitación de una caja
mortuoria.
¿Y esto qué
tiene que ver con el Callejón del muerto? Ignoro hasta qué fecha, pero parte de
Santurtzi, desde la puerta de la parroquia de San Jorge hacia acá, pertenecía a
Portugalete. Posteriormente pasó a la jurisdicción civil santurtziarra. Pero
los barrios de Repélega, Rivas y La Sierra, que pertenecían civilmente a
Santurtzi, eclesiásticamente eran parte de la parroquia de Santa María de
Portugalete, de forma que el capellán de la fundación Ramón Durañona era
coadjutor de esta parroquia y el barrio de Galindo era de la parroquia de Santa
María de Sestao. De acuerdo con estos datos, lo lógico es que el entierro de
los muertos de la Txitxarra viniese por el “Callejón” hasta el cementerio interior
o exterior de la parroquia de Santa María. Y que el de los de Repélega bajase a
éstos o posteriormente al de Pando, sin tener que ir a Santurtzi.
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