Revisando viejos expedientes, Roberto Hernández Gallejones, Archivero Municipal, nos facilita uno firmado por el Jefe de la Policía Municipal de aquellos años 40, de posguerra, Ramón Armendariz,
dirigido al alcalde.
Por él nos enteramos del ambiente
de las tabernas que existía en la calle Coscojales muy visitada por los marinos
de la armada que fondeaban en nuestro puerto y gentes de los pueblos vecinos,
no siempre de buena reputación.
Todo el informe se centra en el
bar Mari, propiedad de María Mayor Murillo y atendido, según dice, por su hija y nieta con
"modales impropios de las jóvenes que atienden al servicio, que con sus
muecas extravagantes, sus gestos significativos y la impasibilidad o
posiblemente que será más acertado, el agrado con que reciben las caricias de
algunos clientes, siembran el recelo entre los mismos que son causa y origen de
muchos incidentes.
En dicho establecimiento, por su
mala nota, se vienen produciendo constantemente escándalos, unas veces entre
paisanos y otros entre marineros que frecuentemente hacen escala en este
puerto."
Además es frecuentado por “otras
jóvenes de muy dudosa conducta que con pretexto de ayudar en el servicio
frecuentaban el establecimiento”, lo que hace "catalogarlo entre los
pocos recomendables por su nivel moral, además por lo general los parroquianos
más asiduos, son los borrachos de mala conducta y los profesionales del
escándalo”.
Todo ello venía originado por los
últimos sucesos acaecidos en dicho bar que los relataba así:
“Últimamente ocurrió un hecho que
fue el de más envergadura de los ocurridos, a excepción del anterior que
originó una muerte, entre un suboficial del minador Vulcano y un cabo del
minador Tritón, que tuvo su origen en el bar de referencia, que fue
consecuencia de los celos que el uno sintió del otro por las atenciones de que
había sido objeto por parte de una joven que atiende el mostrador, nieta de la
dueña, altercado el cual no solamente dio lugar a la intervención de los
Agentes de la Autoridad, el Jefe incluido, sino que además fue necesario para
dominarlo la presencia del Oficial de Guardia, de un Cabo y dos soldados
armados del minador Tritón”.
O sea que nos traslada a las
películas americanas de aquellos años de posguerra.
En cuanto a la muerte anterior
que cita Armendariz, se trataba de la ocurrida días antes, tras una reyerta en
dicho bar, donde según él se daban de continuo, entre un vecino de Getxo y
otro de Baracaldo.
La violenta discusión continuó en
la Travesía Santa Clara donde uno de ellos, Julio Pascual San José, quedó tirado
en el suelo sin conocimiento dándose el otro a la fuga, "falleciendo a los pocos momentos de su
ingreso en el Cuarto de Socorro en presencia del practicante Sr. Grijalba y del
Doctor Zaldúa que certificó su muerte".
Por todo ello, el Jefe de municipales recomendaba al alcalde la clausura de dicho
establecimiento.
Todo esto ocurrió, repetimos, en noviembre
de 1946, hace 70 años, y debemos encuadrarlo en el contexto de aquellos años,
en que la autoridad emanada del régimen vencedor de la guerra, imponía una
rígida moralidad.
En diversas entradas de este blog
hemos recogido Bandos municipales sobre moralidad, en los que, por ejemplo, se
prohibía en la playa a las mujeres “estar en traje de baño fuera del agua sin
usar albornoz”, y señalábamos entonces que “son pequeñas noticias que ayudan a
componer el mosaico social de aquellos años”.
Las dos citadas mujeres, hija y
nieta de “Mari la churrera” fueron muy populares y queridas en el pueblo, y la
primera fue de las pocas mujeres, junto con "Mari la navarrilla" a las que se podía ver nadando en la ría antes
de abrir el bar.
Su carácter y trato a los
clientes, quizás tuviera algo que ver con el nombre que daba a su bar durante
la república y que cambió con la dictadura: “La simpática". Bar de Mari.
Muy interesante, muchísimas gracias.
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