Aunque ya hablamos someramente de
este escudo en una de las entradas sobre Heráldica Portugaluja (18), vamos a
analizarlo como el resto de los escudos religiosos de las Órdenes y
Congregaciones asentadas en la Villa. La que tratamos hoy, ya estaba con
nosotros allá por 1550 y con su propio convento desde 1564.
La rama femenina de la Orden de
los Hermanos Menores es la Orden de las Clarisas, nacida en la madrugada del
Lunes Santo de 1211, cuando la joven de 18 años Clara de Asís, perteneciente a
una de las familias más nobles de Asís, se fugó de casa y marchó en busca de
Francisco y sus primeros compañeros. Pronto se la unieron varias compañeras que
se asentaron en la iglesia de San Damián, que había sido restaurada tres años
antes por Francisco. A este, no le gustó la denominación de “Hermanas Menores”
y pasaron a llamarse “Señoras Pobres”. Por un canon del Concilio de Letrán,
tuvieron que profesar la Regla benedictina, pero al final, días antes de morir
en 1253, Clara consiguió del Papa la aprobación de su “Regla”, la primera
compuesta por una mujer para mujeres. Hoy en día existen no menos de 800
monasterios, con unas 15.000 hijas de Santa Clara.
Ostentan tanto el escudo de la
Orden de San Francisco como la Cruz de San Damián. El primero nos muestra dos
brazos cruzados sobre la Cruz Tau o Tao, que es la última letra del alfabeto
hebreo (en nuestro caso, una cruz). El primer brazo desnudo representa a
Jesucristo y el segundo a San Francisco de Asís, fundador de la orden
franciscana. Cada mano tiene una llaga que representa las marcas de los clavos
de recibió Jesús en su pasión y muerte. San Francisco experimentó los estigmas:
a él le aparecieron las mismas llagas que sufrió Cristo. A veces, se ponen
nubes debajo de los brazos, significando que San Francisco ahora disfruta la
Vida Eterna al lado de Jesús. En nuestro escudo, la mano de San Francisco no
está perforada.
La talla que encabeza estas
líneas estaba en el frente del nuevo altar que se colocó en 1939 tras la
reconstrucción del convento que había sufrido grandes daños en 1937. Hoy en día
nos recibe en el hall del moderno convento sito en los últimos pisos del
edificio de viviendas desde el que se contempla el antiguo convento, hoy
reconvertido en el Centro Cultural Santa Clara.
El crucifijo de San Damián es un
icono de Cristo, pintado sobre tela después del 1100 y luego pegado sobre
madera. Esta cruz de 2,10 m. x 1,30 m. fue realizada para la iglesia de San
Damián, de Asís. Los siguientes datos han sido extraídos de
www.franciscanos.org
Destaca en el centro la figura de
Cristo. Su rostro muestra serenidad. En línea con la bella tradición de los
iconos, tiene los ojos grandes, pequeña la boca, casi invisibles las orejas.
La parte superior del icono
muestra una inscripción sobre una línea roja y otra negra, con las palabras:
«IHS Nazare(nus) Rex Iudeoru(m)», «Jesús Nazareno, el Rey de los judíos».
Sobre el rótulo, un círculo. En
el círculo, un personaje: el Cristo de la Ascensión, abandonando el sepulcro
representado en la oscuridad del círculo. Lleva en la mano izquierda una cruz
dorada, signo de su victoria sobre el pecado. Alarga la mano derecha en
dirección al Padre. A izquierda y a derecha, unos ángeles. Miran a Cristo que
entra en la gloria. Un círculo, del que se ve solo la parte inferior simboliza
al Padre del que se ve una mano con dos dedos extendidos.
Bajo cada mano y antebrazo de
Cristo hay dos ángeles. La sangre de las llagas los purifica, y se derrama por
el brazo sobre los personajes situados más abajo. Todos son salvados por la
Pasión. En los extremos de los brazos de la cruz, dos personajes señalan el
sepulcro vacío y representan a las mujeres que fueron a embalsamar el cuerpo.
A los lados de Cristo, cinco personajes:
A su derecha, María y Juan y un personaje pequeño que representa a Longinos, el
soldado que atravesó con su lanza el costado de Jesús. A la izquierda, María
Magdalena y María, madre de Santiago el Menor. Además, el centurión romano y a
sus pies otro personajillo que pudiera representar al jefe de la sinagoga.
En la base de la cruz, los pies
perforados por dos clavos. A la derecha, hay dos personajes: Pedro, con una
llave, y Pablo. Debía haber otros. El tiempo los ha borrado. La sangre de las
llagas se difunde sobre ellos y los purifica.
Sobre Pedro, a media altura
frente a la pierna izquierda de Cristo, un gallo en actitud desafiante que
evoca la negación de Pedro.
Francisco miró, interrogó con
detención a este crucifijo. Y se le convirtió en camino que lo condujo a la
contemplación de su Señor. Fue el punto de partida de su Misión: «Ve y repara
mi Iglesia». Que tengáis todos PAZ Y BIEN.
JOSE LUIS GARAIZABAL FLAÑO
Fotografías: José Luis Garaizabal (2015)
Bibliografía e imágenes del icono:
http://www.franciscanos.org/enciclopedia/moriceau.html
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